Mateo Calvillo Paz Es un deber grave, en una democracia, participar en la vida del pueblo (DEMOS), con honestidad, más allá de ideologías y partidos. Es lo que se propone esta reflexión. El debate de los presidenciables se siguió con interés, fue intenso. Llamó la atención, más que nada la agilidad mental y la habilidad para alegar de los candidatos y la conducción exacta de los conductores. Fue mucho más interesante que los partidos mediocres de la liga MX. Pero, qué pobreza de contenido, las grandes metas del mexicano y sus problemas trascendentes no aparecen. Qué visión mutilada del ser humano subyace: se habla casi exclusivamente del bienestar material, del tiempo presente, la visión a ras de tierra de un mundo de producción y consumo. Se siente el vacío de los grandes valores que fundamentan una convivencia humana. No se tocan a fondo los grandes temas que permiten acabar con la corrupción, la inseguridad, la sangre derramada, los despojos. Se siente el vacío de valores de Dios y del hombre en su vertiente espiritual. Éstos valores son un punto inconmovible de referencia y señalamientos que no te dejan desviarte. Es el valor de la verdad, de la justicia, entre otros, Está el vacío de los valores, del valor central, la persona humana que debe orientar la interacción humana. En primer lugar es un debate de retórica, de habilidad de palabras y malabarismos mentales. son admirables, muy rápidos para discutir, alegar, evadir las preguntas, contra atacar. Es un ejercicio teórico, se tratan los temas por los temas. Hay una distancia abismal que separa la retórica y el espectáculo de los problemas reales que están sufriendo las mayorías de millones de mexicanos. El debate se desarrolla en un plano de bienes materiales, perecederos.Se centra en el dinero y los bienesterrenos. Sólo alcanza la mirada para problemas del momento. Se pierde la memoria histórica, el pasado no cuenta, la perspectiva de futuro tampoco. Se proponen verdaderas recetas a los problemas del momento, sin la visión profunda de las causas sin prever las tendencias de futuro. No es el debate de grandes ideas, de la visión del hombre y del país. No se argumenta con los valores universales que sustentan la vida del hombre: la verdad. Esta es coherencia entre la realidad, el pensamiento y la palabra. Es coherencia entre lo que se hizo y se dijo en el pasado y lo que se afirma ahora. Otro valor, a manera de ejemplo, es la justicia. Las propuestas no se fundamentan en ella, sólo se la utiliza para protegerse y enlodar al adversario. Han reformado leyes para proteger a los servidores públicos en sus abusos, la corrupción afecta a la ley. Se ha perdido el estado de derecho, lo que es peor no hay justicia, no se imparte. La discusión es sobre las propuestas de campañas de los contendientes, si son efectivas, si resuelven los problemas del momento. De su actualidad y efectividad por resolver problemas del momento. No se armonizan las propuestas con los grandes valores de la cultura de México, tanto indígena como europea y cristiana, como la participación de los indígenas en los trabajos comunales. Se analiza si valen las propuestas y no se analiza la calidad moral de los candidatos. Se busca personas hábiles quedan en debates y no estadistas, sabios que puedan orientar el bien de la persona por caminos de justicia y verdad. No se examina de cerca la obsesión del poder en megalómanos, en actitudes veladamente autocráticas, nos enseñaron actitudes que permiten adivinar al dictador, al tirano que sabe seducir a las multitudes, como los Castro, Hugo Chávez, y de tantos otros que se arropan en artes seductoras de populismo. Hay actitudes arrogantes de quienes se extralimita en sus pretensiones, parecen creerse por encima del común de los mortales, por encima de la ley. Hay quienes dicen con sus afirmaciones: mi palabra es la ley. Son las actitudes que llevan a las dictaduras que son tan difíciles de desterrar. Hay arrogancia en quienes se apoyan en su propia palabra, no les voy a fallar, yo soy absolutamente bueno, el único bueno. Que analizar de cerca expresiones como: no les voy a fallar. No le sirve al pueblo, no es digno de confianza el candidato que se recomienda asimismo Sólo tangencialmente se citan hechos de corrupción de los candidatos, sólo como proyectiles para los adversarios. No se analiza el pasado del candidato y del partido: las conductas subversivas, absurdas, irracionales, inmorales. Para elegir a quien va a conducir los destinos del país, debemos guiarnos por los grandes principios y valores del hombre, herencia milenaria de la Iglesia.