Aunque sea huachicol Luis Sigfrido Gómez Campos El hecho es que ha escaseado la gasolina en algunas entidades de la república mexicana. “Gasolina sí hay”, dice el gobierno federal, pero se solicita la comprensión del pueblo mientras se toman medidas emergentes y necesarias para que los malos no sigan ordeñando los ductos, saqueando el petróleo que nos pertenece a todos. El desabasto ha llegado a ser, en algunas partes, preocupante. Enormes filas de autos cuyos propietarios pernoctan en su interior esperando la llegada de las pipas. Y, cuando éstas llegan, en un santiamén se agota el combustible. Es comprensible la desesperación de muchos ciudadanos que les toca sufrir este “viacrucis”. La desesperación les pega sobre todo a las clases medias que están acostumbrados a ir hasta la tienda de la esquina en auto. Pero los ciudadanos de a pie, los desposeídos, acostumbrados a caminar grandes distancias, o trasladarse en servicio de transporte colectivo, no les toca padecer, en la misma medida, esta incomodidad. ¡Claro! Les ha tocado “sufrir” las consecuencias del desabasto. A lo mejor el repartidor de gansitos o el de las coca colas no aparece con tanta frecuencia por la tienda de la esquina, pero eso es peccata minuta para quien carece de todo. ¿Que de esto se aprovechan los detractores de Andrés Manuel para calificar a su gobierno de ineptitud? Es claro. Así es la política. No desaprovechan ni desaprovecharán ningún error para desacreditar todas sus acciones. Leí en algún lado: “apenas van 40 días de gobierno y ya hizo que se perdieran millones de dólares en el aeropuerto de la Ciudad de México; corrió a miles de trabajadores y nos dejó sin gasolina”. Por su parte, los simpatizantes de López Obrador entienden y justifican estas medidas como necesarias para realizar todos los ajustes que requiere la Cuarta Transformación de nuestro sistema; “para acabar con el cochinero que dejaron quienes gobernaron para sí durante estos últimos 36 años de neoliberalismo”. Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones con de 30 millones de votos, por lo que resulta indiscutible que cuenta con el respaldo, la aceptación y la simpatía de un porcentaje elevado de la población que no se amilana por los ataques a su líder; mas bien se encrespa en una cruzada cibernética de lo que asume como una obligación patriótica: la defensa del nuevo presidente al que debe dársele la oportunidad de demostrar que cumplirá con todo lo que prometió. A ese diferendo o lucha cibernética de dimes y diretes que se da de manera paralela en los medios tradicionales, la radio, la televisión y la prensa escrita, algunos le han llamado “polarización”, para referir que existen dos posiciones políticas encontradas, encrespadas y, muchas veces, poco tolerantes. Pero, para que haya una polarización, dice un avezado columnista, debe haber dos polos, y él nomás observa uno, el de la mayoría abrumadora de simpatizantes del presidente de la República; los demás, en síntesis, no son más que una minoría reaccionaria confrontada y confundida con sus propios intereses mezquinos. Convengamos en que no existe una tendencia hacia la “polarización” de estas dos posiciones políticas: la de los simpatizantes de AMLO y la de sus detractores. Existe una abrumadora mayoría que lo respalda y una minoría resentida, poco significativa en términos de cantidad, pero que está presente de manera permanente en las redes sociales y en los medios, aprovechando cada error del nuevo gobierno, para criticar. No darle la importancia a esa minoría desubicada y molesta pudiera ser, a la larga, un grave error político. Gobernar no es fácil, y menos cuando se quieren cambiar las cosas, cuando se afectan intereses. Personas que en algún momento decidieron votar por un cambio porque creyeron que podían encontrar un gobierno que se dispusiera a acabar con la corrupción, la inseguridad y la pobreza, también están sujetas a sentirse decepcionadas si se llegan a convencer que el actual gobierno no es sino la misma gata nomás que revolcada. Y esto puede ser sólo un problema de percepción, meramente subjetivo, pero tiene sus repercusiones en la política práctica. El desabasto de la gasolina tiene irritada a gran parte de la población, podemos calificarlos de iracundos, irreflexivos, poco solidarios con el presidente; pero a fin de cuentas es una cantidad de ciudadanos, minoritaria y poco representativa en términos políticos, que no tiene la capacidad ni la disposición para entender que es una medida transitoria que pronto se resolverá. Decir que sí contamos con gasolina suficiente, pero que debemos reservar su distribución para cuidar que los ladrones de siempre no se la roben, es quizá el meollo del asunto. Muchas personas minimizan la magnitud del problema, estaban acostumbrados a contar con el producto que, aunque caro y/o robado, lo había en abundancia. Hoy, en algunas entidades de nuestro país hay desabasto de gasolina. El problema comienza a afectar a la capital de la República. Todos confiamos en que sea una medida transitoria y que muy pronto podamos contar con ese combustible tan preciado sin que lleguemos a abdicar de nuestras convicciones; es decir, a desear tener un poco de huachicol aunque robado, en lugar de gasolina obtenida de manera legítima. luissigfrido@hotmail.com