Angélica Ayala / Corresponsal La Voz de Michoacán Tzintzuntzan, Mich., 30 de marzo.- La fe y el agradecimiento al Cristo del Santo Entierro, hace que cientos de hombres se flagelen y carguen una pesada cruz por todo el pueblo, algunos recorren 4 kilómetros de ida y vuelta a la comunidad de Ojo de Agua. Las reglas para ser un penitente las tienen que respetar, como el no tocar el piso con las manos en caso de sufrir alguna caída, confesarse y en caso de vivir con una pareja deben estar casados por la iglesia. La noche del viernes el pueblo de Tzintzuntzan sale a las calles para velar al Cristo del Santo Entierro, previo, realizan una peregrinación con los Cristos de los nueve barrios y de algunas comunidades del antigua capital del imperio purépecha, todos son de pasta de caña de maíz, las mujeres llevan entre sus manos una vela encendida, van cantando y rezando, la multitud hace que las calles se conglomeren y el tráfico sea interrumpido por varios minutos. El Milagro La imagen del Cristo del Santo Entierro es querida y venerada por miles de personas, se le atribuyen milagros de sanación del cuerpo y del alma, esta fe hace que los hombres le dediquen sus penitencias, el agradecimiento los motiva a hacerlo cada año. Historias son muchas, contadas por quienes han vivido el milagro, tal es el caso de Patricio García, vive en Chicago pero cada año regresa a Tzintzuntzan para cumplir la manda de por vida que le prometió al Cristo. Espera su turno, él está entre los primeros grupos de 15 penitentes que salen, su historia es de un milagro que el Cristo le realizó a su mamá, “llorando acudí aquí al templo de La Soledad donde está el Cristo, pidiéndole el alivio para mi mamá”, quien sufrió de una caída y su estado de salud era grave, “mi mamá ya alucinaba y no era coherente con lo que decía, el golpe lo recibió en la cabeza y los doctores no la aliviaban”. Relató con la voz entre cortada, que al rezar a los pies de la imagen uno de los cargueros, que son las personas responsables de cuidar el templo y la imagen, se acercó y escuchó la plegaria de Patricio, le preguntó su pena y él respondió, “cuando le conté, él me entregó un lienzo con el que envuelven al Cristo, me dijo que me lo llevará y con el envolviera a mi mamá”. Entonces el milagro ocurrió, el penitente, narró que a las pocas horas, “mi mamá se levantó de la cama, se vistió y salió de la casa como si nada hubiera pasado, el golpe aún lo tenía, pero no recordaba que había pasado o que hubiera estado en cama”. Patricio como muestra de agradecimiento al Cristo del Santo Entierro, le prometió que de por vida regresaría a hacer la penitencia, “cada año le pido para poder regresar, sino puedo por falta de dinero pues el siguiente año estoy aquí”. El cendal que usa Patricio para realizar su penitencia, es el mismo trozo de tela que el carguero le regaló con el que envolvían a la imagen y le colocó a su mamá.