Memorias y cobertura del jaripeo

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

Gonzalo Reyes

En el año 1990 cursaba el último de la licenciatura en Zootecnia, cuando en aquel entonces era estudiante en el Instituto Tecnológico Agropecuario número 7 de Morelia, asentado en territorio de Tarímbaro; a la vez que convivíamos con entrañables compañeros de mi generación y la planta de maestros que divulgaron las ideas que han abierto paulatinamente las vías de nuestras vidas.

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Para entonces alternaba los estudios con el trabajo del calzado y su manufactura que en el año 1982, inicie como ayudante de una gloria del deporte Raúl Castro Guzmán, quien alguna vez vistió la casaca de portero de aquel Morelia de su primer época en la primera división nacional; después; y ya como dueño de mi propio taller, dividía mi tiempo para atenderlo sin descuidar mi formación académica y sobre todo en el jaripeo, al que llegué por tradición familiar y al lado entre otros de los señores Mora, quienes han sido mis vecinos y amigos, a quienes elaboraba y arreglaba sus arreos charros y aditamentos para sus caballos: que a la fecha en las nuevas generaciones siguen su pasión. Y así convertirme en talabartero y posteriormente en curtidor de pieles y taxidermista.

Ya en el año 1991, terminé mis estudios; y en mi centro laboral, contaba con la visita de compañeros: y entre ellos gente del jaripeo y más que ahora son amigos y estuvimos como compañeros en este diario, como Jaime Lagunas, con quienes esencialmente abordábamos los temas concernientes al jaripeo toda vez que en La Voz, ya se escribían en este medio las notas de “Búfalo Vil”, mientras que Oscar Tapia, llevaba la crónica en su medio, a quien en varias ocasiones le manifesté mis análisis que tomó en cuenta.

En diciembre de 1992, Jaime Lagunas, al estar presente en una charla de jaripeo, que sosteníamos con Felipe Ayala (QDEP), Filiberto Espinosa, David Granados, Ricardo A. Reyes y algunos más; Entonces y después en la siguiente visita que como cliente me honraba Jaime Lagunas, me manifestó que, si todo eso de que conversábamos, me gustaría escribirlo, a lo que le contesté con mis apuntes en la mano “aquí lo tengo” y él me dijo, “pero en un periódico”.

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No entendí de momento, pero me estaba haciendo una franca invitación a escribir en La Voz de Michoacán, al manifestarme “lo que yo no sabía”, que él era uno de los reporteros gráficos en La Voz de Michoacán y que para ese momento ya no contaban con alguien que escribiera de jaripeos ya que “Búfalo Vil”, había emigrado. En ese instante me sorprendí al estar ante un personaje público reconocido y no lo creía, pero me dijo que me convenciera yo mismo, que fuera a la redacción del periódico, que me entrevistara con el señor Jesús Bejarano y que al final yo decidiera, ya que según lo que él escuchaba cada vez que estaba aquí; lo tenía convencido que yo haría bien lo que hasta la fecha he venido realizando y me sugirió que llevara algo escrito y que lo mostrara.

No pensé más ese día fue martes antepenúltimo de diciembre de 1992, me presenté en la redacción de La Voz al día siguiente miércoles y llegué al escritorio de un señor atareadísimo pero atento: le planteé a lo que iba, le mostré mi trabajo y me dijo que, pasando el año, el primer viernes de enero a 2 días más, viniera a ponerme de acuerdo con Artemio Nava, entonces editor de deportes, así lo hice y preparé otros escritos más sobre lo que platicábamos sobre jaripeos con mis amigos.

Ya con Artemio nos pusimos de acuerdo y el domingo 3 de enero de 1993 salió a la luz pública en este periódico la primera de las más 2000 notas que a la fecha se me han publicado, eso sin contar los diez años que estuve ausente. Siempre estaré agradecido con las personas que me apoyaron para llegar a esta tribuna, mis condiscípulos, todos los lectores, la familia Medina, por su confianza en mí, a mis compañeros del periódico y a la actual sección Morelia, que sigue publicando en las columnas de Opinión mis comentarios, crónicas y anécdotas, como la presente.

A todo su equipo de colaboradores que han hecho posible esta historia que ha cumplido 29 y que el próximo enero de 2023 cumplirá los 30 años, en que las letras aquí vertidas cambiaron el curso de mi destino.

Yo estaba convencido que me dedicaría en cuerpo y alma al desempeño de mi profesión en el campo, había rechazado diversas ofertas de trabajo en oficina y en aulas, que en ese entonces estaban en auge; yo quería ejercer entre animales y cultivos los conocimientos que durante 8 años prodigaron para mi persona mis mentores, dada la tendencia y genética del campo de la que provengo, pero las letras, lo que para mí era un galimatías, terminaron por absorberme, ya que de alguna forma estaría plasmando una de mis pasiones, lo que acontecería en los jaripeos que es un gusto que traigo muy arraigado por la presencia del toro que sigue subyugándome al continuar admirándolo como un ser maravilloso de la creación: el majestuoso genero bovino.

Para ese entonces ya con una hija de dos años y con 10 de venir dedicándome al trabajo de las pieles; con un taller en el que contaba con más de 500 pares de hormas para elaborar cualquier medida y tipo de calzado, con un banco de terminados y dos máquinas industriales para coser piel, además de toda la herramienta necesaria y con una gran cartera de clientes, reflexionaba que si no encontraba algún acomodo en alguna explotación agropecuaria, yo continuaría en ese trabajo que me había dado lo suficiente para vivir tres años de matrimonio y desde antes para terminar mis estudios y los de mi esposa que al faltarle un año cuando nos casamos, ya bajo mi responsabilidad continuó y terminó su carrera universitaria; no ocupaba más que seguir en lo que estaba.

Pero el destino con otra evocación tocó a mis puertas; “El Sino” puso a Jaime Lagunas en mi sendero y me ofreció la oportunidad que tantos esperan y que a la fecha siguen esperando, ser parte medular de un periódico de tanta trascendencia La Voz de Michoacán; las intensas y apasionadas pláticas sobre lo que acontecía en los jaripeos de aquellos años y los que ya había presenciado desde mi infancia convencieron a un duro sinodal para que yo recibiera la oportunidad de escribir sobre una pasión que siento y que la hemos encausado a otro nivel, ese sinodal fue el escrupuloso equipo de redacción con que siempre ha contado La Voz de Michoacán y a la fecha ese camino que me encausó este diario me ha dado para vivir otros horizontes y una vida que yo no tenía planeada, pero que sin embargo me ha dispuesto todo lo que he necesitado, pero sobre todo una validez a lo que escribo.

Sin darnos cuenta pasaron los años, 29 ya de aquellos momentos en que el giro de mi vida dio un cambio a otro panorama y que me encauso a conocer gente que ha desarrollado nuestra historia y tradición y en la que hemos tenido injerencia, al darle una visión diferente a los aspectos del jaripeo que hace más de 30 años estaban en el concepto de un espectáculo bárbaro, comparado con “circo romano”; y al paso esos conceptos los hemos cambiado y ahora el jaripeo es una alternativa que llegó a consolidarse como familiar al que acuden desde abuelitos hasta casi recién nacidos en armonía, donde las tradiciones surgen en esplendor, demostrando que las formas de vida no tienen nada de crueles, ni sanguinarias y muchos menos rasgos de barbarie, porque ya hemos dicho hasta el hartazgo que el jaripeo es la manifestación de la vida por la que ha pasado la historia de nuestro país. Y para no cambiar la brújula y en base a varios escritos de hace más de diez años extraigo el colofón de la presente nota que viene íntimamente ligada a mi historia en el mundo del jaripeo.

“En los momentos que esto escribo” tengo en mis manos un verdadero tesoro para la historia del jaripeo y sus adeptos, son los programas de mano de las temporadas de 1988 a la campaña 1995, que dejaron constancia de la actividad en la plaza de toros Monumental de Morelia, durante la última administración de El Padre Sánchez, quizá la más grandiosa época para el jaripeo que de carácter profesional, ya conquistaba las plazas de otras partes del país que ahora son su feudo; estoy hojeando y entrando a la gran historia que contienen esos clásicos programas de 40 centímetros de largo por diez de ancho, impresos por el desaparecido maestro Toedomiro Ginori Marroquín , en linotipo con tinta roja, azul reflejo o sus combinaciones, trabajados en papel revolución, con la inolvidable efigie del torito jorobado sin corneras ni verigero reparando sobre sus cuartos traseros, con un férreo jinete charro, que lleva su mano izquierda firmemente asida al pretal de lazo y que con la diestra mantiene en todo lo alto su sombrero de cuatro pedradas, mientras las espuelas de rodaja juegan a lo largo de las paletillas del enfurecido toro que muchos decían era El As de Oros. Pero después algunas empresas comenzaron a usar su logotipo propio.

En estos documentos que por cierto lo que anunciaban, se cumplieron al pie de la letra cada una de las letras impresas, se observa otra manera de presentar jaripeos, como debe de ser “Toros y Jinetes” con un orden escrupuloso entre las montas de acuerdo a la cantidad en dinero que venía defendiendo cada toro, dada su peligrosidad y contundencia en su accionar; los jinetes sabían si le entraban al desafió y no estaban contratados todos los participantes salvo los reconocidos, pero ya entrando a los noventas, el programa estaba asegurado, todos los toros traían a su jinete, algunos programas señalaban el premio otros no, pero la continuidad a desarrollar seguía siendo de acuerdo a la potencia de toros y jinetes; la banda de música como complemento ocupaba un modesto lugar en tan enorme cartelera y se anunciaba como gran novedad que venían con sonido.

En esta era del jaripeo las empresas de la Monumental de Morelia que figuraban como las pioneras del jaripeo profesional en las plazas del resto del país donde trataban de emular lo que aquí se venía haciendo tenazmente por más de treinta años eran; San Lorenzo de Álvaro López; A:R:S:A. de Arturo Ramos Santillán, de grandes ideas; Cerro de la Laja, de Martín Ceja, que fue trampolín para que nacieran otras empresas; Los Hermanos Reyes que ahora son Malboro; La Pionera de Cuto de la Esperanza, de don Pablo Cedeño, pionero del jaripeo de paga; de gran tradición y antigüedad La Meseta Tarasca, de Toño Reyes de Pátzcuaro y cuando dejó de presentar jaripeos La Presa De Chiquimitío, de Enrique Herrejón, en 1990 cuando enseguida aparece la empresa Montana, de Adolfo S. González; otros pioneros como Selección Michoacana o Huandacareo del padre Chema veían acción ocasionalmente, eso durante las temporadas de 1988 a 1995 y que tengo en mis manos los programas de la Monumental de aquella última gran época del jaripeo.

Que gran fortuna tuvimos los que atestiguamos aquellas jugadas que ahora se antojan de fábula, cuando todo era competencia y honor, cuando las ventajas no salían a relucir aunque ya las había, sin darse cuanto casi nadie, más que los que las llevaban cabo; pero que grandiosa época, cuando realmente se jineteaba a un toro, con una mano  firme en el pretal o las dos, siguiendo el ritmo del toro, como decían los jinetes, cuidando los giros de la cabeza y mandando su cuerpo al lado contrario de la fuerza gravitacional del animal, para mantenerse en equilibrio… aquellas eran verdaderas montas que emocionaban, no había el espectáculo grotesco de ahora con un jinete atorado y manos al viento agitándose macabramente para no recibir algún golpe del toro, con vestimentas estrafalarias que al jaripeo lo hacen ver más circense:, antes no había uniformes, era la simple ropa de trabajo de los que montaban porque casi todos venían del campo y del trabajo ganadero y agrícola a dignificar las grandes montas que en aquella oportunidad pudimos disfrutar.

El espacio se ha terminado, tengo datos de las cuadrillas que se fundaron en equipos para darse valor y enfrentar a las ganaderías que se empezaban a formar en los inicios de las evoluciones al jaripeo actual: y espero que esas sean líneas de reflexión cuando se publiquen y para la historia de algo que a la fecha ya no me motiva a seguir escribiendo lo actual, porque lo grandioso del jaripeo los mismos protagonistas que se juegan la vida han permitido que se valla por otro rumbo.