Alma Martínez, una madre indocumentada, logró su mayor aspiración después de años sin poder ver al hijo que dejó en Honduras. El reciente fin de semana se reunió con el menor, quien es uno de los miles de niños centroamericanos que en los últimos meses han cruzado la frontera indocumentados. Pero aunque el reencuentro es un momento feliz, lo cierto es que la situación migratoria de ambos está lejos de haberse resuelto y podrían enfrentar la deportación. La angustiosa espera de Alba Martínez llegó a su fin luego de años de nostalgias y separación. Por fin pudo abrazar a Alex. "Soy la madre más feliz del mundo. No vaya a llorar. Ese era mi sueño. Me fui de honduras por muchas razones, porque le quiero dar un futuro mejor a mi niño", dijo. Por eso tomó la difícil decisión que han tomado miles de padres, enviar a su hijo Alex con amigos o familiares a cruzar la frontera. Alex tiene 12 años, pero su edad mental es de seis. Aún con sus limitaciones, sabe perfectamente que está donde quiere estar. "A mí me gusta tener a mi mamá aquí", dice el pequeño. "Porque allá en Honduras no… Yo quiero estar con mi mamá porque ella me necesita y yo también". Los que defienden los derechos de los inmigrantes aseguran que esta es la norma que están poniendo en práctica las autoridades. Solo les imponen dos requisitos: "Los padres tienen que demostrar que esos niños son de ellos, con documentos, y también tienen que demostrar la capacidad de poderlos mantener aquí en Estados Unidos", explicó Carlos Pereira, director del Centro de Orientación del Inmigrante (CODI). Más adelante les llegará por correo una notificación para que comparezcan ante un juez de inmigración donde el menor se enfrentará a un juicio de deportación. Tanto a Alba como a su hijo Alex todavía les queda un largo camino por recorrer, también en términos migratorios. Ellos lo saben pero por ahora prefieren concentrarse en vivir el momento, en tratar de recuperar el tiempo perdido.