Los jóvenes pasan cinco horas y media al día en promedio conectados a las redes sociales, algunos hasta 12 horas, convertidos en “zombis tecnológicos” que exhiben conductas impulsivas, irritables y antisociales, según expertos universitarios. El estudio de la Agencia Informativa de la Universidad de Monterrey (UDEM) reveló que una gran cantidad de esos jóvenes caminan con la cabeza agachada, hablan con voz casi imperceptible, sus relaciones interpersonales son pocas, al tiempo que son impulsivos, irritables e inconscientes. Por lo anterior, se pueden destruir entre ellos y el mundo virtual devora sus días y horas, agregó la investigación al advertir que no se trata de una serie de televisión, sino de los “zombis tecnológicos” que ya despertaron y se multiplicarán en los próximos años. Estos individuos viven fragmentados entre actualizar su espacio en la red social Facebook, así como participar en la última tendencia de Twitter, dar respuesta a los mensajes instantáneos de WhatsApp y retocar sus fotos para Instagram. El experto en redes sociales, Luis Antonio Lucio López, de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), calculó que en promedio los muchachos pasa cinco horas y media conectados a la red, otros permanecen hasta 12 horas, en tanto que tres de cada 10 adolescentes admiten ser dependientes al Internet. Las personas pueden recurrir al uso excesivo de la tecnología para huir del rechazo, la realidad, sus problemas familiares o el contacto social y algunos buscan admiración, lo cual tiene el potencial de desarrollar narcisistas, opinó. “Si las personas siguen sin hablar cara a cara, dentro de 100 o 150 años el habla ya no será una de las actividades principales de la humanidad, por lo que el cerebro cambiará y la telepatía podría ser la nueva manera de comunicación”, comentó el investigador. Por lo anterior, las ciencias como Psicología, Nutrición y Medicina se tendrán que adaptar para atender a los adictos a la tecnología, que podrán ser obesos o demasiado delgados por las largas jornadas que pasan frente a la pantalla. Sobre el tema, el catedrático de Didáctica General en la UDEM, Jesús Amaya Guerra, explicó que en estos casos el cerebro funciona de manera distinta. El “lóbulo frontal se inhibe, por lo que se afecta la inteligencia ejecutiva, la toma de decisiones, el control de impulsos, la conciencia de causas y efectos, las metas y el esfuerzo”, señaló. El “zombi tecnológico”, apuntó, es un adicto y, como tal, su organismo produce dopamina cada vez que está frente a la pantalla, lo que significa que el joven siente placer cuando tiene sus aparatos y hasta se violenta si se le retiran. Al respecto, el profesor en Psiquiatría de la UDEM, José Castillo Ruiz, dijo que el uso excesivo de la tecnología desvía las fibras químicas eléctricas, por lo que el estímulo neurofisiológico no llega de adecuadamente a la corteza cerebral, que controla la concentración, el cálculo y la capacidad de abstracción. Por separado, la catedrática de Psicología General en la misma institución educativa, Carolina Cienfuegos Molina, planteó que el “zombi tecnológico” se comporta como si fuera un dios al intentar ser omnipresente y participar en todas las redes sociales, videojuegos y chats. “El precio de esta omnipresencia es mantenerla, las personas están en varias realidades a la vez y eso es la locura misma porque la ubicuidad es imposible”, sostuvo, al advertir que “en algún momento el sujeto se quebrará y le dolerá ver todos los momentos que se perdió por haber estado con el celular”. Destacó que la tecnología ofrece la oportunidad de hablar mediante muros donde los gestos, palabras y los rechazos de la comunicación cara a cara desaparecen y este predominio del “yo” en las redes provoca que la capacidad de afrontamiento sea menor”. Coincidió en que estos “zombis son impulsivos porque la tecnología no tiene límites, en el mundo virtual hacen lo que les place en el tiempo que quieren, mientras que la realidad les pide tomar en cuenta los tiempos de otros”. Los “zombis tecnológicos”, apuntó la experta, son incapaces de enfrentar las frustraciones y la incertidumbre porque tienen la costumbre de que las acciones tengan una respuesta y metas claras. La maestra Carolina Cienfuegos puso como ejemplo que “el mensaje de los videojuegos es que si se cumplen ciertos objetivos se avanza de nivel, pero en la vida real se toman decisiones sin saber lo que sucederá o si funcionará”. En esta problemática, los padres de familia son creadores de “zombis tecnológicos” al dar a sus hijos los aparatos de última tecnología, a fin de mantenerlos ocupados, callados y tranquilos, lo que les impide aprender a lidiar con las frustraciones mediante otras actividades. “Si el niño está molesto, los padres le dan la tableta en vez de jugar o leer; no son padres creativos para buscar soluciones alternas y eso provoca que sus hijos no sean creativos”, mencionó. Los especialistas coincidieron en que poco se sabe sobre la ética, valores y moral de esta nueva sociedad tecnológica, por lo que también es un misterio el qué vinculará a las familias si la gente ya no se mira ni se habla. Para evitar que los niños y jóvenes se conviertan en “zombis tecnológicos”, los investigadores sugirieron establecer espacios de convivencia familiar en los que se tenga prohibido el uso de celulares, por ejemplo, a la hora de la comida. Otra sugerencia es que cuando se viaja acompañado de menores en vehículos se debe propiciar la interacción verbal con ellos, en lugar de darles aparatos electrónicos para que se entretengan; retirar la tecnología de sus recámaras y regular los horarios en los que usan el Internet, así como estar atento a los contenidos. Asimismo, los especialistas recomendaron planear actividades recreativas que no involucren aparatos de ese tipo y evitar utilizarlos para calmar a los niños.