Mateo Calvillo Paz La Transformación, la lucha contra la corrupción son vana ilusión sin hombres transformados moralmente y sin Dios. Buscamos el bien de los mexicanos, más allá de ideologías, de intereses de partido, de clase o del ego. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) para el año 2019, primero de este gobierno reporta que la cancelación del AIM representó un sobrecosto de 331 mil millones de pesos. Como es costumbre, el presidente desconoció ese dato y sacó su fábula recurrente: yo tengo otros datos. también atacó a los adversarios. Se pone en actitud de juez y descalifica al personal de la Auditoría. Asume la actitud del dictador, la actitud satánica del que se cree igual a Dios y con su palabra define el bien del mal. Esta actitud pone de manifiesto la estatura moral del primer mandatario. Es una evidencia muy grave. Una actitud fundamental, conditio sine qua non, de una persona madura, a fortiori de una autoridad es aceptar la realidad y encararla con dignidad. Son horribles dolorosas las muestras de la corrupción del crimen: fosas comunes en Celaya, el cadáver de una mujer detrás del restorán la Tinaja en la carretera Morelia Pátzcuaro. Por donde quiera, asesinatos, fraudes, abuso de poder, desconociendo la división de poderes constitucionales. Eso es nada más en la superficie, si profundizamos un poco hallaremos mucha inmundicia. Es dantesco el panorama, aterrador, insufrible. por donde quiera fluye el agua fétida de la corrupción, del vacío de la ley y vivimos en un campo de sangre y contagio. Sólo como un botón de muestra, es ineficaz y, con mucha frecuencia irresponsable la gestión de la pandemia: hay desorden, se le da un tinte político, se manipulan símbolos patrios y se profanan se usa el nombre de servidores de la nación en referencia al sublime, intocable Siervo de la nación, el inmortal Morelos. Son dolorosas, indignantes las muertes por COVID-19 de hombres importantes como el científico Raphael Navarro Gonzáles y ciudadanos cercanos, muy valiosos. México es el país donde peor se vive esta catástrofe y del tercer país del mundo que ha permitido más defunciones, sólo después de Estados Unidos y Brasil, con más decesos que países que le multiplican la población como India y China. LA SABIDURÍA DE LO ALTO Vivimos en el relativismo moral. El hombre se guía por la conveniencia y ventajas económicas, egoístas y materialistas y no por los principios de verdad y de bien. El poderoso, prepotente trata de suplantar a Dios, se arroga atribuciones divinas en una actitud soberbia, fuera de la realidad. Impone su capricho por encima de principios inviolables, cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Las autoridades y el pueblo bueno actúan por encima de la ley, contra la ley que se encuentra sólo en lo escrito. A la hora de la decisión, el individuo decide con pragmatismo lo que le conviene, así sean bienes prohibidos o medidas criminales. Hay quien despoja y asesina. Se ha perdido el sentido de los valores inmutables y de los principios fundamentales y que no prescriben: se les acepta en los discursos y se exhiben como bandera para hacer creer al pueblo bueno, para simular el Estado derecho y el orden público. En los hechos, se les pisotea y se hace lo contrario. Es un divorcio del bien común, del bien del discurso y de los hechos. No tienen los tamaños los poderosos para suprimir la hipocresía y aceptar su opción por el crimen y la rapiña, declararse malvados. Es una ficción socio moral con la que tal vez engañan un a algunos en el vértigo del fanatismo y blandiendo la “esperanza”. Ésa es la “esperanza de México”, un término populista pronunciado con tono seductor y de amor fingido. Hasta a Dios se quiere utilizar, se recurre a términos religiosos para fines políticos, la religión como instrumento del poder, “París bien vale una misa”, afirmó Enrique IV, que se hizo católico para que lo hicieran rey de Francia. Es necesario saber entender, sin prejuicios liberales, hay consenso en muchos que acepten a Dios como ser supremo y principio de orden del universo. sin esta roca sólida, inconmovible, los seres se desordenan y se avanza con mucha dificultad en la historia. El Papa Francisco escribe en Fratelli Tuti: si no existe una verdad trascendente, con cuyo obediencia el hombre conquista su plena identidad tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros”. Sin la realidad trascendente, el hombre pierde piso y el poder se dispara hasta las alturas satánicas. “La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible… Sujeto natural de derechos que nadie puede violar… Ni la nación o el Estado… Tampoco la mayoría…” (nn. 272-273).