Redacción/ La Voz de Michoacán Aguililla, Michoacán. Con el dolor de velar a su hijo, la madre de uno de los 13 elementos de la Policía Michoacán asesinados en una emboscada envía un mensaje a todas las madres de familia: "no dejen a sus hijos entrar a la policía, porque se los matan y no hay vuelta de hoja. Una de madre se queda vacía. ¿Y dónde están los delincuentes?". Esas son las palabras de Juana Yolanda Guerrero, madre de Arturo Jonathan Lechuga Guerrero, de 22 años, quien murió el lunes pasado en una emboscada en la localidad de El Aguaje, en el municipio de Aguililla, Michoacán. Entre llanto, la mujer también pide a las autoridades que pongan más atención con sus elementos, "Los tienen como en cacería, sin armas. ¿Cómo se defienden? Los mandaron, para que los cazaran como animales", sostiene la mujer. Pese al dolor, Juana Yolanda dice que se siente orgullosa de su hijo porque siempre dio la vida por defender a los ciudadanos, a pesar de las malas condiciones en las que tienen a los elementos. Era un niño bueno. A mí no me gustaba que fuera policía. Me lo mataron, me lo torturaron. A nadie le deseo esa muerte", lamenta la madre. La comunidad El Aguaje, donde fue la emboscada a policías estatales que dejó 13 elementos muertos y dos patrullas quemadas, luce con restos de vehículos incendiados, impactos de bala en casas, casquillos en la carretera, escuelas y comercios cerrados, y un miedo generalizado. Sobre la carretera Apatzingán-Aguililla antes de llegar al punto conocido como el Puente de Fierro, grupos delincuenciales pintaron en las bardas de comercios los nombres de sus organizaciones, “Viagras” y “LNFM (La Nueva Familia Michoacana)”. Metros más adelante, a unos pasos de la estructura metálica de color rojo, aún permanecen los restos de un autobús y dos camiones quemados apenas hace unas semanas por el crimen organizado. Esta tarde uno de los dueños de los camiones, habitante de Aguililla, quien se dedica a vender madera, contrató una retroexcavadora para retirar los restos de la que fuera parte de sus herramientas de trabajo. Aunque por su seguridad no quiso dar declaraciones, aseguró que “la delincuencia no deja trabajar”. En la entrada a El Aguaje, un arco de concreto da la bienvenida a la comunidad, tanto en español como en inglés, apenas 1.5 kilómetros más adelante, el pasado lunes 14 de octubre, cuatro camionetas de la Policía de Michoacán fueron emboscadas por sujetos armados. Los agresores también incendiaron dos patrullas y en los vehículos que quedaron a salvo dejaron cartulinas con amenazas firmadas presuntamente por el Cártel Jalisco Nueva Generación. El lunes por la tarde, la Fiscalía del Estado retiró los restos de las camionetas, pero en el sitio quedaron las marcas del siniestro; el pasto quemado, metales retorcidos, casquillos percutidos calibres 7.62 y .223, tapones de las camionetas y hasta una gorra de un policía quedó tirada en el lugar. “Mi esposo se fue como a las 7:00 y unos diez minutos después, nada más cerré la puerta y entré, se escucharon los balazos, nosotros estábamos nada más en un rincón. Mi vecino, el señor Primitivo, se quedó sentado ahí afuera, ya es grande, está inválido y no se puede mover. Dice que cerró los ojos y se encomendó a Dios. Ahorita que empezaron a pasar camionetas de la policía yo le dije 'mejor váyase porque sepa Dios que vaya a haber´ y ya se fue”, declaró en entrevista con Notimex la señora María Elena, vecina de El Aguaje. Comentó que hace más de 10 años que no ocurría un evento de esa magnitud en su comunidad, pero que en los últimos meses los hechos violentos en la zona por la disputa de territorio entre grupos del crimen organizado han aumentado. La casa de la señora María Elena recibió balazos en las paredes, en el techo de lámina, en las ventanas y en una de las puertas. Sin embargo, aseguró que ninguno de los vecinos resultó lesionado pero que tienen miedo y no han recobrado sus actividades cotidianas. La verdad sí tenemos miedo, hace como 13 años que no pasaba algo así, ese día ni siquiera se me antojo salir. Iba a ir a un mandado y me dio miedo”, expresó. Las escuelas y comercios están cerrados en esta comunidad, su plaza pública luce desolada y los habitantes miran con miedo cuando pasa alguna unidad de seguridad. Ayer por la mañana se revelaron audios del ataque donde los policías estatales pidieron refuerzos, los cuales nunca llegaron a pesar de que a 40 kilómetros se encuentra una estación militar. Después de la comunidad de El Aguaje, donde fue perpetrado el atentado a los policías, se encuentra la localidad de El Charapo, donde viven cerca de 150 familias, ahí el miedo los invadió también; algunos jóvenes que trabajan en las huertas de limón señalaron que no han ido a trabajar. Esta tarde un convoy de 10 patrullas de la Policía de Michoacán instaló un retén en ese punto para revisar autos, también realizaron cateos en casas como parte de la investigación por el reciente atentado. Los 30 kilómetros que continúan de carretera hasta llegar a la cabecera municipal de Aguililla están rodeados de un paisaje que causa escalofríos, pues en él se pueden observar señalamientos de tránsito con impactos de bala de distintos calibres. El centro del municipio de Aguililla es el final de la carretera federal, luego de ahí sólo existen caminos improvisados a la sierra de Michoacán, los cuales son aprovechados por los delincuentes para esconderse y escapar de las autoridades. Ahí también se han registrado asesinatos y hechos violentos en los últimos meses y de acuerdo con las autoridades el municipio actualmente cuenta con 5 elementos de seguridad. Con información de El Universal y Notimex.