Santiago "El Churrero", ya no está en la esquina

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Eduardo Ruiz Muñoz / La Voz de Michoacán
La Piedad.- Ahora, cuando la lluvia cae sobre la ciudad, cuando oscurece más temprano y cuando el frio comienza a darle la bienvenida al fin de año se antojan unos churros calientitos con azúcar “encanelada”.

Pero ya no está Santiago. Se ha ido el hombre aquel que fue un ejemplo de esfuerzo, constancia, dedicación y amor por su profesión. “Eso de los muchachos flojos, es una epidemia que se viene dando desde hace mucho tiempo”, dijo cuando tenía  72 años y todavía se levantaba temprano para salir a vender raspados por la mañana y se acostaba ya entrada la media noche después de la vendimia de churros.

Santiago Rodríguez Rodríguez “El Churrero” de la esquina del bulevar y la calle Independencia ha fallecido y con él se ha ido una historia de trabajo, dedicación y  constancia.

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A continuación y en su memoria, reproducimos parte de una entrevista que éste medio de información le realizó el 28 de abril de 2010:

“Yo comencé desde los 10 años a trabajar, el oficio me lo enseñó mi padre y desde hace 62 años me dedico a lo mismo: a vender churros”, añade.

Su padre, Miguel Rodríguez Prado (qepd) fue, si no el primero, sí uno de los que inició en La Piedad con la venta de éste alimento, por lo que el oficio de churrero ha sido el sostenimiento de la familia Rodríguez desde hace casi un siglo.

Cada churro consiste en una masa compuesta por harina, agua, azúcar y sal, que se introduce en un aparato parecido a una manga repostera, por donde sale  convertido en tiras cilíndricas de un dedo de grosor, aproximadamente, y con sección trasversal en forma de estrella, que se fríen en aceite y una vez hechos, a veces, se rebozan en azúcar.

La masa se hace como la de los buñuelos, echando de golpe la harina en el agua (con la sal, el azúcar y a veces un poco de aceite) ya hirviendo y removiendo hasta que esté hecha. Entonces se pone en la churrera y se hacen los churros. La forma de estrella es porque la masa crece mucho con el calor y el aceite sella la superficie exterior. Si no tuviera esta forma, estallaría al entrar en contacto con el aceite caliente.

Prácticamente todos saben dónde ubicarlo. Tiene 40 años trabajando en la misma esquina que conforman la calle Independencia y el Bulevar Lázaro Cárdenas, nada más se ha cambiado a la contra esquina  porque donde ponía antes su carrito, han colocado una alcantarilla y pues eso da mal aspecto para sus clientes.

De ese oficio, el de churrero, ha salido el dinero para el sostenimiento de ocho hijos: José Antonio, Alicia, Patricia, Alejandro, Araceli, María de la Luz, Erick y Santiago han sido testigos del esfuerzo diario de su padre.

Llueva, truene o “relampaguié” como  se dice popularmente, todas las noches Santiago sale a trabajar. No hay días festivos, no hay dolencias, no hay pretextos para no salir. El compromiso es grande: es consigo mismo, con su familia y con tantos y tantos clientes que a diario lo buscan.

Napolín y Don Cheto (qepd), otros personajes de gran admiración y respeto, solían referirse a Santiago en sus rutinas cómicas, haciendo alusión a la forma en cómo se coloca el artefacto con el que se vacía la masa sobre el aceite hirviendo mediante un movimiento de cadera que envidiarían las grandes vedetes del mundo.

El hombre, quien ahora es acompañado por sus nietos, recuerda los años en los que vendía sus productos en las afueras del Mercado Municipal. Eran otros tiempos, la ciudad alcanzaba sus orillas a la altura del que fuera el Cine Diana.

Poco a poco La Piedad fue creciendo y el bulevar Lázaro Cárdenas se volvió muy transitado y ni que decir de la Avenida Michoacán, entonces el sitio perfecto para la venta de churros era precisamente ese. Y ahí sigue Santiago, con 72 años encina, con una espalda cansada, aún con buena vista, aún con ganas de luchar, de salir adelante, de trabajar día con día sin miedo a nada.

“¿Miedo? ¿A quién? Nunca nadie me ha hecho nada ni yo tampoco”.  El miedo, ese que no se ve, es el que tienen los hombres curtidos como él, es el miedo a quedarse sin hacer nada.

DESCANSE EN PAZ.