Pendiente el arreglo interno en Cherán

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Martín Equihua

Cherán, 24 de enero.- Es necesario que se instale la tolerancia y el pleno respeto entre las diferentes formas de pensar, así como la decisión de convencer y no imponer, como método para seguir nutriendo el proyecto comunal de autogobierno por el que la mayoría de la comunidad se ha inclinado a partir del 2011, estima José Merced, comunero y promotor cultural.

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Invitado a una reflexión crítica, Tatá Meche, como es conocido en la región, asegura que “la comunidad se ha encerrado en sí misma, con una visión muy localista, y se ha olvidado de que forma parte de un territorio mayor, el del pueblo purépecha”, lo que explicaría por qué no ha levantado solidaridad de sus vecinos próximos, ni su ejemplo ha servido de ruta a otras comunidades, si bien recientemente en Nahuatzen y Pichátaro han reclamado su “autonomía”, por distintos motivos y perspectivas.

Por su parte, el comerciante David Juárez Jiménez, señala que la comunidad tiene un plan de desarrollo para 30 años, en el que “está plasmada la filosofía comunal”, por lo que el órgano colegiado, elegido en su segunda versión el pasado mes de mayo –e instalado en septiembre- con un amplio respaldo social, tiene que apegarse a ese plan, “y no perder la parte de la democracia social”, es decir que debe lograr que las decisiones fundamentales sean producto de un proceso colectivo, desde “las células que son las fogatas” que, aunque están apagadas, siguen siendo puntos clave de reunión, como los barrios y la asamblea general, “que tiene mucho que no se reúne”. Sostiene que el propio Concejo Mayor “no debe ser solo para uno que come más pinole”.

Para José Merced, el problema más serio que la comunidad tiene que afrontar, es la contradicción de su modo de propiedad comunal que siendo reconocido por el orden institucional en su extensión de más de 27 mil hectáreas, al interior, por uso y costumbre, “casi 60 por ciento” se encuentra parcelado, entregado en fracciones para el usufructo privado, y la mayoría no está de acuerdo en restituir esas fracciones a la administración comunal, pues no lo asumen como temporal en sus manos, sino como partes privadas, dadas para siempre. “A esto no quieren que se le mueva nada”, por lo que insiste en que será necesario reforzar el sentimiento de vida comunitaria para que ese proceso de restitución de los comuneros a la comunidad, sea en paz.

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Considera el promotor cultural y vendedor de libros de ciencias sociales y humanidades, que van cinco meses de aprendizaje del segundo Concejo Mayor, por lo que “a estas fechas no es algo cabal, está en fase formativa, construyéndose”, e informa que dado lo que ha señalado, ha propuesto en asambleas de su barrio, una “escuela de formación comunera”, para enfatizar la importancia y la dinámica de la vida comunitaria, porque si no se trabaja a largo plazo, “esto puede fracasar”.

Entrevistado en su pequeño negocio, Juárez Jiménez reseña que históricamente su pueblo no ha tenido las mejores relaciones con sus vecinos, pero que siempre ha sido un referente, “las comunidades han dicho ante algunos conflictos: depende de lo que Cherán haga o diga. Es un pueblo que ha dado la pauta”, y que ha sido el liderazgo el que no ha sabido mirar más allá, empezando con los vecinos, para que su experiencia trascienda, pues el respaldo social lo han tenido.

Y efectivamente, nadie puede regatearle a este pueblo el valor de haber enfrentado al crimen organizado desde abril de 2011, a costa incluso de la vida y desaparición de algunos, incluidos campesinos de pobreza extrema de El Cerecito, al parecer, que estuvieron al servicio de criminales. Es evidente ahora el control social de su seguridad, y el consistente trabajo en la reconstitución de sus bosques, depredados en casi una tercera parte de sus 27 mil hectáreas, tanto por ajenos como por cheranenses, hay que decirlo. Han acudido al máximo tribunal del país y han logrado victorias jurídicas importantes, aunque aún falta de cumplimentar una consulta que fue ordenada también por el máximo tribunal.

Lo cierto es que se percibe la calma en sus calles recientemente adoquinadas, en el ir y venir de su gente por la plaza y el mercado, en el bullir en sus banquetas e iglesias. Es una población relajada pero alerta, en la que cada día se abre un nuevo negocio, de carnitas, de pizza, de compra de oro, o de maquinitas, que niños y jóvenes abarrotan como abejas. La vida cotidiana transcurre sin sobresaltos, con muertos solo de muerte natural, y sin más delitos que los de la embriaguez que, también, no cesa.

De hecho, en la semana que empieza, el diputado local Juan Pablo Cueva Arévalo, acudirá a una reunión con militantes y simpatizantes de su partido, y hasta hoy, en voz de Antonio Tiandon, líder local partidario, no les han dicho que no pueden reunirse con su correligionario. En el pasado reciente se impidió la presencia de una legisladora, y durante los cinco años de lucha comunal, el antipartidismo ha estado muy vivo, de la mano del ala dura que considera que se trata de expulsar a los adversarios, y no de convencer a ciudadanos y comuneros.