Rafael Alfaro Izarraraz El gobierno de la 4t – y no sólo en México ocurre- tiene un enorme reto con respecto a los asentamientos mal llamados irregulares porque inferiorizan a un segmento de la población. Se trata de un fenómeno que es el resultado de las políticas industrializadoras de occidente que fueron adoptadas por los países que viven culturalmente dominados, creyendo que el progreso y el desarrollo llegarían más temprano que tarde. En la segunda mitad del siglo pasado, las ciudades principalmente las grandes capitales de los estados y del país, fueron objeto de un proceso de industrialización entendido como sinónimo de progreso. Lo anterior, tuvo un impacto social en el campo porque a la par que se industrializaba un poco, por otro lado se dejaba de apoyar al campo, creando un ambiente propicio para la migración del campo a la ciudad. La migración se asentó en los bordes de las antiguas ciudades, en donde había tierra ejidal que, ante el abandono del Estado, a los campesinos no les quedó más opción que vender sus tierras, parcelándolas aunque contradecían el 27 constitucional, antes de la reforma salinista de 1992. La periferia de las grandes ciudades y ahora las ciudades medias, se hicieron y se siguen conformando con cinturones de colonias populares en donde a los habitantes de esos lugares se les permitió asentarse. Durante décadas los habitantes de las colonias populares fueron objeto del manoseo político y todavía ocurre lo mismo, con el ingrediente de la presencia de grupos criminales. Líderes sin escrúpulos hicieron de la necesidad un instrumento de poder político y de enriquecimiento personal. Los servicios públicos de que fueron dotadas las colonias les costó a los habitantes el voto a favor del entonces partido único, el PRI. El cambio ocurrido en el año 2000 con Vicente Fox no cambió nada el panorama. Hoy parece que todo sigue igual. Si bien es cierto que durante el siglo pasado millones de asentamientos populares se han regularizado todo mundo sabe que la regularización es como la roca de Sísifo. Al cabo de poco tiempo otra ola de asentamientos informales aparecerá en espera de ser regularizados. Esta dinámica no para ni parará nunca si se continúa la política del progreso y el desarrollo que la ha generado, que es la causa principal de este fenómeno. Desde el punto de vista político, las estrategias que se han instrumentado en los municipios generalmente están impregnadas de corrupción. Las políticas de dotar de tierra legal a los que no tienen casa (muy escasas comparado con la magnitud del fenómeno) generalmente forman parte de estrategias de corrupción de los funcionarios públicos. Se reparte una parte de la tierra de las reservas municipales a los que la necesitan y otra parte de la tierra es para que ingresen amigos, conocidos y una parte de los lotes para los funcionarios públicos. Desde el punto de vista social se ha creado un segmento de familias, que son millones de personas, que viven en la angustia de no contar de inmediato con documentos que avalen la posesión de un terreno sobre el que se levanta la vivienda. La reforma al 27 constitucional ha servido para que los ejidos incorporen millones de hectáreas al régimen urbano afectando la producción agrícola y la autosuficiencia alimentaria de las mismas ciudades y del país, multiplicando el fenómeno porque de aquí a que se separe la parcela del ejido transcurren siglos para los llamados informales. En tanto, pues se genera un ambiente para que todo tipo de agentes sin escrúpulos se aprovechen de la situación. Y no existe norma que atine a dar con bola porque las teorías y normas responden a lógicas de las teorías del progreso y el desarrollo occidentales. Para algunos autores la teoría urbana va por un lado y la realidad por otro. Yo creo que la teoría va por occidente y la realidad urbana va por el mismo lugar nada más que no se tocan salvo accidentalmente porque tienen como sustento teorías urbanas que se corresponden a otras realidades, aunque el ejido sea un fenómeno estrictamente mexicano. Yo me pregunto, si el titular de SEDATU (Román Meyer Falcón) quien dice que el bosque no nos permitía ver el árbol para justificar las acciones a lo micro (nada desdeñables, por supuesto), no estará perdiendo de vista el bosque, dicho sea, literal y metafóricamente hablando. Acá se requieren soluciones humanas, mexicanas, latinoamericanas, no filosofía europea alejada de nuestras realidades.