MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RUIZ Después de 20 largos años de haberse fraguado la intención de apoderarse de Texas, la «independencia» de esta parte tan importante del territorio mexicano por sus grandes riquezas en el suelo y el subsuelo, fue reconocida por el gobierno estadounidense, lo cual produjo una gran tensión en las relaciones diplomáticas con México, y esta fue la causa provocada deliberadamente por los Estados Unidos para invadir nuestro territorio, a fin de justificar posteriormente como botín de guerra el robo artero de más de más de dos millones donde México tuvo soberanía, conforme a los tratados internacionales previos. Desde el año de 1842, como un alarde de la superioridad militar por la gran cantidad de jóvenes recién llegados de Europa y a quienes se les obligó a darse de alta en el ejército y la marina de los Estados Unidos, fuerzas de dichas instituciones ocuparon temporalmente las ciudades mexicanas de Monterrey y San Diego, en California. La situación internacional era sumamente difícil el año de 1845, pues, entre enero y febrero de ese año, la Cámara y el Senado de Estados Unidos sancionaron el tratado de anexión de Texas, el cual fue aprobado el 1 de marzo por el presidente Tyler. Ante este acto de rapiña, México declaró interrumpidas las relaciones y acusó a Estados Unidos de «despojar a una nación amiga de una porción considerable de su territorio». Las condiciones económicas de México eran críticas; razón por la que no hizo declaración de guerra ante semejante agravio a su soberanía y dignidad nacionales. Como ha sido tradicional en la política del vecino país del norte, en 1846, ese gobierno volvió a provocar a la nación mexicana, mediante la movilización de más fuerzas militares y navales, las cuales ingresaron al territorio mexicano. Ese mismo año, penetraron hasta la margen oriental del Río Grande, a fin de buscar pretextos que motivaran la invasión que se venía planeando. El general Zachary Taylor venía al mando de estos grupos especialmente entrenados para llevar a cabo tales maniobras. A tanto llegaron los abusos que el 25 de abril se produjo el primer enfrentamiento armado en La Rosita, cerca de la ciudad de Matamoros. El 13 de mayo el gobierno estadounidense declaró la guerra a México. Considerando que la Bahía de Monterrey era un punto clave desde el punto de vista estratégico, el 7 de julio fue tomado el puerto de Monterrey en la costa del Pacífico por el comodoro John D. Sloat, anunciando la ocupación de toda California. El 15 de agosto el coronel Stephen W. Kearny tomó posesión de Nuevo México. Entre el 21 y el 24 de septiembre las tropas estadounidenses ocuparon la ciudad de Monterrey. 1847, los días 22 y 23 de febrero tiene lugar la batalla de Buena Vista, el 29 de marzo la conquista de Veracruz y el 18 de abril la batalla de Cerro Gordo, que posibilitó a los agresores estadounidenses la rápida conquista de Xalapa, Enríquez y Puebla. El 19 y 20 de agosto se produce la batalla de Contreras, con enormes pérdidas para las fuerzas mexicanas. El 1. de septiembre se dio inicio a las negociaciones. Las autoridades mexicanas consideraron inaceptables las duras condiciones impuestas por los agresores, los que pretendían arrebatar más de la mitad de nuestro territorio. Se reinician las acciones bélicas. El 8 de septiembre fue un día trágico para el ejército mexicano, pues en esta fecha tuvieron lugar las batallas de Casa de Mata y Molino del Rey, que abrieron el camino a la capital mexicana a las tropas estadounidenses. Después de lo ocurrido en las contiendas mencionadas, los soldados norteamericanos se impusieron una tregua, para curar a sus heridos y enterrar a los muertos, ya que allí perdieron la vida más de ocho cientos soldados norteamericanos. A raíz de estos hechos, los generales Scott y Worth tuvieron discusiones muy agresivas, lo cual ocasionó que el segundo fuera relevado de su mando. Por parte de las fuerzas mexicanas cayó abatido el valiente Coronel Lucas Balderas. La ciudad de México estaba casi desprotegida, ya que se carecía casi de todo desde el punto de vista militar, los pocos recursos eran utilizados en forma improvisada, pues no existía una estrategia elaborada por jefes militares expertos, además ya no se contaba con suficientes municiones ni piezas de artillería, con la finalidad de frenar las ambiciones desmedidas de los ladrones y enemigos que estaban dispuestos a tomar la capital mexicana al precio que fuera. Antonio López de Santa-Anna proclamó que él en persona había dirigido la defensa de Molino del Rey, habiendo obtenido un éxito rotundo sobre los enemigos e hizo repicar las campanas en señal de júbilo, además de haber ordenado que se tocaran dianas en todos los cuarteles mexicanos. Era inconcebible el cinismo y la estupidez del señor Santa-Anna. La realidad era muy diferente, ya que en las garitas no se tenía el parque indispensable, los grupos de soldados allí apostados eran muy reducidos, y tenían que enfrentar los ataques de hasta doce piezas de artillería y las columnas de infantería que cada vez era más reforzada por las tropas de reserva. El general Santa-Anna estaba consciente de la situación, al grado que se escuchó un fuerte balazo en todo el Palacio Nacional, y él montó su caballo y salió huyendo hacia la garita de San Antonio. La ciudad de México estaba rodeada por las fuerzas norteamericanas: el general Scott y sus hombres residían en el llamado palacio del arzobispo, la brigada del general Worth se hallaba en casas del pueblo, y las divisiones de los generales Pillow y Quitman se encontraban acantonadas en Coyoacán. La retaguardia y reserva, dirigidas por los generales Smith y Twiggs se habían ubicado en San Ángel. La noche del día 11 las divisiones de los generales Smith y Twiggs se movieron silenciosamente hacia Tacubaya. Esa misma noche establecieron cuatro baterías, compuestas por dos piezas de 16 pulgadas y un obús que fue instalado en la Hacienda de la Condesa; la segunda compuesta por una pieza de 24 pulgadas y otro obús de ocho; la tercera consistente en un cañón de 16 pulgadas y un obús de ocho, y la cuarta que contaba solamente con un mortero de diez pulgadas, todas dispuestas para batir el Castillo de Chapultepec. Muchos hombres con elevado sentido patriótico se presentaron voluntariamente para colaborar en la defensa de la patria, pero la situación era muy penosa. Las familias emigraban para ponerse a salvo. El castillo estaba equipado solo por dos piezas de artillería de 24 pulgadas, una de ocho, tres de campaña de 5.4 y un obús de 6. En total 7 piezas. Para la defensa del Castillo de Chapultepec, sede del H. Colegio Militar, se había designado al Gral. Nicolás Bravo y su segundo era el Gral. Mariano Monterde. Los defensores de esta hermosa construcción eran doscientos hombres que se habían colocado al pie del cerro, al interior del Colegio estaban los alumnos, soldados y militares de carrera. En total no llegaban a ochocientos hombres. Batalla de Chapultepec. El 13 de septiembre a partir de las cinco de la mañana se iniciaron las hostilidades, las cuales no cesaron hasta las siete de la noche, según refieren testigos presenciales de esta lucha. Al decir de uno de los cronistas de la época, el bombardeo había sido horrible. El castillo no era una fortaleza. Por consiguiente, fue destruido en muchos de sus costados, ya que este había sido construido como casa de campo para los virreyes. Uno de los personajes que presenciaron la batalla dice lo siguiente: “En las piezas del mirador, destinadas a hospital de sangre, se encontraban confundidos los cadáveres corruptos, los heridos exhalado dolorosos quejidos y los jovencitos del Colegio, muchos de ellos ahí tendidos, pues se carecía de botiquines y médicos. El general Bravo había resistido con valor aquella tormenta de fuego…” Las columnas que encabezaban los generales Pillow, Quitman y Worth, rodearon el bosque. Muchos de los oficiales fueron hechos prisioneros por el general Brower, entre ellos el general Bravo. Ahí quedó demostrado el patriotismo de muchos mexicanos. Los mexicanos, carentes de armamento al mismo nivel que el norteamericano, actuaron con mucha valentía y pundonor en la defensa de su patria. No obstante, los generales norteamericanos con sus divisiones muy bien armadas entraron por diferentes rumbos, una vez que habían derrotado a los patriotas que estaban en las garitas, muchos de los cuales murieron en esas acciones. Los americanos o gringos entraron por diferentes calles, cometiendo toda clase de abusos, robos, etc. Algo sumamente vergonzoso para muchos mexicanos adinerados fue el hecho de que ellos censuraron la conducta valerosa de muchísimos mexicanos de clase media y baja que regaron su sangre en plazas y calles de la ciudad de México. Tiene sobrada razón el historiador y maestro Juan Brom, quien afirma: “Aparentemente, México estaba en condiciones de triunfar en esta guerra. Sus soldados eran valientes, habían adquirido experiencia de combate en las constantes luchas anteriores y cada uno de ellos tenía la misma o mayor capacidad militar que los combatientes norteamericanos. […] La enorme extensión del país y sus escasas y malas comunicaciones constituían un grave obstáculo para el invasor.” “La causa principal residía en la situación interna. Las rivalidades entre los jefes militares dificultaron y llegaron a impedir su necesaria colaboración; además, con frecuencia las tropas carecían del abastecimiento requerido en armas y alimentos. A esto se deben añadir las pugnas entre la Iglesia y el poder civil, así como la actitud de muchos gobernadores, que no colaboraron a la lucha nacional. En resumen, el país carecía de la unidad y de la organización indispensables par una defensa eficaz.” El gran Melchor Ocampo ya había propuesto que se utilizara la guerra de guerrillas, la cual es el medio más eficaz para luchar cuando se conoce la geografía y sus accidentes, ríos, arroyos, plantas comestibles, etc., tal y como sucedió en Viet-Nam, donde los norteamericanos, con la mejor tecnología militar del mundo, no lograron vencer al heroico pueblo de ese país de oriente. La lección sigue vigente. Los mexicanos nunca reconocemos el valor de otro mexicano. Es tiempo de unirnos para superar tantas carencias. Ahí están los problemas que dejaron los sismos y ciclones Sería conveniente que los diputados y senadores, gobernadores y toda la clase política, así como los empresarios que se han enriquecido a costa del pueblo, donaran un mes de sueldo, para resarcir un poco la pésima imagen que de ellos se tiene y ayudar en algo al sufrido pueblo mexicano, hundido fatalmente en la pobreza extrema, aunque algunos digan lo contrario.