MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RUIZ “La política es el arte de engañar”, afirmó Nicolás Maquiavelo. Esto es una verdad incuestionable en nuestro medio, pues si no hubiesen engañado tantas veces al pueblo y si se hubiesen cumplido todas las promesas de campaña de los candidatos presidenciales, gobernadores, secretarios de Estado, senadores, diputados, presientes municipales, etc., etc., México sería una potencia mundial. Se ha afirmado que en el país han sido despilfarrados más millones de dólares durante los últimos sexenios que todo el dinero que se gastó en el Plan Marshall, el cual permitió la reconstrucción de Europa después de la Guerra Mundial II. El filósofo Baltasar Gracián dijo que “la política es el arte de hacer creer”. En apariencia, las frases de Maquiavelo y Gracián son lo mismo, pero no, puesto que se puede tener la mejor intención de realizar un buen gobierno y un político responsable hace varios ofrecimientos, pero las circunstancias no le permiten llevar a cabo sus propósitos. Ciertamente hizo creer a muchas personas que confiaron en él, pero no tuvo la mala fe, es decir, la intención deliberada de mentir, pues estaba convencido de que podría realizar una buena labor. A veces, son muchos los factores que intervienen. Por ejemplo, las presiones económicas, un sismo, lluvias torrenciales, etc. Ahora que se aproximan las designaciones de candidatos a los diferentes cargos de elección popular con miras a los comicios del 2018, existen tres posibilidades visibles en el escenario hasta el día de hoy: el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que ya tiene candidato, el Partido Revolucionario Institucional que está en un compas de espera, y el probable Frente Amplio Democrático, el cual hipotéticamente se integrará con el PAN, el PRD y algunos otros partidos más pequeños, además de asociaciones afines. En estos tiempos de crisis, se percibe en casi todos los aspectos de la vida nacional la urgencia de tener al frente del Poder Ejecutivo Federal a un hombre o una mujer con gran solvencia moral, además de una brillante trayectoria académica y, desde luego, experiencia dentro del servicio público. Muy pocos políticos pueden reunir estos tres requisitos indispensables. Algunos tienen la primera de estas características, pero carecen de la segunda, otros tienen la segunda pero carecen de las otras. Si el actual presidente de México quiere que su partido continúe en el poder, el PRI debe postular al Dr. De la Fuente, lo mismo el llamado Frente Amplio en proceso de integración, solo podría triunfar en los comicios del 18 con un candidato como el exrector de la UNAM y exsecretario de Salud. Pero la trayectoria de este mexicano excepcional no se reduce únicamente a los puestos señalados, ha ocupado algunos otros cargos en el ámbito internacional y también ha recibido múltiples reconocimientos por su labor en pro de la medicina, la educación y la cultura. Juan Ramón de la Fuente Ramírez nació en la Ciudad de México, el año de 1951. Hizo sus estudios de jardín de niños, educación primaria, secundaria y preparatoria en su lugar de nacimiento, donde también cursó la carrera de Médico Cirujano para continuar su formación en el campo de la Psiquiatría, especialidad que realizó en una prestigiada universidad de los Estados Unidos de Norteamérica. También asistió a cursos en la Clínica Mayo de Rochester, Mennesota, EE. UU. A. Sus vastos conocimientos y experiencia académica le permitieron tener un magnífico desempeño como catedrático de La Universidad Nacional Autónoma de México, fue Coordinador de Investigación Científica, Director de la Facultad de Medicina y Rector durante dos períodos. Fue Secretario de Salud de México y Presidente de las Academias Nacional de Medicina y Mexicana de Ciencias. Dirigió la Junta Directiva del Programa de la ONU contra el Sida en París, la Asociación Internacional de Universidades en la UNESCO y el Consejo de la Universidad de Naciones Unidas en Tokio. Es autor o coautor de veinticuatro libros. Sus publicaciones en revistas internacionales registran más de seis mil citas en la literatura científica mundial. Por sus contribuciones a la Salud y la Educación, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes que otorga el Gobierno de la República. Es Doctor Honoris Causa por 18 universidades en México, Canadá, Estados Unidos, Europa y Sudamérica. Actualmente preside el Consejo del Aspen Institute en México y dirige el Seminario de Estudios sobre la Globalidad en la UNAM, desde donde ha impulsado proyectos trascendentes como son la disponibilidad de opioides para el manejo del dolor severo, así como los derivados de la cannabis para uso terapéutico, y el derecho que tiene el ser humano a una muerte digna. Destaca también, el éxito editorial de sus últimos libros: “Marihuana y Salud”, y “A quién le importa el futuro”. Si se sostiene que podría ser un excelente prospecto para la presidencia de México, es porque así lo definen sus magnífico antecedentes e ideas muy valiosas. A continuación se incluyen algunos párrafos tomados de sus textos en diferentes artículos publicados en la prensa nacional y revistas de gran circulación, algunas de carácter internacional. “La corrupción es un fenómeno que ha socavado a buena parte de la clase política en México y en otros países del mundo. Dirigentes, tanto de izquierda como de derecha, han sido beneficiarios. No es un asunto ideológico, lo es de principios éticos. La aparición del ciudadano furioso (ante la corrupción, la desigualdad y la injusticia), es quizá la expresión más clara de la crisis que hoy viven las democracias occidentales. Al menos explica la regresión que significan el Brexit para el Reino Unido, el triunfo de Trump en los Estados Unidos y el crecimiento inusitados de candidatos xenófobos y ultranacionalistas en Alemania, Francia, Holanda y otros países europeos. También explica las movilizaciones populares que defenestraron al gobierno de Brasil e intentan hacer lo mismo con el de Venezuela ¿Cuál será su expresión en el México del 2018?” “Cuando se prolongan en exceso las esperas democráticas de justicia y bienestar, cuando se incumplen las promesas reiteradas de progreso y desarrollo, cuando se tiene advertencia de lo que pudo ser y no fue, de lo que hemos perdido y de lo que debió haber sucedido, surgen ineludiblemente el malestar, la decepción, el enojo, la frustración, el miedo y toda una gama de emociones que movilizan nuestra conducta, tanto individual como colectiva, y condicionan nuestras expectativas sobre nuestro propio destino. Pero además, la incertidumbre económica y las contingencias que de ella se derivan, estimulan la percepción de una suerte de engaño y abandono por parte del gobierno, lo cual a su vez genera sentimientos de vulnerabilidad e impotencia. Visto todo ello en conjunto, se pueden entender mejor las tensiones sociales que ha vivido el país en estos últimos años. Han sido demasiados los agravios acumulados.” “La desinformación ha sido un instrumento para la intriga. Los regímenes autoritarios la usan para imponer sus verdades y logran seducir a muchos, intimidar a otros y confundir a todos los que puedan. Sembrar la desconfianza entre unos y otros es una estrategia malévola, corrosiva, viral. Es capaz de generar guerras, derribar gobiernos y destruir familias. Se trata de un enemigo ante el cual es más fácil sucumbir de lo que parece. En principio, no hay estructura social que se salve. A menos, claro, que el embate desinformativo se ataje a tiempo con una estrategia eficaz y argumentos contundentes. Pero en el fondo, el único antídoto es la confianza, la credibilidad de quien lo desmienta. Y no siempre funciona”. “No tengo dudas que el progreso es tan solo un espejismo cuando sus beneficios no se comparten con las mayorías, con los sin voz, los sin techo, los sin trabajo, los sin opciones de una vida digna, más decorosas. Son ellos, justamente, los que conforman una buena parte de las bases sociales del populismo, tan en boga en estos tiempos”. “Pienso que la política no ha sabido adaptarse, al menos no lo hizo oportunamente, a muchos de los cambios que trajo consigo la globalización y que también están de tras de ella: la revolución digital, la información en tiempo real, la inteligencia artificial, los big data, la realidad virtual, la supremacía de las pantallas, sea en teléfonos o tabletas, etc. El homo tecnológico puede ser muy poderoso e incidir sobre la ciudadanía más que cualquier líder político convencional: moviliza a la comunidad desde un dispositivo móvil, le da voz a los que nunca la han tenido, envalentona a los individuos desde el anonimato, lanza proclamas capaces de destruir reputaciones en minutos, difunde hechos alternativos e invita a navegar en el mundo de la postverdad a quien así lo desea. Por el contario, también puede ser un buen aliado, según lo muestran algunos políticos particularmente hábiles en el tuiter. No obstante, persiste la duda sobre si los aliados políticos en la redes son personas o son bots. “Si es evidente que la política perdió el control de la economía, resulta aún más preocupante que sean ahora algoritmos los que empiecen a tomar las grandes decisiones que nos afectan de manera cotidiana, por aquello de que tienen menos posibilidades de equivocarse que las personas.” “La Organización Mundial de la Salud (OMS) se refiere a la violencia colectiva, cuando esta es usada como instrumento por parte de personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo (ya sea transitorio o con una identidad más permanente) contra otro grupo o conjunto de individuos, para lograr objetivos políticos, económicos o sociales. Tal definición incluye las guerras, el terrorismo y la violencia perpetrada por el Estado: la represión, la tortura, la desaparición de personas o el genocidio. También incluye a la violencia infligida por actos de odio (contra la diversidad sexual, por ejemplo) o por los afanes de lucro y otras formas de violación a los derechos humanos. Nuestro país, lamentablemente, cumple con muchos de estos criterios, entre los que destaca la agresión a periodistas, como grupo particularmente vulnerable. Decir que en México padecemos de violencia colectiva es una categoría diagnóstica. […] “El silencio es el principal aliado de la impunidad. Propicia que las amenazas se cumplan. No se queden callados, les dijo la canciller alemana Angela Merkel, a los periodistas y representantes de ONGs que se reunieron con ella hace algunos días en la Ciudad de México. Lamentablemente el silencio subsiste, con más frecuencia que lo deseable. Tal es el caso de la violencia sexual. Esta es la experiencia vilolenta que más síntomas postraumáticos causa.” “Destacan los autores que se refieren como fundamentos sociales de la felicidad: contar con alguien en tiempos difíciles, tener confianza en el entorno en el que se vive, poder tomar decisiones con libertad, ser generoso con los otros. En contraparte, la percepción de corrupción en el ambiente, la falta de empleo decoroso y el desencanto con el desarrollo, bajan la puntuación. […] De entre los factores negativos (los que supuestamente acercan más al individuo a una vida infeliz) aparecen inmutables: la pobreza, el desempleo, la baja educación y la enfermedad.”