PROTECCIÓN DE LOS NIÑOS EN LA IGLESIA Mateo Calvillo Paz Todo uso del sexo es condenable, y más la agresión a los niños. Es deber de todos proteger su pureza, inocencia y dignidad. Los obispos de México, a través del Consejo directivo se han comprometido a proteger a los niños en la Iglesia. También en días anteriores, se analizó en Roma, con el Papa Francisco, los casos vergonzosos y miserables de violación de los niños por presbíteros. Se trata de un crimen abominable en cualquier cristiano, reviste mayor gravedad en los presbíteros, que tienen una obligación especial de vivir la castidad, de ser ejemplo para el pueblo de Dios, de ser santos como Dios es santo. Toda persona humana merece todo respeto, por su dignidad y por ser imagen viva de Dios. Los niños son un tesoro inviolable, la obra maestra de Dios en toda su pureza y hermosura. Por su fragilidad, los niños necesitan una protección cuidadosa de parte de la familia, la sociedad civil y la Iglesia. La violación en ellos deja una experiencia muy dolorosa, marca con daños graves a la persona para toda la vida. Es muy grave y muy triste. La pederastia se da no sólo en los presbíteros, también en los maestros, políticos, en todas partes. El porcentaje de los presbíteros pederastas es mínimo. Se infla el problema por el amarillismo de la prensa. Hay poderes que actúan en las tinieblas y que quieren demoler la Iglesia y la atacan en este frente y en otros, así los que promueven las prácticas homosexuales, los abortos y otras acciones inmorales. Son poderes que operan sin un código de ética buscando otros intereses de poder, de riqueza material. La Iglesia debe pedir perdón ante el mundo por estos hechos criminales y escandalosos, se espera de sus presbíteros ejemplos de pureza y virtud para edificación del pueblo de Dios. El escándalo muestra una pérdida de conciencia moral y eclesial por el daño que se inflige a la comunidad. Es necesario pedir perdón por el daño infligido a los niños y a su familia. Es necesario que se haga justicia a los culpables, lo bueno es que para los presbíteros no hay fuero ni debe haber una protección tan injusta como cobarde, eso hace mucho daño a la comunidad. Todos los creyentes están llamados a ser santos, por una conducta ejemplar, de manera especial los sacerdotes. De esta manera se ganan la confianza de toda la gente y pueden recibir a los niños con muestras de cariño y solicitud. Los presbíteros tienen la obligación de guardar el celibato y edificar la comunidad, dando una formación divina a los hermanos hechos a la imagen de Dios. La pederastia de los presbíteros es un caso de la descomposición moral en que vivimos todos en nuestra sociedad. Se ha perdido la conciencia moral y todas las defensas de la castidad sexual, se ha empobrecido y banalizado el sexo. Se le ha pervertido desvinculándolo de la sexualidad, de la integridad personal, del amor conyugal de la vida familiar y la procreación. Se da rienda suelta a las bajas pasiones, ciegas, irracionales y tiránicas que dan lugar a toda clase de excesos y aberraciones. La pederastia es sólo una consecuencia de esta degeneración moral de la vida sexual. Allá lleva la homosexualidad antinatural y contraria al plan de Dios, la campaña del sexo, no moral sino seguro. No educan a los jóvenes para la castidad y la responsabilidad sino para el “sexo seguro”, sin embarazo ni infecciones. No educan para el control de los instintos y la libertad. Tener criterio para entender los problemas, la influencia de los medios de comunicación y no dejar escapar la realidad. No hay que inflar el problema por hechos contados que no manchan a todo el presbiterio, ver el problema en las debidas proporciones. Hay que participar en la defensa del orden moral, de los valores divinos de la sexualidad, vivir vigilantes protegiendo a los niños. Hay que dar crédito a los sacerdotes santos que dan a los niños respeto y cariño. Los niños viven desamparo y vacío de amor y lo encuentran en la comunidad, en la familia de fe de la parroquia o rectoría.