Enrique Castro / La Voz de Michoacán. Janamuato, Puruándiro, Michoacán.- Desde temprana hora la iglesia de la Santísima Trinidad en la comunidad de Janamuato, a 10 minutos de Puruándiro, recibió a sus fieles con un propósito diferente al común; hoy estaban presentes las cenizas de José Alfredo López Guillen, quien fuera presbítero en la misma parroquia y quien fue asesinado en días pasados. La caja contenedora yacía frente al altar junto a una foto del difunto en vida rodeado de coronas de flores y símbolos religiosos. En las primeras horas del día, la gente era escasa y participaba cantando y parándose frente a la urna a rezar y pedir por él; sacerdotes de parroquias cercanas, quienes fungieran como amigos cercanos y conocidos, oficiaban pequeñas misas como forma de agradecimiento. Los cohetes comenzaron a sonar faltando media hora para las tres de la tarde; a esa hora estaba programada una misa multitudinaria oficiada por “gente de Morelia” y muchos sacerdotes. El perifoneo de un auto sonaba en toda la comunidad anunciando la misa y pidiendo que la gente asistiera vestida de blanco; unos así lo hicieron y otros llegaron con atuendo negro debido al luto que los embargaba, incluso hasta gente de Guanajuato llegaba, tomaba fotos y rezaba por quien había sido su guía en su población. Con puntualidad inglesa, familiares de José Alfredo tomaron la caja de ceniza y se dirigieron a la puerta de la iglesia para comenzar la eucaristía y entrar a la iglesia; el obispo Auxiliar Víctor Ledezma encabezaba la ceremonia y los cánticos; la gente llenaba la parroquia y se quedaba parada ya que los lugares eran insuficientes. Caras tristes y lágrimas en los rostros se dibujaban mientras un grupo de niñas con todo y “tololoche” llenaban la iglesia con cantos religiosos. A la hora del sermón, el obispo sentencia: “Si nos están escuchando, los perdonamos, nosotros ponemos la otra mejilla” refiriéndose a la forma en la que asesinaron al ahí presente en cenizas. “Estamos teniendo en el Estado marejadas de violencia, no olas”, afirmó con voz firme, sin dejar atrás palabras de paz y de perdón hacia los culpables de tales atrocidades. Familiares del presbítero escuchaban y lloraban sin dar cabida a tal suceso. Los cantos y aplausos de los feligreses ahí reunidos llenaban la iglesia. Al final, se anunció que las cenizas se iban a trasladar al municipio de Panindícuaro—pueblo natal—y se colocarían en una cripta este martes después de una misa en la localidad. Después de terminada la eucaristía, la fila para darle el último adiós a José Alfredo llegó hasta la calle, los feligreses, jóvenes, religiosos y sacerdotes abrazaban la urna y ofrecían una lágrima y una oración. Entre los brazos de sus hermanos y muchos aplausos salió de la Iglesia y subió a bordo de una camioneta, rumbo al destino final. Los cohetes y campanas siguieron sonando despidiendo a quien despachó desde esa parroquia.