Redacción / La Voz de Michoacán México. Juana desde la adolescencia tuvo que lidiar con la responsabilidad maternal: tuvo un hijo a los 15 años y para mantenerlo se dedicó a la prostitución. También a temprana edad cayó en el abuso del alcohol y las drogas. Su ocupación le permitió conocer a gente relacionada con el narcotráfico y empezó a trabajar para el Cártel de los Zetas. Oriunda del estado de Hidalgo, con este grupo delictivo que se distinguió por su forma sanguinaria de proceder, primero se desempeñó como halcón, para informar a sus patrones sobre los movimientos de la policía; desde ahí la apodaron ‘La Peque’. Si su trabajo no satisfacía al grupo criminal o cometía un error, la castigaban atándola y solo le daban de comer un taco durante todo el día. Posteriormente la hizo de espía, labor que se le facilitaba por su oficio en la prostitución y utilizaba los secretos que le confiaban sus clientes; finalmente, como sicaria. A Juana le gustaba presumir fotos en redes sociales posando con armas largas, y en testimonios al Blog del Narco, estuvo presente en varias ejecuciones; una fue la que más le marco, al ver cómo le rompían la cabeza con un mazo a uno de los prisioneros. Al principio tenía miedo, pero luego esa sensación se convirtió en excitación. En declaraciones al medio Daily Mail, Juana confesó que con el tiempo se insensibilizó ante la violencia y la sangre, hasta el extremo de convertirse en una necrófila. “Me sentía emocionada por ella (la sangre), me frotaba con ella, me bañaba en ella después de matar a la víctima”, confesó. También comenzó a tener relaciones sexuales con los cabezas y otras partes del cuerpo de los ejecutados. A sus 28 años, Juana fue detenida en 2016. Ante las autoridades confesó haber matado a por lo menos cinco hombres a quienes decapitó. Nada le daba más placer que descuartizar a sus víctimas. A la fecha aún no se le dicta una sentencia definitiva; mientras tanto estudia desde la prisión.