Migración centroamericana en la Ciénega, entre los que vienen y se suman

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

Foto: José Luis Ceja Guerra. Morenos, de complexión más o menos atlética y jóvenes, los primeros migrantes en esta región, cuatro en aquella ocasión.

José Luis Ceja Guerra/ La Voz de Michoacán

Sahuayo. Hace dos años en el municipio de Venustiano Carranza, justo en el tramo carretero frente a la escuela secundaria técnica de esta localidad comenzaron a aparecer; su forma de hablar, su color de piel y sobre todo el atrevimiento para pedir ayuda a los automovilistas que transitaban el tramo Sahuayo-San Pedro llamó poderosamente la atención, primero de los estudiantes y los lugareños y, después, de los medios de comunicación.

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Morenos, de complexión más o menos atlética y jóvenes, los primeros migrantes en esta región, cuatro en aquella ocasión,  argumentaban a los curiosos venir desde Colombia con rumbo a los Estados Unidos sin embargo su marcado acento francés hacía pensar en la posibilidad de que se tratara de haitianos o beliceños que si bien se interrelacionaban casi de manera natural con los lugareños se mostraban reacios a hablar con los comunicadores que buscaban entrevistarlos para responder a las dudas que se planteaba el colectivo local.

Foto: José Luis Ceja Guerra.
Morenos, de complexión más o menos atlética y jóvenes, los primeros migrantes en esta región, cuatro en aquella ocasión,

Poco a poco el fenómeno fue extendiéndose al sur, al municipio de Sahuayo donde comenzaron a aparecer justo frente al Centro de Estudios Tecnológicos y de Servicios 121, y a partir de ahí parecía establecerse un patrón que se replicaría después en el municipio de Jiquilpan ya que en ambos sentidos de la cinta asfáltica el conductor encontraba un hombre, una mujer y un niño con cartelones alusivos a los países de procedencia entre los que sobresalían las banderas y las camisas de la selección hondureña de fútbol profesional por lo que la gente comenzó a llamarlos de manera genérica como “Los hondureños”.

De esta forma Los hondureños comenzaron a formar parte del paisaje de esta región y se volvieron tan cotidianos como el señor del puesto de café, el taller de refacciones, el barrendero hasta tornarse prácticamente invisibles, parecieron haberse mimetizado en el entorno local hasta perderse y confundirse con el paisaje de extensos maizales o los sembradíos de sorgo tan característicos de esta tierra en la que se hizo ya costumbre verlos con uno o dos niños en los brazos y llevando la mano en forma de pico de pato repetidamente a su boca en señal de solicitud de alimentos, o monedas para alimentarse y continuar el viaje.

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Actualmente, entre los municipios de Venustiano Carranza, Jiquilpan y Sahuayo se han contabilizado hasta 30 migrantes por día y, posiblemente movidos por el flujo de migración o un sentido de rotación de plazas no se ve a ninguno de ellos más de un par de días seguidos aunque ninguno de los tres municipios mencionados tiene un dato oficial para determinar cuántos y quiénes son estos centroamericanos que cruzan la Ciénega en busca de su Sueño Americano de hecho, ninguno de los municipios señalados contaba con que tendrían que atender este tipo de fenómeno social pues si bien en los municipios existen las direcciones de atención al migrante, éstas se refieren única y exclusivamente a la realización y organización de festejos para agasajar a los presidentes de los clubes de migrantes cuando regresan de vacaciones a tierras michoacanas o a la gestión de proyectos productivos.

Foto: José Luis Ceja Guerra.Actualmente, entre los municipios de Venustiano Carranza, Jiquilpan y Sahuayo se han contabilizado hasta 30 migrantes por día

Los que se suman.

Reacios a hablar, por temor a la policía de migración o incluso a las críticas de otros migrantes, los pocos que se atreven a platicar con la gente hablan de historias terribles en sus países de origen; desde mujeres huyendo de sus parejas, hombres huyendo de la posibilidad de un conflicto armado o huyendo de los grupos delincuenciales locales o simplemente la posibilidad de las remesas que podrían enviar a sus familias una vez que lograran atravesar la frontera norte de México; sin embargo, los pocos que se atreven a hacerlo hablan también de los habitantes de Jalisco y Michoacán que se ponen también en los cruces carreteros para solicitar dinero con el cásico ademán de la mano en formad e pico de pato llevada repetidas veces a la boca: “Muchos son de aquí de Sahuayo o vienen con nosotros desde La Piedad o de Zapotlán Jalisco; algunos sí van para Estados Unidos pero otros nada más quieren tener algo de dinero”.

El elegir la Ciénega, dicen, no es algo fortuito, sino que es una forma de evadir a los elementos del Instituto Nacional de Migración quienes han optado por constantes redadas en la región de La Piedad que era el paso tradicional de esta migración y a lo largo de esta ampliación de ruta es que se suman algunos locales para emprender las caminatas a través de los estados y los municipios engrosando el contingente: “No venimos todos en grupo, cada quien viene por su cuenta y a veces nos encontramos” dice uno de los migrantes que, regularmente, usan nombres falsos para transitar por territorio mexicano.

Es de destacar que de la treintena de personas que solicitan apoyo de manera diaria en los cruceros de los municipios de Sahuayo, Venustiano Carranza y Jiquilpan al menos una tercera parte la integran mexicanos provenientes de los estados del sur y algunos originarios de estas ciudades que han visto en el fenómeno migratorio la posibilidad de obtener algunos ingresos adicionales.

Lo anterior ha generado ya un verdadero conflicto entre la gente de estas ciudades que si bien están dispuestos a apoyar a los migrantes no tienen la misma disposición para apoyar a los lugareños que, de alguna manera, ven en esto una forma fácil de ganarse la vida.

En ese contexto, si bien no existe de manera institucional un departamento o una dirección municipal que atienda este fenómeno social sí se han desarrollado esfuerzos por parte de organizaciones  civiles y algunos municipios para, al menos, tratar de garantizar la integridad de los migrantes que transitan por esta región.

En Jiquilpan, por ejemplo, en junio de este año las autoridades locales dieron el arranque de operaciones del albergue temporal en lo que fueran las instalaciones del centro preventivo ya que, tras su cierre definitivo como centro de reclusión las autoridades locales insistieron ante el Gobierno de la entidad para que el inmueble fuera cedido en comodato al municipio para poder realizar inversión en la infraestructura y habilitarlo como albergue temporal ante el creciente número de migrantes que optan por Jiquilpan como paso a la frontera norte y comerciantes de las comunidades de la Cañada de los Once Pueblos y la Meseta Purépecha quien pernoctaban en plazas, parque y bajo los puentes de esta ciudad lo que les ponía en situación de riesgo tanto físico como social.

Este albergue que tiene carácter de temporal cuenta con aproximadamente 120 camas, un espacio para el deporte, cocina, espacio para reuniones y un espacio para la reflexión además de baños separados para hombres y mujeres y un espacio para el lavado de ropa y puede ser utilizado hasta por ocho días por los migrantes y el albergue opera de manera coordinada con el asilo de ancianos de esta ciudad para obtener asesorías sobre la forma en que se operan este tipo de espacios.

Por parte de las organizaciones civiles, el grupo de migrantes mexicanos Humanitarios de Jiquilpan ha abierto un comedor asistencial mediante el que se otorgan de manera gratuita desayunos y comidas a migrantes, comerciantes ambulantes y personas en estado de pobreza extrema