Gabriel ha lustrado zapatos por más de 50 años, pero hoy no irá; el virus amenaza su salud y economía

Gabriel Hernández se retira a su casa con menos de 100 pesos en su último día de trabajo por el confinamiento obligatorio.

Foto: Rogelio Arellano.

Rogelio Arellano / La Voz de Michoacán

Uruapan, Michoacán. Con 55 de sus 72 años de vida dedicados al oficio de bolero, no recuerda una experiencia de crisis similar. Sus hijos radicados en Estados Unidos eran un soporte para superar dificultades ocasionales, pero ahora, hasta ellos han perdido su trabajo como resultado del daño colateral de la pandemia por coronavirus.

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Dejó de fluir la ayuda. Soy diabético; con los 150 o 200 pesos que ganaba, hasta antes de esta enfermedad, nos alcanzaba para mi esposa y para mí, sobre todo porque ella también trabaja y desde hace años he tenido el apoyo del gobierno federal de 60 y Más y ahora 65 y Más, pero con esto no sé qué va a pasar, señaló el veterano lustrador de zapatos en el centro de esta ciudad, Gabriel Hernández.

En su último día de trabajo, dice que lo más cercano a una crisis que ha derivado en poca actividad, ha sido la inseguridad de los años recientes.

Lejos quedaron los años de jauja

“Además de que éramos 6 o 7 boleros aquí en el centro, nuestra clientela era exclusiva y nutrida. En las Caravanas del Artista que se desarrollaban en el cine Odeón, atendí a César Costa, Enrique Guzmán, Cornelio Reyna y Juan Valentín, entre otros muchos artistas del momento. Sus propinas, además de uno o dos pesos por la boleada, eran muy buenas, salía para vivir bien”, recuerda.

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Tras la escalada de violencia por el aumento del crimen organizado en décadas recientes, dejó de percibir buenas ganancias. “Ya somos 46 boleros; ganaba entre 150 y 200 pesos diarios, pero ahora con esto del virus, apenas realizo de una a cuatro boleadas por día que son apenas 80 pesos, más los mil 1160 pesos por la ayuda del gobierno, no me alcanza. La insulina para mi diabetes me cuesta mensualmente mil 300 pesos”.

Foto: Rogelio Arellano.

El también integrante de la Unión Mutualista de Aseadores de Calzado, refiere que, en aquellas crisis, tenía la oportunidad de pedir apoyo de sus hijos migrantes que radican en Estados Unidos. “Eso se acabó, también han perdido su empleo en las últimas semanas por el mismo mal del virus y pues no nos pueden mandar nada”, precisa el experto bolero.

Sostiene que en estas semanas de cuarentena ha recurrido a aceptar ayuda o limosnas de clientes que saben de su situación económica. “No me da vergüenza aceptarlo, necesito esa ayuda y tampoco me da vergüenza que ahora hasta el dinero que gana mi esposa como barredera en el municipio también nos sirve para cubrir los más esencial”, señala al aceptar que ya no es el principal proveedor de su casa.

Sin saber identificar su estado emocional de miedo, temor, coraje o impotencia, sabe que es parte del sector más vulnerable a la pandemia. “La verdad no sabemos qué vaya a pasar o qué vayamos a hacer. Dicen que hay que resguardarnos en la casa y pues eso vamos a hacer, a ver qué pasa”, comenta.

Aseguró que se retira a su casa con menos de 100 pesos en su último día de trabajo por el confinamiento obligatorio. “También tengo lo que nos adelantaron del apoyo federal. En total como dos mil 800 pesos, más lo que gana mi esposa, con eso vamos a torear las próximas semanas”, concluye.