Pedro Núñez González Se ha señalado en este espacio que al hablar de temas urbanos y particularmente de movilidad, el diálogo se complejiza al poner las opiniones bajo el frágil tamiz de la percepción, construyendo las opiniones en la mayoría de los casos “arriba del auto”, esto nos lleva a desenfocar la discusión y a callejones sin salida en la búsqueda de soluciones, por lo anterior, debemos insistir en construir nuestras opiniones a partir de datos y pasar de la realidad percibida a la realidad estadística. En México, no se miden los impactos de la congestión vehicular en sus ciudades trasladando a sus habitantes el costo que genera, propiciando inequidad por la falta de inversiones en el transporte público y por la falta de soporte de políticas públicas que las fortalezcan. En el año 2018, el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) realizó el estudio El Costo de La Congestión: Vida y Recursos Perdidos, que junto con SinTráfico, midieron los impactos de la movilidad y la congestión vehicular en 32 ciudades del país y su relación con el costo en tiempo, calidad de vida, competitividad y desarrollo económico, proponiendo alternativas para lograr revertir los resultados obtenidos y que los habitantes de las ciudades en México carguen con el alto costo generado. Se observó que el costo anual que generan los traslados que hacen los mexicanos, en promedio cuesta el equivalente a 264 horas o 11 días en automóvil particular y de 432 horas o 18 días en transporte público; aumentando en la Ciudad de México, 5 días para el automóvil particular y 2 para el transporte público, la relación en el aumento del promedio nacional respecto de la Ciudad de México es indicativo de los avances importantes en mejorar el transporte público masivo como única alternativa de solución por su número de habitantes. Como lo señalan estos estudios, la congestión vehicular es generada por el alarmante aumento número de autos, por ejemplo, en la zona metropolitana de la Ciudad de México pasó de tener en 1990, un parque vehicular de 2.6 millones de autos a 11.4 millones en el 2017 y con esto en los mismos periodos, disminuir la velocidad promedio en horas pico de 38.5 km/h a 6.42 km/h; la relación entre el número de autos y el de habitantes en ese mismo periodo es igualmente desproporcionada, ya que esta proporción en 1990 paso de ser de 1 auto por cada 12 personas en 2015 era de 1 auto por cada 3 personas. Otro dato que debemos reflexionar es qué en México, en promedio nos movemos en automóvil propio el 24 por ciento de las personas y la inversión en infraestructura vial es del 47 por ciento del presupuesto, mientras que el transporte público lo utilizan el 39 por ciento de habitantes y tan solo se invierte el 1.2 por ciento del presupuesto, con casos alarmantes como el de Acapulco en donde se invierte el 93 por ciento en infraestructura para el automóvil y el transporte público lo utiliza el 47 por ciento de su población. Sobra mencionar que es mayor la desproporción por el bajo monto del presupuesto que se destina a la movilidad activa. Los estudios encontraron que el costo de la congestión vehicular en el país cuesta alrededor de 94 mil millones de pesos al año, Morelia suma a esa cantidad casi 900 millones de pesos, cantidad mayor que la que genera Aguascalientes en donde sus habitantes tienen mejores ingresos per cápita, esta cantidad la pagan el 70 por ciento los usuarios del transporte público y el 30 por ciento quienes usan un auto propio, el tiempo que genera es equivalente a leer 15 libros, hacer 15 cursos en línea o ver 40 películas durante el año. Los estudios del IMCO concluyen en que una población próspera y productiva requiere ciudades que prioricen a las personas y no a los autos, para ello propone 9 estrategias de solución: 1. Invertir en transporte seguro, eficiente y limpio, así como en infraestructura para la movilidad activa; 2. Hacer que el transporte público sea financieramente sostenible otorgando descuentos a la población vulnerable; 3. Desincentivar el uso del automóvil a través de impuestos verdes; 4. Hacer eficiente el uso del espacio público, instalando parquímetros, cobro de vialidades urbanas, limitando el número máximo de autos, entre otras acciones; 5. Promover el crecimiento urbano compacto; 6. Promover la vivienda social en zonas centrales; 7. Ofrecer sistemas centralizados de información que permita a los habitantes tomar decisiones multimodales para sus traslados; 8. Medir y reportar a los ciudadanos acerca de los resultados en las políticas y las acciones realizadas en movilidad; y 9. Permitir la operación regulada de iniciativas de movilidad como servicio. Con lo anterior, podemos entender el trabajo que nos falta por realizar en Morelia, por más que hablemos del potencial que ofrece su ubicación geográfica, si no trabajamos en lograr aumentar indicadores de movilidad, costo y calidad de vida, no estaremos en condiciones de ser considerados en el desarrollo que tiene la región del bajío, además la modificación de estos indicadores estaría impactando en la mejor capacitación de las personas que trabajan en el sector turístico de la ciudad. Si analizamos las propuestas que realiza el IMCO, en Morelia estamos iniciando prácticamente en esta visión enfocada a las personas y no a los autos, que, aunque genera muchos cuestionamientos al momento de los planteamientos en lo local y más aún al ejecutar los proyectos, es el camino para una ciudad más equitativa e incluyente, enfoquemos la discusión y hagamos de este tema una exigencia ciudadana, finalmente su costo lo pagamos sus habitantes. colecciudad@gmail.com