José Luis Ceja /Juan Carlos Pérez Morelia, Michoacán. La Organización de las Naciones Unidas decretó el 22 de mayo como el día internacional de la biodiversidad. Un total de 9 mil 509 especies conforman la biodiversidad que coloca a Michoacán como el quinto estado con mayor riqueza de organismos vivos, sólo precedido por Chiapas, Oaxaca, Veracruz, y Guerrero, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático (Semarnacc), pero aún faltan acciones para la protección de los diversos ecosistemas del estado. Región, verdadero vergel Rica en huertos de traspatio, corrales llenos de árboles de distintas variedades, de calles con ventanas en cuyos balcones florece una variedad extraordinaria de plantas, las región Ciénega de Chapala es un verdadero vergel en el que se mezcla olores y colores de plantas de prácticamente toda la República Mexicana y de otros países; los olores y colores se entreveran con el molesto zumbido de un insecto que vuela a diestra y siniestra de flor en flor o de pequeñas palomillas que sin sentirlo trepan en espaldas y cuellos de aquellos parroquianos que se sientan a refugiarse del sol de primavera de los jardines locales. Asentada sobre lo que en algún tiempo fuera denominado como el Mare Chapalicum la región de la Ciénega de Chapala es considerada como una de las de mayor variedad de especies de flora en la entidad, flora que debido a factores como el trasiego, el embate de insectos, el cambio de uso de suelo y otros se ha visto afectada durante las últimas décadas hasta, incluso, generar una modificación del paisaje; peor aún la falta de verdaderos controles fitosanitarios ha puesto en jaque a productores de hortalizas y ha generado pérdidas económicas e incluso ha obligado a la rotación de cultivos para mantener operatividad en municipios como Cojumatlán. Es de destacar que en esta región la flora silvestre o endémica, aquella que crece de manera natural en barrancas y cerros cercanos se está viendo seriamente desplazada por el cambio de uso de suelo para el establecimiento de huertas de productos como durazno o aguacate el cultivo de agave “Esto implica que las plantas nativas están viéndose muy relegadas a diferentes ambientes como barrancas y partes más accidentadas de los cerros a donde no llega la agricultura, y se ven afectadas estas grandes poblaciones de plantas silvestres” señaló el maestro en Ciencias Ignacio García Ruiz quien es también investigador del Centro Interdisciplinario de Investigaciones para el Desarrollo Integral Regional del Instituto Politécnico Nacional (CIIDIR-IPN), con sede en Jiquilpan. En caso como Jiquilpan, dijo, se dio la introducción de masas arboladas como la Jacaranda proveniente del norte de Sudamérica, especie que logró una gran adaptación al clima de esta región al grado de que muchos de los habitantes creen que se trata de una especie nativa, mismo caso ocurre con los Tabachines provenientes de la isla de Madagascar, al oriente de África. En ese aspecto hay un contraste porque sí podríamos tener esas plantas en nuestro parques y jardines o realizar prácticas de introducción de plantas con especies de la región como salates, camichines, huamúchiles, primaveras, rosa morada, tepeguajes, parotillas, enramadores, entre otros, plantas que por ser nativas de la región no vienen a contaminar o competir con la flora de la región a nuestro ambiente como en el caso de los Ficus”. El problema con la introducción de especies de otras regiones, señala, es que al traerlas se transportan también las plagas o insectos que son parte del ambiente de origen de la planta trasferida lo que puede afectar a la población de plantas nativas mediante la contaminación de insectos, hongos o bacterias en el entendido de que las plantas locales tienen también sus propias plagas y bacterias que están en un medio en equilibrio natural “en un ecosistema sano, las poblaciones silvestres tanto de planta como de animales se encuentran equilibradas, si desaparece alguna habrá descontrol”. Para más información checa nuestra edición impresa del 23 de mayo.