MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ RUIZ En las calzadas que unían la ciudad con tierra firme, se formaban grandes caravanas provenientes de los cuatro puntos cardinales. Al pasar por las aduanas, les eran revisados sus tributos, consistentes en telas de algodón y de fibra de maguey, ropa de todas clases, maíz, cacao, miel, sal, chile, tabaco, materiales de construcción, muebles, vasijas, oro, plata y otros metales, turquesas finamente trabajadas, plumas deslumbrantes, conchas marinas, jade, cochinilla, incienso, caucho, papel, taparrabos, escudos, trajes de guerrero, animales vivos, pieles curtidas, joyas preciosamente elaboradas; águilas y serpientes para el zoológico del rey; enanos, jorobados, albinos, los cuales eran destinados al servicio en el palacio; vírgenes que se incorporan a “la casa de la alegría”, institución protegida por Huitzilopchtli, cuyo objeto era atraer nuevas almas. Esos pagos al reino que dominaba una amplia región del México prehispánico tenían carácter obligatorio, pues si no se entregaban puntualmente, los pueblos bajo el mando del rey Moctezuma II eran severamente castigados por el ejército azteca, integrado por soldados muy bien armados y entrenamiento óptimo. Los aztecas eran educados conforme a la doctrina del dios Quetzalcóatl que buscaba siempre el perfeccionamiento interior del hombre como meta suprema de su formación, la cual tenía un gran contenido religioso. Sobre el lago había jardines flotantes o chinampas, en los cuales se cultivaban diferentes plantas, lo mismo hortalizas que algunas de ornato. Desde que se inició la construcción de la ciudad sobre unas islas, los primeros habitantes tuvieron que resolver el problema de la falta de terreno suficiente para sembrar, siguiendo el ejemplo de los toltecas y algunas otras tribus cercanas a los lagos, construyeron esas pequeñas islas artificiales, hechas mediante la acumulación de lodo extraído de las partes menos hondas del lago para colocarlas en los bordes pantanosos de la isla, donde encajaban grandes estacas y luego hacían unas como balsas o armazones a base de troncos amarrados con ixtle, hilo que se extrae del maguey, sobre las que ponían, además de la arcilla otras sustancias muy ricas en sales, raíces, ramas y hojas secas, pero la mejoraban con fertilizantes como podían ser plantas del lago en descomposición, excremento de murciélago, etc. Eran verdaderas extensiones de tierra fértil, siempre húmedas y en cualquier estación del año se podían sembrar varias plantas: maíz, frijol, camotes, chiles, calabazas, calabacitas y jitomates, tomates o miltomates, verduras, etc., que fueron muy importantes en la alimentación del pueblo azteca. Las regaban con largas cucharas de madera. Además, se podían criar allí aves domésticas. Con las chinampas resolvieron el problema de la falta de tierra. El nombre de la ciudad fue Tenochtitlan, que significa el lugar del tenochtli, o sea, el nombre del nopal de tuna que nació en una roca. También dicen algunos códices que se llamaba así en honor a Tenoch, que fue uno de los sacerdotes que condujeron al pueblo azteca; y la palabra México se refiere al águila y la serpiente, esto es, el símbolo de Mexitl, otro nombre del dios Huitxilopochtli, aunque hay quienes sostienen que las raíces del nombre de México son metztli, la luna, y xictli, ombligo o centro, es decir, la ciudad que se encuentra en el centro del lago de la luna, que era el nombre antiguo: Metziliapan. Había tres clases de calles: algunas eran de tierra firme; la mayoría eran canales por donde transitaba una gran cantidad de canoas, y las demás tenían camellones al lado de las casas y edificios, también aceras para que caminara la gente y en medio había canales. Algunos canales o avenidas eran muy grandes, por ellas solamente se desplazaban las canoas. Mediante dichos canales se conectaban unos lugares con otros para facilitar la circulación de personas, animales y cosas. Era una maravilla natural. En el centro de la ciudad, había muchos edificios de formas cúbicas, las casas más grandes tenían preciosos jardines en las plantas bajas y altas, había mucha gente que caminaba en diferentes direcciones, usaban túnicas de algodón en colores: rojo, azul, blanco, negro, dorado, con adornos pintados. La mayoría agregaba a su aspecto personal collares de piedras de distintos colores, aretes de oro y plumas de aves muy vistosas. Toda la ciudad era de una simetría bien trazada, dividida en cuatro campan o sectores, los cuales se llamaban Aztacualco, Cuepopan, Moyotlan y Teopan. Los dos primeros bajo la protección de Quetzalcóatl y los otros dos al amparo de Tezcatlipoca. Cada una tenía veinte calpullis o barrios, los calpullis se dividían en tlaxilcalli o canales en forma paralela a una amplia calle; para atravesar los canales la gente pasaba por unos puentes de madera que eran retirados durante la noche. Desde el Templo Mayor salían cuatro avenidas hasta las calzadas, construidas hacia los cuatro puntos cardinales: al norte, la del Tepeyac; al sur, la de Iztapalapa; al poniente, la de Tlacopan o Tacuba, y al oriente hay otra hacia Texcoco que se divide hacia dos diferentes destinos. La limpieza y el orden que había en toda la urbe eran sorprendentes. Toda la vida del pueblo azteca, mexica o tenochca, giraba en torno de la religión, casi no existía ninguna actividad que no tuviera esa orientación. El gran Teocalli, palabra que está compuesta por dos vocablos del náhuatl: teotl que significa energía o fuerza y calli, casa. Era una grandiosa construcción cuadrada que tenía labradas sobre sus bardas perimetrales unas culebras entrelazadas. Cada una medía 500 metros, formando un cuadrado, abarcando 25 000 metros de superficie. Tenía esa forma porque los aztecas o tenochcas creían que el universo era cuadrado. Por eso su templo más importante tenía cuatro puertas muy grandes, las cuales daban hacia los cuatro puntos cardinales, desde donde se iniciaba cada una de las calzadas que comunicaban a la gran ciudad con el exterior. Razón por la cual, el número cuatro era sagrado, aunque también otros números como el seis, pues en lo alto estaban los dioses y hacia abajo de la tierra se encontraba el reino de la muerte, el Mictlan, el lugar en que reinaba Mictlantechtli y Mictececutli, que también eran los amos del infierno, dos lugares más que se sumaban a los cuatro puntos cardinales y así resultaban seis. Ahí se daban los contrastes entre dos cuestiones opuestas: la vida y la muerte. Al igual que para otros pueblos también el número siete era cabalístico. Las grandes construcciones eran bellísimas, de formas cúbicas, cilíndricas, cónicas, etc., dedicadas a los diferentes dioses En el interior del templo mayor estaban la Casa de las Águilas, dedicada a los guerreros conocidos como caballeros águilas; dos templos dedicados a Xochipilli, dios del amor, la danza, las flores, el canto, la alegría y el placer; la torre del Gran Teocalli que medía 60 metros de altura, aproximadamente, con escaleras de 113 gradas y una base irregular que medía 83 por 78 metros, la cual simboliza el nivel terrestre, las escalinatas son el camino hacia la región celestial y los recintos adoratorios de la parte más alta representan al Omeyocan o máximo cielo. Era el templo más importante, pues en este lugar estaban los dioses que regían la vida política, económica, religiosa y social de los aztecas, la cual tenía como sustento la agricultura, la guerra y los tributos. Allí habían colocado a Hutzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, y a Tláloc, dios de la lluvia y el agua; otro templo dedicado a la diosa Xochiquetzal, nombre que procede de las raíces: Xóchitl, flor; y Quetzal, pájaro florido; es la joven diosa de la belleza, el amor, el placer y las artes, está relacionada con la fertilidad y la hermosura de la naturaleza. Por ello, se asocia a Tláloc. Otro templo servía para honrar a Chicomecóatl, que significa siete serpientes, es la diosa de la subsistencia, especialmente del maíz, también patrona de la vegetación; en otro lugar, estaba el templo de Ehecatl, dios del viento que barre para que lleguen las lluvias, propiamente se le identifica como otra manifestación del dios Quetzalcóatl; se le rinde homenaje a Cihuacóatl o Ciucóatl, divinidad azteca, mitad serpiente y mitad mujer. La primera mujer que dio a luz, considerada como la protectora de los partos. Fue la madre de Mexicóatl, al que abandonó en una encrucijada de caminos. La tradición dice que regresa frecuentemente a llorar por su hijo. Coacalco era la sección donde tenían los dioses de las naciones vencidas. Calmecac, el colegio o seminario en el que estudian los hijos de los nobles aztecas. Tzompantli era el altar cubierto con calaveras de las víctimas de los sacrificios humanos a Hutzilopochtli. El juego de pelota que tenía una gran significación religiosa. El templo de Tonatiuh, el Quinto Sol. Había más de sesenta construcciones dentro del área destinada a las actividades religiosas. Las ceremonias, el aseo y mantenimiento de todo el Templo Mayor estaban encargadas a 5,000 personas, entre sacerdotes, monjas, adjuntos, administradores, ayudantes, trabajadores manuales, etc. El palacio de Moctezuma II, (en el lugar donde se encuentra actualmente el Palacio Nacional) era un edificio de grandes dimensiones, todo construido de cal y piedra, con veinte puertas que daban a la plaza y a varias calles. En el interior había tres patios muy amplios y en uno de ellos estaba una fuente. A los lados de cada patio se hallaban muchos salones y más de cien piezas pequeñas. Los pisos tenían baldosas parecidas al mosaico, pero muy bien elaboradas, las paredes habían sido recubiertas con mármol y los techos eran de cedro rojo, ciprés y otras maderas finas trabajadas con especial esmero. En el interior estaba la casa de las aves donde se encontraban únicamente las que no eran de rapiña. Más adelante, había muchos cuartos y corredores, al fondo una gran cantidad de árboles, debajo de los cuales el rey tenía diez estanques, la mitad de agua dulce para las aves acuáticas de río y la otra mitad con agua salada, traída especialmente del mar, para las aves que se desarrollan en ese ambiente. En otras instalaciones exclusivas se encontraban las demás aves. Todos esos animales eran atendidos por más de 300 empleados. También existía allí la casa de las fieras, la cual estaba dividida en varios lugares cerrados: uno para las aves de rapiña, otro donde se podía ver toda clase de animales salvajes: tigres, coyotes, lobos, gatos monteses, pumas, etc., a los que se les alimentaba con carne de ciervos, conejos, liebres y techichis (especie parecida a los perros, pero sin pelo e incapaces de ladrar). En otro espacio había muchos lagartos, cocodrilos y serpientes. Este zoológico era para el entretenimiento del monarca y de los nobles. En el palacio había una sección muy grande, donde se guardaba todo tipo de armas, además de uniformes, insignias y adornos militares. Como pueblo combativo poseía toda una industria relacionada con el arte de la guerra que empleaba un gran número de trabajadores: artesanos, plateros, trabajadores del mosaico, escultores, pintores, pero sobre todo carpinteros y especialistas en la fabricación de escudos, macanas con filos de obsidiana, cuchillos, arcos y flechas, dardos, tiraderas, lanzas, etc. Otro de los lugares de mayor importancia era el mercado de Tlatelolco, donde se realizaban la comercialización de una gran cantidad de productos, los cuales eran objetos de compra-venta en medio de una enorme multitud ahí reunida, 50,000 personas. Entre otros seres y cosas que se encontraban en los diferentes puestos, con un gran orden, pues todo estaba colocado en forma muy bien acomodada para que los compradores supieran a dónde acudir conforme a sus necesidades. Había joyas de oro y plata, plomo; piezas hechas de cobre, latón y estaño; además otras elaboradas en hueso, jade, concha, caracol y plumas; también piedras preciosas o joyas con dichas piedras incrustadas; en otra parte estaban la cal, adobes, ladrillos, baldosas; una calle para las aves como gallinas, guajolotes o pavos, codornices, tórtolas, palomas, güilotas, pajarillos silvestres, papagayos, búhos o tecolotes, águilas, halcones y gavilanes. En otro sitio estaban en venta conejos, liebres, venados y perros llamados chichi, itzcuitli, xochiocóiotl, xoloitzcuintli, tetlamin y teuitzotl que los aztecas engordaban como parte de su alimentación. En otros espacios había toda clase de plantas de ornato y medicinales o raíces con propiedades curativas que se expendían en boticas o farmacias, en las cuales se podían adquirir medicinas producidas por expertos; peluquerías, donde cortaban el pelo y rasuraban, además de lugares en los que se vendían comida y bebidas. Por otro rumbo, estaban a disposición del comprador leña, carbón, copal, braseros, camas y otros muebles; fruta en abundancia como ciruelas, cacahuates, camote, calabazas y verduras; también chiles, ajos, mastuerzos, berros, borraja, cacao y frijol; más adelante, se vendían miel de abeja y de caña de maíz y de maguey, esta última planta muy utilizada en la producción de pulque (bebida alcohólica). Del maguey también sacaban hilos resistentes para elaborar reatas, prendas de vestir, costales, incluso como material para la construcción de casas. Otros comerciantes tenían establecimientos en los que vendían telas de algodón y seda, mantas, taparrabos, faldas, camisas, blusas, capas, túnicas, vestidos; pinturas de todos los colores y matices. En otra calle, estaban las ollas vidriadas y de vivos colores, cazuelas, jarros, vasijas y tinajas de diferentes tamaños; también había metates, molcajetes, vasos y tazas de diferentes materiales y platos de madera, cuchillos de pedernal u obsidiana, hachas de cobre; madera para diferentes usos: tablas, vigas, resina para antorchas, ocote, papel de corteza de árbol o de maguey; tabaco, pipas cilíndricas y muchísimas cosas más.