PUNTO NEURÁLGICO | Salinas Pliego, el déspota

Esa respuesta que a algunos puede parecer ingeniosa sólo da cuenta de la avaricia y desprecio por cumplir con lo que la ley le ordena a uno de los hombres más ricos y poderosos de México.

Luis Sigfrido Gómez Campos

El empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de la empresa Elektra, enfocada a esquilmar a la población económicamente vulnerable de México, famoso por los “abonos chiquitos”, quien también dirige el Grupo Salinas, integrado por Televisión Azteca, Grupo Elektra, Banco Azteca, Afore Azteca, Punto Casa de Bolsa, Itálica, Totalplay Empresarial y Totalsec; quien además es propietario de equipos de futbol y responsable de haber despojado a la afición moreliana de que su equipo permaneciera en la liga principal del futbol nacional; ese empresario multimillonario también le debe a la Secretaría de Hacienda un monto aproximado de 34 mil millones de pesos, con sus respectivas actualizaciones y recargos, que, se ha dicho, ascenderían a un monto de 40 mil millones de pesos, aproximadamente, mismos que no quiere pagar.

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Un día, cuando Salinas Pliego mostró en su cuenta de Twitter un rábano que cosechó junto con su esposa, un usuario de las redes le preguntó que si con esa verdura “piensa pagarle al SAT”, y Salinas le contestó: “no, no pienso pagar ni un rábano”.

Esa respuesta que a algunos puede parecer ingeniosa sólo da cuenta de la avaricia y desprecio por cumplir con lo que la ley le ordena a uno de los hombres más ricos y poderosos de México.

Pero sucede que el multimillonario que alardeaba con no pagar ni un rábano al fisco, después de nueve años de litigio de su tienda Elektra, al fin pagó 2 mil 772 millones de pesos al Servicio de Administración Tributaria (SAT), como parte de un primer crédito fiscal, pero mantendrá, dijo, litigios para no pagar más de 31 mil millones de pesos de impuestos que le reclama la Hacienda Pública.

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Pero lo peor de todo es que Ricardo Salinas no solamente es rico y avaricioso sino un vulgar camorrista, ofensivo y pendenciero que exhibe su bajeza en las redes sociales. Después de que el presidente anunció y agradeció el pago parcial del adeudo, el magnate de “los abonos chiquitos” alardeó, dirigiéndose a la Senadora de la República Citlalli Hernández, llamándola en todos sus mensajes “cenadora”, haciendo alusión a su obesidad. Le dijo, a través de su cuenta de Twitter, entre otras lindezas:

“Cambié de opinión y le aposté a la cenadora que yo pagaba y ella bajaba de peso… lo hago porque los temblores son horribles en México y afectan mucho a la infraestructura pública, luego vienen accidentes y terribles tragedias que no queremos que se repitan”, y puso una carita llorando de risa.

Después tuiteó: “Salió para pagar con lo que gané acá en el blackjack… pero los muertos de hambre #Gobiernícolas y paleros #Comunistas en lugar de estar contentos porque les voy a dar de tragar unos años con esa lana, siguen llorando. ¿Ahora con qué van a joder? ¡Exijo que se ponga a dieta!”. Y después agregó: “Yo cumplí con mi palabra y mis empresas pagaron lo que dicen que debían de impuestos… ahora que la cenadora se ponga a dieta, ah y con esos 2,800 millones cómprese un jabón y báñese perro #Comunista. Agradézcame que va a tener para tragar croquetas otros 2 años”, así dijo, por increíble que parezca.

A ese hombre no hay que agradecerle que cumpla con su obligación de no ampararse y pagarle a la Hacienda Pública; su cinismo amerita que se le aplique todo el rigor de la ley sin concesiones. Ese hombre no tiene amigos, tiene intereses y es mezquino y grosero.

El Estado vive y cumple con sus obligaciones primordiales gracias a los impuestos que recauda; en un sistema capitalista y liberal como el nuestro la autoridad no cuenta con otra fuente de recursos para realizar sus funciones; no así en un Estado interventor que participa activamente en la economía actuando no sólo como regulador de la misma, sino como dueño de medios de producción o empresario en algunos rubros.

Los países poderosos funcionan porque tienen un buen sistema de recaudación. Les cobran más impuestos a quienes más dinero ganan y menos a los que reciben pocos ingresos; generalmente la ley se cumple sin distingos en materia recaudatoria y el fisco no se ve forzado a entablar largos juicios para hacer valer sus disposiciones. Nadie intenta evadir el cumplimiento de la ley porque, valga la expresión coloquial, “sale más caro el caldo que las albóndigas”.

En México no hemos tenido un sistema recaudatorio que se pueda preciar de justo y eficiente. Durante décadas se otorgaron grandes privilegios a las grandes corporaciones y se condonaron miles de millones de impuestos. Muy de vez en cuando se detuvo a algún “chivo expiatorio”, a algún artista de renombre para que todos los demás pusieran sus barbas a remojar y sí, lograban asustarlos y pagaban al fisco.

Pero algunos peces gordos, multimillonarios como Ricardo Salinas Pliego, el tercer hombre más rico de nuestro país, siempre han buscado mecanismos para pagar menos, o no pagar impuestos.

Yo, particularmente no tengo nada en contra de los ricos. El sistema jurídico mexicano permite la acumulación de capital. Mientras éste provenga del trabajo y esfuerzo lícito y sirva para generar fuentes de empleo y distribuir la riqueza, mi respeto. Pero cuando es producto de la acumulación inmoral y la explotación de los recursos de las clases desprotegidas, mi desprecio.

luissigfrido@hotmail.com