Playas de Rosarito, BC., Figuras de perrito, de burrito, de un trenecito y hasta de una maleta podemos encontrar en las piñatas artesanales que hace Genaro Campos Silvestre, uno de los patriarcas de la comunidad purépecha en esta comunidad. Don Genaro y su familia, integrada por siete miembros, subsiste con la elaboración de piñatas desde que llegó a estas tierras hace poco más de 30 años. Las figuras que elaboran la familia de Genaro y los demás purépechas son de un tamaño aproximado entre 30 y 40 centímetros de altura. Cualquier otra figura como Mickey Mouse o “El Chavo” están restringidas en aduana. De acuerdo a las instrucciones que Genaro recibe de su empleador, deberá hacer sólo figuras de burrito, perrito, tren u otras de corte mexicano; las de personajes televisivos pueden ser detenidas en la aduana por exigencia de la patente. Los materiales con las que elaboran las piñatas básicamente es cartón y papel de china, todo que les es traído por el proveedor-comprador y, si acaso, agregan la cinta adhesiva, ya que para nada utilizan grapas. Colores sobrios solamente. Elaborar las piñatas con ollas de barro como lo hacían en su tierra y en el pasado, sería tan costoso que no les redituaría ganancias, por esa razón la artesanía es sólo con pliegos de cartón ya cortado, además, mucho más fáciles de hacer. El costo de estas piñatas artesanales es entre 50 y 120 pesos, si es en México; en Estados Unidos, ese mismo producto cuesta entre 5 y 20 dólares. Detrás de cada piñata hay una historia, en el caso de las piñatas de exportación elaboradas por la comunidad purépecha en Playas de Rosarito es que el pago por cada pieza, todas ellas elaboradas de manera artesanal una por una, es por debajo de los 10 pesos. Con 66 años de edad, Genaro añora sus años mozos en su natal Janitzio, cuando la pesca en las aguas que circundaban la isla daba para sostener a sus habitantes, hasta que llegó a Playas de Rosarito en busca del sustento diario que en su tierra escaseó. Con el maltrato propio en sus manos, Genaro y su familia no se arredran ante la adversidad que se traduce en la reducción de pedidos de piñatas y la competencia que ya en Estados Unidos se ha dado para que michoacanos residentes en ese país elaboren piñatas. Sin embargo, considera que se pueden hacer muchas cosas, entre ellas, insistir con las autoridades de los tres niveles de gobierno para que gestionen un lugar en Estados Unidos donde puedan vender sus piñatas. Y es que pone como ejemplo que para que les quede el sustento, tienen que satisfacer pedidos diarios o por lo menos cada tercer día, de 52 piñatas, por las cuales reciben un pago de 60 dólares, pero de ese total, les descuentan 14 dólares para pagar el material. Esto es, el mismo comprador de piñatas es su proveedor de materia prima, y tiene que ser así, pues si elaboran las piñatas con otro tipo de materiales, sencillamente el comprador no las lleva: debe de ser con materiales especiales que el comprador provee. De ahí su constante intento por conseguir la gestión para crear un mercado en cualquier lugar de Estados Unidos, si es en Los Ángeles, California, mucho mejor, pues es el mejor lugar para vender sus productos. Aunque reconoce la dificultad de lograr esta plaza en territorio estadunidense, Genaro y los demás purépechas insisten, pues la competencia es cada día más grande y amenaza con dejarlos sin el sustento diario. Y es que Genaro no quiere ni pensar que será de la comunidad purépecha si se deja de exportar piñatas, pues aunque la mayoría de los michoacanos que residen en Playas de Rosarito saben de pesca, en estas tierras poca es la actividad que se tiene en este sector. Mientras prosperan les gestiones, Genaro y la comunidad purépecha sigue fiel a sus tradiciones, celebrando el 30 de septiembre el día de San Jerónimo, el santo patrono, y el 3 de mayo el Día de la Santa Cruz, sin dejar de lado las fiestas del Carnaval. Para Genaro es importante mantener sus raíces, por eso de vez en cuando, pero sobre todo en las fiestas purépechas, busca deleitarse con las corundas y el caldito de res, del pulque, prefiere no hablar, pues tendría que hacerlo en Janitzio. De cualquier forma, como comunidad purépecha, hay muchos paisanos que los apoyan, de tal forma que han impulsado la construcción de dos escuelas primarias y empujan para que las autoridades educativas construyan una secundaria y una preparatoria. De la universidad, ni hablar, Genaro menciona que es raro que los purépechas acudan a los planteles educativos de este nivel, pues como ocurre en su tierra, tienen que emigrar a las ciudades grandes, aunque en este caso, Tijuana esté a sólo 30 kilómetros.