Jaime Darío Oseguera Méndez Una de las cosas que vale la pena analizar de la reciente elección es la alianza entre partidos. El tema de las alianzas históricamente ha sido un verdadero ejemplo de la falta de convicción, mercenarismo y descomposición del sistema de partidos en México. En realidad hubo de todo; fue una verdadera pachanga que ha provocado una tremenda confusión entre los electores, reacomodo de las fuerzas políticas, desaparición de otras y un peso adicional al grave descrédito que tienen los partidos políticos en la actualidad. En una democracia, la conjunción de las fuerzas políticas no debe verse como algo indebido o agraviante. En las democracias más desarrolladas está permitido y es consustancial al funcionamiento del sistema la alianza de diferentes fuerzas políticas. Solamente que estas alianzas se dan para formar gobierno o para lograr mayorías legislativas e impulsar programas políticos. Es decir, son alianzas posteriores a la elección. Lo anterior permite que cada partido pueda saber su aceptación o rechazo real en el electorado. Las alianzas para formar gobierno se orientan a que dos o más fuerzas políticas logren la mayoría suficientepara que se reconozca su triunfo. Regularmente sucede en los sistemas parlamentarios, de donde surge inclusive el Presidente o el Primer Ministro.Justamente las alianzas en el sistema de partidos son parlamentarias, después de la elección. En otros sistemas, donde el ganador no logra determinado porcentaje para legitimar su victoria existe la segunda vuelta. En la segunda elección es cuando se logran las alianzas entre partidos, incluso las más inverosímiles. Son alianzas posteriores a la primer elección. Sin embargo en México hemos caído en un pragmatismo desmedido. En la teoría los partidos políticos existen para ser los impulsores de ideas, programas, valores específicos. En la democracia ese es el sentido de la diversidad, que haya opciones para quienes piensan diferente, situación normal en sociedades tan heterogéneas y por lo tanto plurales como la nuestra, pero aquí se han convertido en un mecanismo de sobrevivencia y jugoso negocio para las élites políticas de todos los partidos. En Michoacán contendieron por su cuenta, sin alianzas, tres partidos: el PRI, Panal (Nueva Alianza) y el Partido Encuentro Social (PES). Sin embargo, como fueron elecciones concurrentes en lo federal, las candidaturas federales si tenían alianza. Es decir el PRI contendía por la Presidencia de la República con un candidato que también impulsaban el PANAL y el Verde, pero en lo local cada uno tenía sus propios candidatos a Presidentes Municipales y Diputados Federales. Una situación absurda que obviamente perjudicó a todos; de entrada incomoda para sus candidatos y confusa para el electorado. Hubo candidatos del Verde, para poner sólo un ejemplo, que iban en candidatura común con el PRD en lo municipal, solos en lo distrital local, pero tenían como candidato a la Presidencia de la República al del PRI; todo esto permitido por la ley. Ellos, lo partidos no tienen empacho en mantenerse en las arenas movedizas del lugar común, o de la indefinición ideológica; al final no parece importarle a casi nadie. Sin embargo, precisamente esta falta de claridad es lo que ha desprestigiado profundamente a los partidos políticos. Otra alianza en el panorama michoacano fue la denominada “Por Michoacán al Frente” integrada por el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC). Aparentemente los dirigentes de los tres partidos sortearon el problema de la distribución de las candidaturas pero en realidad fue un mal negocio para los tres partidos, que al final los hizo despreciables para la mayoría del electorado. No alcanzo a imaginar cómo pidieron los dirigentes de partidos a los militantes en los municipios quese aliaran con sus contrincantes históricos y que además, en algunos casos no les correspondía ir al frente de las candidaturas. Por supuesto que eso generó un rechazo. Tanto a los candidatos locales como a los nacionales. Es absurdo pensar que lo poco que queda del perredismo nacional votó por Anaya. Claro que no lo hicieron y, entre otras cosas por eso perdió. El PAN y el PRD enarbolan propuestas distintas, son enemigos ideológicos. Este amasijo, lo que exhibió a sus militantes en la base es que los dirigentes son comerciantes de la política. Por eso una gran parte del perredismo se fue con López Obrador y dejó al PRD a unos centímetros de desaparecer. En Michoacán la Alianza “Juntos Haremos Historia” aprovechó el arrastre de López Obrador y el hartazgo de la gente con el sistema y ganaron muchos candidatos que jamás se imaginaron el triunfo y por lo mismo ni siquiera hicieron campaña. Vamos a ver ahora qué hacen como gobernantes, porque no es lo mismo tirar piedras a la ventana desde afuera que resolver problemas y dar resultados. El PES en Michoacán se salió por capricho de esta alianza nacional lo cual le resultó definitivamente caro en el Estado, porque los candidatos que en Michoacán fueron sin alianza quedaron condenados a los últimos lugares de la fila. Nada fuera de lugar. Los candidatos que sí fueron en la alianza nacional, por ejemplo a Diputado Federal tuvieron buenos resultados. Las alianzas esta elección fueron una aberración. Son caras, inexplicables, confusas y, lo más importante, no generan una mejor condición democrática. En el fondo resultan ser un negocio para los dirigentes. Como están las alianzas podemos decir que son un ejemplo de lo que no debe permitir el sistema. Es un tema de reforma electoral pendiente. Siempre he dicho que debemos fortalecer el sistema de partidos. Eso no significa darles mas dinero sino obligarlos a que sean fuente de mejores prácticas democráticas y promuevan una cultura de participación en la gente. La reforma en este tema debe contemplar la obligación de que los partidos sólo se puedan aliar en una de cada cinco o seis elecciones, lo cual los obligará a tener una base real de electores