Rogelio Arellano / La Voz de Michoacán Uruapan, Michoacán. De manera artesanal, uno a uno, 55 mil recipientes de vidrio fueron transformados en blandones, cuya luz dará vida al Festival de Velas Uruapan 2019, evento del perfil turístico que busca imitar una parte del ancestral ritual purépecha de la noche de muertos, velada en que la mitología de esta etnia refiere abrir un camino en la oscuridad del inframundo para el retorno momentáneo de las ánimas. Con habilidades desarrolladas y perfeccionadas a través de cuatro generaciones, los propietarios de la cerería “Paraíso”, responsables de elaborar las miles de candelas, indican que su misión estará cumplida una vez que el próximo 1 de noviembre por la noche ocurra el encendido, casi simultaneo, de los blandones en el centro de la ciudad y calles aledañas para adornar tumbas, tapetes y otros elementos que emulan el retorno de quienes han dejado la existencia terrenal. Literalmente oculto en la mancha urbana, el taller de veladoras se ubica en la colonia El Colorín y es dirigido por Yadira Escobar Medina, quien refiere que por sexto año consecutivo lograron que el gobierno municipal a través de la Secretaría de Turismo y Cultura los seleccionara para desarrollar este trabajo, labor que inició desde hace semanas con la adquisición de los 55 mil recipientes en una fábrica de la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Igualmente, con bastante anticipación se realizó el pedido de miles de kilos de parafina, carretes de mecha y pequeñas bases de metal. Es un trabajo en el que de manera temporal se emplea mano de obra extraordinaria; el armado de mecheros se inició desde la semana pasada y durante los últimos seis días se ha procedido a laborar en las ollas a fuego lento para derretir el producto alcano y verter pequeñas cantidades en cada recipiente”, señaló. Dicho vaciado, explicó, se realiza mediante el uso de pequeños recipientes con la forma de regaderas de mano para jardín. Es mejor hacerlo durante el día, pues las temperaturas son mayores, por ende, se prolonga más tiempo el estado líquido de la parafina y se avanza más rápido, lo que no ocurre en horario nocturno, “por ello decidimos solamente laborar por las mañanas y tardes”, precisó Yadira Escobar. Añadió que una vez que la parafina inicia el proceso de conversión a su estado sólido, se procede a colocar con bastante cuidado el respectivo mechero en cada recipiente, pues el objetivo se refiere a que sobresalga una pequeña porción de mecha para su posterior encendido. Concluido este proceso se procede al embalaje en pequeñas cajas de cartón que contienen 48 unidades cada una; se envían a la Secretaría de Cultura”. Es un trabajo artesanal, sin ningún proceso mecanizado. “Así se ha hecho desde siempre en mi familia; así son los relatos de mi bisabuela a mi abuela y está a mi madre, proceso que mantenemos en la actualidad, aunque con ciertas dificultades en la demanda pues los productos chinos en ocasiones son más baratos al grado de que hace años cerramos por un periodo de tres años, pero afortunadamente nuevamente existe demanda”, indicó. Puntualizó que definitivamente el Festival de Velas es un producto turístico que ha cuajado de manera aceptable y gana terreno para atraer cada vez más visitantes pues cada año crece en espectacularidad. La primera vez que elaboramos el pedido fueron 20 mil veladoras, al año siguiente 24 mil y en este año llegamos a 55 mil; ojalá para los próximos años siga en aumento la cantidad de candelas”. Sería extraordinario que además de colocar las veladoras en el primer cuadro de la ciudad y la calle Independencia hasta el acceso al parque nacional “Barranca del Cupatitzio, también se incluyera en futuras ediciones la calle Manuel Ocaranza que conecta al centro de la ciudad con la puerta principal del panteón de San Juan Evangelista fundado en 1891, espacio que durante la noche de muertos también es escenario de diversos eventos”, opinó la entrevistada. Esas manifestaciones de colocar velas para alumbrar el camino de las animas ya se realizaba en Uruapan hace 80 o 90 años, precisamente sobre la calle Manuel Ocaranza, mosaico de sincretismo que se perdió pero que comenzó a recuperarse por iniciativa de grupos de alumnos del Colegio de Bachilleres hace poco más de 15 años, idea que retomaron las autoridades municipales para dar paso al producto turístico del Festival de Velas.