Cuenca del Congo: el segundo pulmón del mundo ocupa ayuda

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Redacción/La Voz de Michoacán

 

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Congo. En las profundidades de África central palpita una de las selvas más desconocidas e intactas del planeta, repartida entre seis países. Más de 200 millones de hectáreas que en gran medida permanecen como un misterio para la ciencia y que, a diferencia de la Amazonia o de los bosques tropicales de Indonesia, todavía están ausentes de los catálogos turísticos y de las prioridades de muchas agroindustrias. Sin embargo, la demanda creciente de alimentos, madera y carbón, la falta de oportunidades económicas y el comercio ilegal de especies están empezando a carcomer los rincones más prístinos de la Cuenca del Congo.

Las selvas de la cuenca del río Congo acumulan el 8% de todo el carbono almacenado en los bosques del planeta, lo que le convierte en el mayor almacén de carbono de África y el cuarto del mundo. Sin embargo, cerca del 85% de este bosque primario se ha destruido y la industria maderera amenaza el resto. Las estimaciones de deforestación para África central para 2050 auguran que, solo en la República Democrática del Congo, se liberarán 34.400 millones de toneladas de CO2.

Unos bosques que sustentan a 60 millones de personas; cobijan a una de cada cinco especies conocidas, incluyendo unas 10.000 de plantas, y regulan el clima y los patrones de lluvia en el mundo. No en vano, son el segundo pulmón verde del planeta tras la Amazonia.

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“Necesitamos comprender con urgencia cómo funcionan los bosques de África central para diseñar planes de gestión sostenibles que beneficien a las comunidades, al clima y a la biodiversidad al mismo tiempo”, afirma Paolo Cerutti, uno de los grandes expertos mundiales en la materia y responsable del proyecto Formación, Investigación y Medio Ambiente en Tshopo (Forets), en el norte de la República Democrática del Congo (RDC).

¿Soluciones?

La iniciativa, financiada por el XI Fondo Europeo de Desarrollo y coordinada por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (Cifor), promueve el desarrollo sostenible en torno a la reserva de la biosfera de Yangambi, además de formar a la primera gran generación de expertos forestales del país y romper un aislamiento científico alimentado por décadas de fragilidad y violencia.

Pese a la gran variedad de amenazas que destruyen los bosques primarios aún hay tiempo de reacción, pero urge tomar ciertas medidas para lograr salvarlos:

  • Proteger las selvas tropicales intactas, a través de la declaración de estas zonas como áreas protegidas, el cumplimiento de los compromisos adquiridos en los acuerdos multilaterales y una mejor gobernanza mundial que prime la conservación de la biodiversidad y los derechos de los pueblos indígenas.
  • Las empresas importadoras de madera deben cumplir la legislación que prohíbe importar madera ilegal mediante rigurosos sistemas de evaluación de sus proveedores de madera.
  • La Comisión Europea debe tomar medidas legales contra los Estados que, como España, no están haciendo cumplir la legislación que obliga a evitar la importación de madera ilegal a la UE.
  • Las administraciones, a través de la contratación pública, deben asegurar, a través de los procesos de contratación pública de obras, suministros y servicios, que el dinero público no se utiliza para comprar productos fabricados con madera ilegal o procedentes de la violación de derechos humanos.
  • La ciudadanía debemos adoptar estilos de vida y consumo sostenibles, exigiendo madera local y certificada por el FSC para evitar comprar madera procedente de la destrucción.

Con información de El País y Greenpeace