RAFAEL ALFARO IZARRARAZ Desde que los europeos se constituyeron históricamente en el “ombligo del mundo”, porque sus élites se han considerado a sí mismos como el origen y punto final de todo, el espacio que habitan, incluyendo los territorios conquistados como aquel primer espacio invadido (por españoles, portugueses, ingleses y franceses) que fue nuestra América (le siguieron India, el sur de Asia y África), la existencia, la vida, se ha convertido en una constante y permanente guerra entre desiguales. El “Yo” filosófico que se ha traducido en el imperio colonial con su ejército, técnica y tecnología de guerra, el centro colonial e imperial, la madre patria que no fue una madre en ningún sentido, todo ello en contra de lo que fue para ellos su periferia (aunque el concepto apareció después), el “Otro”, el indio, el negro, el caucásico, de tez amarilla, el mulato, el “pobre”, el campesino, el “mal vestido”, sean hombres o mujeres, niños o ancianos, con diversas preferencias sexuales (Ver Dussel, La Filosofía de la Liberación y Amir Samín, en “Introducción” a Piel negra máscaras blancas). Pero el centro y la modernidad surgieron de la invasión colonial. El “nuevo continente” y la invasión que experimentó fue cubierto con la narrativa de que se trató de un descubrimiento. Lo nuevo se concibió como una etapa de la infancia de algo que empieza a surgir, comparado con el punto en que se encuentra Europa apoyada en su idea de exportar un progreso civilizatorio que, en realidad, dice Dussel, se trata de una mentira para legitimar la conquista. En ese sentido, subraya Dussel para las élites europeas de aquel tiempo, citando a Anhang, el africano es un hombre (y una mujer) bruto, mientras que en lo que ahora es Perú y México, se trata de culturas particulares que en la medida en que se les acerca el “espíritu” (los conquistadores, en realidad) se ven superadas. A ello contribuiría el pensamiento filosófico de la época en Europa, entre ellos el del mismo Hegel. Dussel en un pie de página apunta: “Antonello Gerbi, en su obra La naturaleza de las Indias Nuevas (FCE, México, 1978), muestra que los europeos, y el mismo Hegel, pensaban que hasta la geología (las piedras), la fauna y la flora eran en las Indias más brutales, primitivas, salvajes” (p. 16). El 8 de noviembre, pero de 1519, Hernán Cortez ingresa a Tenochtitlán y por primera ocasión se mira de frente con Moctezuma, haciendo lo que nadie cotidianamente hacia ante el emperador. Los encuentros previos y enfrentamientos, en el contexto de un pensamiento mesoamericano marcado por mitos, leyendas, señales y creencias astrológicas de que esto era el fin del mundo o su acabamiento. Asimismo, que los recién llegados eran dioses enviados por Quetzalcóatl que había tomado el camino para desaparecer, justo por el lugar por el que habían llegado los invasores, antómicamente parecidas a él, venidos en cajas de agua(embarcaciones) que los transportaba en un mar inaccesible para ellos. La conquista era en la península una figura jurídico militar, en donde el conquistado, el Otro, fue subsumido, cosificado, anulado, borrado, encubierto por la narrativa histórica escrita por occidente, en otras palabras: la conquistaba venía acompañada del derecho a matar, dominar y oprimir y todo ello atravesado por la codicia que inundaba su espíritu corrupto por el oro y la plata. El 13 de agosto de 1521 sería la siguiente entrada en la que fue tomada y destruida la ciudad, que estaba bajo el mando de Moctezuma (ver Enrique Dussel: 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. 1994). Esto nos dice Dussel acerca del mundo cotidiano que se constituyó con la conquista: “El conquistador mata al varón indio violentamente o lo reduce a la servidumbre, y "se acuesta" con la india (aun en presencia del varón indio), se "amanceba" con ellas se decía en el siglo XVI. Relación ilícita pero permitida; necesaria para otros, pero nunca legal -de hecho, el español, cuando podía, se casaba con una española-. Se trata del cumplimiento de una voluptuosidad frecuentemente sádica, donde la relación erótica es igualmente de dominio del Otro (de la india). Sexualidad puramente masculina, opresora, alienante, injusta. Se "coloniza" la sexualidad india, se vulnera la erótica hispánica, se instaura la doble moral del machismo: dominación sexual de la india y respeto puramente aparente de la mujer europea. De allí nace el hijo bastardo (el "mestizo", el latinoamericano, fruto del conquistador y la india) y el criollo (el blanco nacido en el mundo colonial de Indias)” (p. 51). La plata y el oro que empezó a circular en Europa, en los países bajos y noratlánticos, Inglaterra y la ciudad de Amberes, sirvió cimiento de la modernidad y sin cuya aportación desde el punto de vista material, más allá de la subjetividad constituida de una supuesta superioridad europea, no hubiese sido posible tal como fue conocida posteriormente. El costo fue dramáticamente inconcebible pero cierto para los pueblos y comunidades indígenas. En Chuquisaca, la actual Bolivia, se descubrió la mina del Potosí, en donde se descubrió una “boca del infierno”, por la que ingresan quienes se ocupan de extraer el mineral y en donde son sacrificados quienes participan en honor del nuevo “Dios” que es la avaricia por el poder y la acumulación de riqueza que imponen los conquistadores y quienes todavía se jactan (en la actualidad) de haber encontrado a poblaciones que salvaron de prácticas “bárbaras” en las que sacrificaba a personas en honor de sus figuras divinas paganas (ver Enrique Dussel: 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad. 1994). En materia religiosa, los invasores entendieron que, una vez concluida la conquista material y gubernamental, era necesario someterlos en lo espiritual. Querer justificar la conquista bajo el pretexto de que era necesario sacar de la barbarie a los conquistados es un cinismo imposible de concebir. No hubo encuentro sino una violenta conquista y posterior explotación y opresión de los habitantes precolombinos de nuestra América, fue tan inhumana que se ha tratado de ocultar hasta nuestros días.