Mateo Calvillo Paz La historia la escriben los vencedores, un pueblo debe descubrir la grandeza y dignidad de sus orígenes y recuperar la dignidad histórica y la autoestima personal. A principios de febrero celebra el pueblo purépecha el Año Nuevo. Es bueno compartir la fiesta de este pueblo admirable. Sus fiestas desbordan de júbilo y de colorido, con manjares y bebidas exquisitas. Vale la pena poner un granito de arena para dar a conocer la grandeza de este pueblo. Nos hace bien descubrir un sustrato hondo y rico de cultura. Los vencedores imponen la visión de la historia y el precio de los pueblos. Es una visión miope de las cosas, hay muchas sombras y deformación. Es necesario quitar con cincel las capas de mugre y falsedad. Nuestros ancestros por la sangre y la cultura, ambas importantísimas son europeos y son indígenas. El europeo blanco ha sido idealizado. En la realidad, los conquistadores y soldados eran de baja calaña, muchos venidos de la bajeza y pobreza de la Península, puñado de aventureros que no se mantenían en España. Cuando el Caltzontzin es retenido en la corte del emperador azteca, la soldadesca se entrega al pillaje, sedientos de oro. Otra situación muestran los pueblos indígenas, muestran en el tiempo de la conquista una grandeza, hermosura, nobleza como las grandes civilizaciones del planeta. Son los conocimientos que enseña el Premio Nobel de literatura JMG Le Clezio en sus ensayos sobre México y Michoacán, en La Conquista Divina de Michoacán, presentación de la Relación de Michoacán, un ensayo sabio, documentado, maravilloso. A lo largo de la historia, las autoridades de México pro europeas, han denigrado sistemáticamente a las razas indígenas induciendo el desprecio de la sociedad. Lo mismo han hecho las elites que se creen de sangre española (qué ignorancia y ridículo). Esto se ha traducido en marginación, los pueblos indígenas son los más atrasados y pobres entre los pobres. Es apasionante, guiados por Le Clezio, nos adentramos en el universo mesoamericano de los purépechas y de los grandes pueblos de Mesoamérica. Tenían avances extraordinarios en medicina, matemáticas, astronomía, arquitectura y casi en todo. Su religión, con un Dios supremo, tenía otras divinidades que más bien eran Encarnación de los grandes valores y virtudes de la vida humana. En su pensamiento tenían toda una cosmovisión que estaban plasmando como una filosofía de una gran civilización. Desgraciadamente, los españoles asesinos troncharon su vida y su riqueza filosófica. Los ignorantes y necios se fijan en el hecho de que andaban poco vestidos, con taparrabos dicen. Ahora en el mundo del espectáculo hay más desnudez y es por motivos banales, por dinero, exhibicionismo o fama. Apoyados en su religión que estaba en continuidad natural con la existencia diaria los purépechas eran un pueblo civilizado, ordenado, sin la corrupción y la degeneración conductual de ahora. Alguien que sabe lo expresa así: “Por los dioses,-afirma Le Clezio-los hombres se baten, conquistan las tierras y riquezas. La sociedad porhé es una sociedad mística. Incluso en la cumbre de su poderío, en tiempos de Zizipandácuare y de Zuangua no ofrece el lujo inaudito del reino de los grandes reyes mexicas. Enteramente dedicados a sus dioses, respetuosos de los Grandes Sacerdotes y de los Ancianos, los Señores purépecha dan la imagen de una sociedad virtuosa…. Todos viven ahí en el respeto de las leyes sagradas y en el recuerdo de la Edad de oro de los Señores Leñadores”. Contrasta infinitamente con nuestra realidad de descomposición social, de mentira, inmoralidad, e irreligiosidad. Entre nosotros y en los jefes dominan las bajas pasiones que buscan valores materiales, que sirven para la perversión y el crimen. Los grandes valores, que distinguen al hombre están demolidos. Nuestros líderes están en el juego de la carrera de los huesos. Descuidan los grandes problemas de México, como el cambio climático que nos pega con este frío insólito. Siquiera fueran honestos para gritarnos: no se crean de lo que les decimos, en realidad nos guía el egoísmo y buscamos el poder, por el dinero, el placer y la fama momentánea. La grandeza y las grandes virtudes está en el alma del pueblo. Hay que despertarla.