Ada Estela Vargas Cabrero Vivir 14 años en la ciudad de México es encariñarse con la adorable Chilangópolis, mosaico de las regiones del país donde encuentras los platillos regionales más exóticos de los estados, aprendes a comer muchos vegetales, te enseñas a ahorrar. Por ejemplo, si te sobraron tortillas, remójalas, licúalas y haz tamales y reciclaste, ahorraste y comiste sabroso. Jamás probarás una quesadilla de flor de calabaza más deliciosa con su salsa martajada y la masa tiernita, te escurrirá su jugo y pedirás otra. Garantizado. Ir al mercado es ver tantas cosas: tripas de pollo cocidas, bien lavadas y partidas en trocitos para taquear o habas toluqueñas cocidas, tiernas, gigantes y ricas. Y su rama de papaloquelite, para morder taco y yerba. Pilinques de chicharrón, deliciosos (Pedacitos que dejan los trozos grandes al moverse), chicharrón aprensado, si le gusta el menudo ya está blanquísimo, cocido, listo para que se guise al gusto. Patas de res y de puerco, igualmente cocidas par hacer tostadas o capearlas con huevo y hacerlas en torta con algún caldillo de jitomate, tomate o chile colorado con guajillo. Te facilitan todo, porque está también el maíz de color o blanco cacahuazintle para el delicioso pozole. Lo puedes hacer blanco, rojo o verde, al estilo Jalisco, Guerrero o Michoacán. Eso sí, las carnitas no te los recomiendo porque son rojizas pues le ponen sal de nitro a la carne de puerco. Ir a La Viga y llevar a casa camarones abrirlos, cocerlos y dorarlos en ajo y aceite de olivo Mmmmh o huachinango fileteado, pues pones el sartén con su aceite de oliva y dientes de ajo que no deben ponerse negros porque amargan y se echan a perder los filetes, cubiertos de harina con harina, sal y pimienta y pura vida. Ir a comer los tamalotes de Tepito, rellenos con una pieza entera de pollo y su atole de tamarindo. Y aquellos caldos Zenón que hubo en numerosos expendios: caldo de pollo cocido con las menudencias, garbanzos y arroz. Recorrer sus colonias, las catrinas y las pobres, con cuidadito por aquello de los rateros, para ver la diferencia y el encanto de esta ciudad querendona. Todo paraíso tiene una serpiente y en México son los deslaves, aguaceros con inundaciones o los temblores de cuando en cuando. Ver sin poder salir desde un octavo piso de Avenida Juárez la oscilación a izquierda y derecha de los edificios de grandes bloques es algo increíble; solo la Torre Latinoamericana se mueve distinto: se inclina un lado y luego el otro, el edificio insignia como el llamado Ángel de la Independencia que no es tal, o la Diana Cazadora que tampoco es tal. Pues ya nadie sabe historia. Los temblores ocurren de vez en cuando, con precisión pero sin fecha definida, como al ahí se va. Y una y otra vez hay luto, dolor, tristeza, pérdidas económicas y una y otra vez los amantes de Chilagópolis la reconstruyen. Quienes conocen mundo dicen es una ciudad fea, sin embargo acaban enamorados de ella y aferrados. Algo tiene de paloma herid con cada desastre y algo tiene de nueva vida en cada reconstrucción. Una vez más la madre tierra se enojó y lo avisó el Popocatépetl, pero han olvidado su lenguaje. Aunque se tenía la certeza de que iba a ocurrir un gran temblor. Sin embargo, no hay modo de prevenirlos y los vives o mueres en ellos, como lotería fatal. En cada temblor hay héroes humanos y héroes peludos cuya labor es premiada a veces, con una digna jubilación como rescatistas. Hoy, el país está de luto, la paloma yace herida hasta que la curen.