Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Los grupos criminales de México y Latinoamérica se han especializado en atraer a jóvenes vulnerables a sus filas, pero un nuevo estudio busca entender que la exposición al crimen desde temprana edad, en su medio y su crianza, condiciona a estos jóvenes a ver la adhesión al grupo criminal como un paso natural en sus vidas. En entrevista con InSight Crime, Piotr Chomczyński, profesor asociado de la Universidad de Lodz, en Polonia, y coautor del estudio, señaló que fueron las experiencias compartidas de estos hombres, más que sus motivaciones individuales, las que los inclinaron para una vida criminal. Algunas respuestas se obtuvieron de uno de los “informantes” de Chomczyński en la comunidad, y se mantuvo su anonimato por petición expresa suya. Bajo la idea de la “trayectoria colectiva”, los reclutadores se centran en las circunstancias sociales y la extracción social de una persona para disponerla a unirse a un grupo narcotraficante, pero ¿cómo se compararían estas consideraciones sociales con deseos más individuales, como la búsqueda de riqueza o poder?, a lo que Piotr Chomczyński responde que “las consideraciones individuales son importantes, pero que se configuran durante la socialización temprana, la cual se da en un contexto grupal específico. La investigación comparativa cultural ha demostrado que el contexto cultural nacional tiene bastante importancia para facilitar cierta conducta específica. Por ejemplo, en países que se consideran ‘colectivistas’, como algunos en Latinoamérica o Asia, un grupo es más importante que la persona. La pertenencia a un grupo es crucial. Los grupos criminales no hacen más que reforzar los factores del colectivismo y el conformismo. Estos factores tienen impacto en la disposición mental de los jóvenes para unirse a un grupo que les ofrezca una sensación de poder y respeto. Muchos reclutadores siguieron la misma trayectoria en barrios parecidos expuestos por mucho tiempo al delito”. Y es que la teoría de la trayectoria colectiva describe un ingreso relativamente gradual a los grupos criminales, pues los individuos son preparados desde temprana edad para ver la entrada al grupo como un paso lógico, lo que tiene una estrecha relación con el aumento del reclutamiento forzado en México. “Se han distinguido dos tipos de grupos criminales. Hay una vieja escuela, como el Cártel de Sinaloa, y una nueva escuela, donde entran Los Zetas o el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Es una división muy simplista, pero podemos observar que los grupos tradicionales usan el reclutamiento voluntario en comparación con los carteles más jóvenes. “El Cártel de Sinaloa tiene una historia y una presencia más larga en México. Están más arraigados en las comunidades porque esta relación a largo plazo entre familias relacionadas con el tráfico de drogas se remonta a tres o cuatro generaciones. Se preocupan más por la comunidad y promueven menos violencia y más estabilidad en su región. El CJNG y otros grupos se crearon bajo el mando de líderes mucho más violentos. Muchos de ellos tenían formación militar, lo que aporta un enfoque más violento a la hora de tratar con las comunidades que quieren controlar”, señaló el especialista. En el estudio encabezado por Piotr Chomczyński, considerando aspectos muy arraigados asociados a la pobreza, la delincuencia y el poder, también se analiza qué tan difícil fue ganar la confianza de estas personas para reclutarlas: “Hay un dicho en el mundo criminal en México: ‘ver, oír y callar’. La única manera de obtener información real de personas que mantienen participación activa en las actividades delictivas es ganarse su confianza. Esto sólo puede lograrse después de años de mostrar lealtad, entender las necesidades y las situaciones en las que se encuentran estas personas y cumplir siempre las promesas que se les hacen. Uno debe honrar su palabra o no tardará mucho en ver cómo lo sacan de su círculo de confianza”, y en relación con ello recuerda la declaración que más lo sorprendió de una persona involucrada en crimen organizado durante su investigación sobre la trayectoria colectiva: “‘No tenemos muchas opciones: una bala en la cabeza o la prisión’. Me impactó ver cuántas personas de zonas marginadas creen que tienen muy pocas opciones en sus vidas. La exposición continua al crimen organizado por largo tiempo cambia el punto de vista de muchas personas, y no buscan activamente otras opciones. Esta mentalidad es muy común y se transmite de una generación a otra”. La investigación señalada se centra en gran parte en la zona de Tepito, en la Ciudad de México, dado que “Tepito es el mayor mercado de drogas no sólo de la Ciudad de México, sino también de todo el país. Muchas personas del centro de México van a Tepito a comprar drogas y otras mercancías ilegales. Esto hace de él un lugar perfecto para llevar adelante este tipo de estudio. “Tepito es un microcosmos, una lente que refleja fenómenos que se extienden más allá de este barrio. Comencé mi investigación en sectores marginados de Ciudad de México, como Tepito, Tacubaya e Iztapalapa, luego en Chalma (en El estado de México)”. Las entrevistas para la investigación de Piotr Chomczyński se realizaron entre 2015 y 2023. Durante la pandemia, dice, hubo una contracción del mercado estadounidense de drogas, lo que generó mayor violencia, la desaparición de narcotraficantes independientes, cambios en el modus operandi de los grupos establecidos y una transición de tácticas de la “vieja escuela” a la “nueva escuela”, como se mencionó antes. “También vimos un uso más intensivo de las redes sociales con fines de reclutamiento, así como nuevas formas de proliferación de estupefacientes, como el uso de aplicaciones de viajes compartidos como Uber”. A decir del experto, la fragmentación de los grandes cárteles en grupos menores ha acrecentado la presión sobre el reclutamiento. El último informe daba el ejemplo de los jóvenes de Tepito que ingresan a La Unión Tepito, pero esos grupos con arraigo local son cada vez más raros. “Nuestros datos muestran que la violencia entre grupos se ha endurecido con la fragmentación de los grandes cárteles. Esos jóvenes que están siendo reclutados para el desempeño de tareas peligrosas, como soldados o sicarios, son víctimas de esos conflictos, no sólo la gente inocente. A ellos se les considera carne de cañón y son reemplazados por recién llegados mediante tácticas de reclutamiento permanente. Los grupos criminales siempre están necesitados de nuevos reclutas para mantener la guerra por las plazas”. Mucha parte de su investigación se centra en las formas en que hombres jóvenes y adultos son atraídos a las organizaciones narcotraficantes. En cuanto a las mujeres, señala el estudio, “son reclutadas” de otra manera. Muchas de ellas son integradas a la fuerza o tienen una idea distinta de su participación. Por ejemplo, muchas mujeres que están purgando penas de prisión son condenadas por participar en secuestros, cuando sólo se ocupaban de la preparación de alimentos sin conocimiento de para quién era o por qué motivo. Muchas mujeres también son obligadas a trasegar estupefacientes. Otras tienen relaciones íntimas con hombres involucrados en crimen organizado o tienen una relación de dependencia económica por falta de otras opciones”. El estudio también analiza la desaparición de los narcomenudistas independientes y su absorción por parte de grupos más grandes, lo cual obedece a dos factores: “Uno tiene que ver con el desplazamiento de las ‘drogas tradicionales’ por drogas sintéticas. Los expendedores independientes operan principalmente en sus barrios para completar los ingresos familiares. Es muy común que tengan empleos legales y que el narcomenudeo sea una forma de tener un ingreso adicional. Venden drogas entre sus amigos y vecinos. Tienen raíces en sus comunidades y tenían buenas relaciones de larga data con sus clientes. Los expendedores de drogas sintéticas rompen ese acuerdo informal, venden drogas muy destructivas y adictivas, y no es raro que sus relaciones con sus clientes no pasen de ser algo transitorio. Venden a cualquiera, sin importar si lo conocen o no. Y muchas veces tienen relación con grupos más grandes. “Esta tendencia está asociada a la desaparición de ‘valores tradicionales’, el respeto y, en cierto modo, la protección de la integración de la comunidad. “El segundo factor tiene que ver con la pandemia. El grado de competencia entre las organizaciones se ha elevado por la contracción del mercado. Hoy en día, los ingresos pesan más que los ‘valores anticuados’ y quedan muy pocos expendedores independientes en las colonias marginales de Ciudad de México, como Tepito, Iztapalapa y Tacubaya”.