Notimex / La Voz de Michoacán México, 08 de mayo.- Miedo, entusiasmo, adrenalina, humanismo, valor, solidaridad, arrojo, amor, y el deseo permanente de "hacer el bien sin mirar a quien", son las razones que motivan la labor cotidiana de Javier Heredia Fernández. Paramédico en la Cruz Roja Mexicana, integrante de la Coordinación de Radiocomunicación de la Benemérita institución desde hace 40 años, rechaza con humildad algunos de esos conceptos que forman parte de su quehacer diario. "El amor y la ayuda humanitaria es lo que me motivó a estar aquí (en la Cruz Roja Mexicana). Además mis padres fueron parte de esta honorable institución; entonces, pertenecer aquí lo llevo en la sangre". Con motivo del Día Mundial de la Cruz Roja recuerda cómo surgió el movimiento: "nació en 1863, hace ya 150 años, de la idea de un hombre de negocios de Ginebra, Henry Dunant, como reacción al sufrimiento de los soldados heridos y enfermos abandonados en el campo de batalla de Solferino, en el norte de Italia". Hoy, con más de medio siglo de experiencia, incluyendo una década como voluntario durante su niñez y adolescencia, prosigue: "Dunant horrorizado por el sangriento enfrentamiento, documentó lo que vio en su libro ?Recuerdo de Solferino?, y decidió impulsar la creación de sociedades de socorro que ayudaran a los caídos en combate sin distinción de bando, y que los heridos, enfermos y socorristas fueran protegidos". Uno de sus principios, recuerda Javier, es que los seres humanos deben proteger a los seres humanos y así decidió hacerlo desde el primer día que pisó la Cruz Roja acompañando a sus padres: "no importa qué hay que enfrentar, estoy dispuesto a dar mi vida para salvar otra vida". Rememora los sismos de 1985 y cómo se dio la participación en las tareas de rescate: "Nunca olvidaré la reacción de la ciudadanía, pasaban horas y horas, nosotros trabajando y ellos llevándonos comida, agua y aliento para seguir rescatando gente de los escombros". "Cuando la gente veía a alguien con la leyenda Cruz Roja en el peto, no dudaban en brindarnos ayuda. Todos los desastres te dejan algo. Incendios, explosiones, inundaciones, en fin, pero el sismo del 85 es el que más me hizo reflexionar". La adrenalina y el impacto que en cada paramédico deja la cercanía con los daños humanos y materiales provocados por esos desastres hace necesaria la ayuda psicológica. La Cruz Roja apoya con terapias a los paramédicos que participan en las tareas de rescate en algún desastre, "debemos trabajar ciertos recuerdos, aprender a vivir con lo que pasa dentro de nosotros para seguir siendo mejores y brindar lo mejor de nosotros", dice Javier. No oculta su satisfacción por su vida en la Cruz Roja Mexicana, el orgullo de pertenecer a una institución que, ratifica, busca el bienestar de las personas. También está agradecido por el apoyo que su familia le brinda, porque le ha facilitado el desempeño de su labor "es fundamental, es la parte medular de todo". La vida de Javier Heredia ha sido de servicio. Desde los ocho años se desempeñó como niño voluntario, prosiguió como adolescente y después aceptó el reto de cumplir el curso para ser paramédico, profesión que ha desempeñado y desea mantener por muchos años más. "Hay compañeros que tienen más de 80 años de edad y siguen aquí, yo quiero llegar a ello. Lo que esperas es nunca dejar de hacer lo que más te gusta, pero el cuerpo es el que te avisa hasta dónde y hasta cuándo", comenta. Hoy, con unas seis décadas de vida, llama a las familias para que enseñen valores a sus hijos, la importancia que tienen los servicios de emergencias porque lamentablemente de cada 200 llamadas que recibe el centro de control solo 20 o 25 son ciertas. Javier invita a los jóvenes a integrase al movimiento, porque aunque pareciera que 42 mil voluntarios y colaboradores en la Cruz Roja son muchos, nunca son suficientes, "los jóvenes que se integren a la escuela (de la institución), el día de mañana serán útiles a la sociedad, y se sentirán orgullosos de sí mismos.