Gabriela Guadalupe Fernández Ortega, de 42 años, a quien desde julio de 2012 le detectaron cáncer de mama, tipo HER-2 neu 3+, uno de los más agresivos entre mujeres jóvenes, ha recibido más de 200 quimioterapias, radiaciones y cada 21 días 16 quimioterapias. Gabriela relató que durante nueve años cuidó a su madre, quien padeció cáncer y falleció en 2011, situación por la que ella cayó en depresión y olvidó sus chequeos médicos. Al año siguiente, a partir de un accidente en un elevador, se percató que tenía esa enfermedad. “Mi mamá falleció de cáncer, la cuidé durante nueve años, tenía el hábito de estarme checando cada año, porque tenía el antecedente de mi madre, pero en el año que me lo detectaron yo pasé por una situación anímica muy difícil y decidí no hacer nada, y ese año llegó el cáncer a mi vida”, comentó. Según los médicos, dijo la mujer, este tipo de cáncer es hereditario y otros miembros de la familia podrían padecerlo también; sin embargo hasta, el momento no se ha detectado en nadie más. En 2012 acudió a una terapia para rehabilitarse de una fractura en una vértebra y como parte del tratamiento utilizaba un corsé que dificultaba su movimiento; en esa visita, al salir del elevador, éste se cerró repentinamente y oprimió el seno derecho de Gabriela, quien a partir de ese incidente detectó un abultamiento anormal. Luego de ello acudió al médico quien previó que se trataba de un quiste, pero por su cuenta acudió con una radióloga quien le confirmó que era un tumor canceroso. “La radióloga me dijo que era cáncer, y quería que acudiera alguien de mi familia para darme el diagnóstico y le respondí: no tengo tiempo para un privado, dígame qué va a pasar, ya sé que tengo cáncer; pero no era tiempo de llorar y estar pensando; dos días después iniciamos el tratamiento”, recordó. Luego llegaron otros síntomas, que identificó la ex administradora de Centros de Salud, como la pérdida inusual de peso, variación en el color de la piel; piel de naranja, y otros, que deben ser tomados en cuenta para una atención oportuna. El cáncer se activó en su cerebro y por ello ha recibido 15 radiaciones, 30 en seno, 15 en cadera, y varias dosis de quimioterapia, cada 21 días; a pesar del desgaste físico que esto conlleva, Gabriela acudía a trabajar a su unidad de Medicina Familiar, hasta que tuvo que tramitar su pensión por invalidez como subdirectora de administración. “Trabajar me daba fuerza para continuar; me he quedado sin cabello dos veces con la esperanza de que sea la última, pero mientras mi cuerpo resista no voy a dejar de luchar”, afirmó. En la lucha por su vida ha probado alternativas médicas novedosas y una de ellas es su petición para probar un medicamento conocido como Kadcyla, sobre lo que resultó aceptada en un grupo de 11 mujeres, de 15 latinoamericanas. Hace un mes, también acudió a que le practicaran una microcirugía de cerebro donde le detectaron una metástasis; el tratamiento gamma knife, que mediante el suministro de radiación gamma a partes focalizadas del cerebro, le extirparía siete tumores. “Acudí y se llama gamma knife, para deshacer siete tumores en el cerebro; la dimensión de mi masa tumoral, eran 10.8 centímetros pero llegué a ser candidata porque esta técnica puede tratar hasta 15 centímetros de masa tumoral”, dijo. Gabriela reveló que la microcirugía consiste colocar un casco al paciente y le envían rayos gamma que envuelven el tumor, por lo que permaneció siete horas en cirugía. Será en unas semanas más cuando ella conozca el resultado de los tratamientos a los que se ha sometido, aunque sabe que su padecimiento no es curable. “Yo sé que esta enfermedad no es curable, estoy consciente de mi realidad, pero tampoco puedo vivir llorando, porque entonces no tiene caso vivir. Tengo dos hijos maravillosos, valientes, maduros, muchas personas que quiero, que me aman, y eso es importante, que te llenen de amor”, expresó. Aseguró que su actitud positiva ha sido uno de los pilares para sobrellevar el mal y es ejemplo de fortaleza para el grupo de personas asociadas al proyecto Dona una Peluca Oncológica, del cual forma parte para ayudar y concientizar a otras mujeres sobre la detección oportuna y el tratamiento del cáncer, en particular el de mama. Subrayó que se siente bien porque esta situación le ha permitido darse cuenta en qué está fallando; “creo que he vivido más que en los que estuve sana, perdí mucho tiempo, y ahora tomé decisiones que me han ayudado a estar mejor, divorciarme, por ejemplo”. Como parte del proceso que vive decidió mantener con dignidad sus tratamientos, por ello ha conseguido pelucas y prótesis que la ayuden a evitar la depresión, pero sobre todo a enfrentar al cáncer no como un enemigo, si no como algo con lo que debe tratar para retirarlo de su cuerpo; además de que lo considera una etapa de aprendizaje personal. “Me enseñé a decir no, es algo que no sabía decir antes, me enseñé a ser una mujer autosuficiente, una mujer que toma decisiones; decidí quedarme con las personas que amo y que me aman, decidí no manifestar mi dolor; a mí no se me da llorar”, comentó. Tampoco, continuó Gabriela, se me da rendirme, porque pienso que voy a llorar el día que me digan que lo vencí, antes no, no tengo tiempo, tengo tiempo para seguir atendiéndome; no soy una mujer valiente, soy una mujer que ama demasiado. Según cifras de la Secretaría de Salud en Nayarit, el cáncer de mama ha provocado 29 defunciones en lo que va de 2015, además se mantienen en tratamiento al menos 35 personas, entre ellas, un hombre; en 2014 se registraron 60 defunciones por esta enfermedad.