“El cambio climático no está en el radar de AMLO”

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El Universal/La Voz de Michoacán

El calentamiento global es innegable. El aumento de la temperatura modificó la distribución del sargazo y provocó que grandes cantidades lleguen a costas del Caribe mexicano. Sequías cada vez más intensas azotan al campo: el pasado junio, de los 217 municipios de Puebla, 115 reflejaron algún grado de sequía. Hace 15 días, la ciudad de Hermosillo registró temperaturas de hasta 48° centígrados, lo que la colocó como la localidad más caliente del planeta. A pesar de ello, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador contempla apostar por la quema de carbón, uno de los combustibles que más contamina.

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En 2015, México emitió 683 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) equivalente a Gases de Efecto Invernadero (GEI), de acuerdo con el último Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero. Es el segundo mayor emisor en América Latina y doceavo a nivel mundial.

“El planeta atraviesa la necesidad urgente de reducir las emisiones de GEI, en particular del CO2. Las trayectorias de estas emisiones nos indican que la Tierra se calentaría 4° centígrados o más para 2100 y un calentamiento de esa proporción sería gravísimo porque muchos sectores productivos económicos y sociales se verían afectados: la agricultura, turismo, etc.”, explica el doctor Carlos Gay, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

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En 2016, la firma de los Acuerdos de París (AP) embarcó a 194 países, incluido México, en un esfuerzo por salvar al planeta. Acordaron reducir las emisiones de GEI para mitigar el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C. “Los AP nos impulsan a cambiar nuestras tendencias de emisión y avanzar hacia un desarrollo diferente. Nos dan una nueva perspectiva para repensar el país y replantear cómo nos relacionamos con nuestros recursos naturales y energéticos”, dice la doctora Amparo Martínez Arroyo, directora del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (Inecc).

El gobierno mexicano se comprometió para 2030 a disminuir 22% las emisiones de GEI y 40% contaminantes como carbono negro, que se produce por la combustión incompleta de productos derivados del petróleo. Sin embargo, la construcción de una refinería en Dos Bocas, Tabasco, y una termoeléctrica en Huexca, Morelos, van en dirección contraria a esas metas.

“Los problemas medioambientales no son una prioridad del nuevo gobierno. No recuerdo al Presidente hablar del cambio climático, prácticamente no lo tienen en el radar, ni él ni su equipo, y es una situación muy lamentable. Estos proyectos van en contra de los AP, la estrategia era transitar a las energías renovables no retroceder a los hidrocarburos. Con estas decisiones México dejará de ser líder en favor del medio ambiente”, señala el doctor Polioptro Martínez, director de la Cátedra UNESCO-Universidad de las Américas de Puebla en Riesgos Hidrometeorológicos.

Otro de los compromisos de México es que para 2024, 35% de la energía que se genere sea de fuentes renovables. Actualmente, 17% de la producción nacional proviene de las renovables, según el último Reporte de Avances de Energías Limpias 2018 de la Secretaría de Energía.

“Su proyecto (de la 4T) parecen ocurrencias que no tienen nada que ver con la realidad mundial. La estrategia energética no es coherente con la política climática del país ni con los AP. Las autoridades necesitan echarle un poco más de seso y no trivializar los compromisos internacionales que México adquirió”, dice el doctor Carlos Gay.

Por otro lado, la directora del Inecc argumenta que la refinería de Dos Bocas es una necesidad inmediata que tiene el país por aprovechar sus recursos en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a los que se adhirió México.

Señala que el proyecto del Presidente “permitiría una sustitución de importaciones, 80% de nuestra gasolina viene de otros países”. Pero enfatiza que se tendrá que calcular un plazo finito para estas fuentes porque “el mundo va hacia otro tipo de energías y no podemos quedarnos atrás”.

Adaptabilidad, nuestro reto . El impacto de las emisiones de GEI a nivel global no se reparte equitativamente. “Los países que se encuentran en los trópicos (México, entre ellos) serán más vulnerables al calentamiento, incluso algunos países del hemisferio sur se podrían beneficiar en sus actividades económicas por el aumento de la temperatura”, específica Carlos Gay.

De acuerdo con el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en los últimos 50 años, México ha experimentado un incremento de 0.85°C en su temperatura. “Se estima que para 2039, el país incrementará su temperatura media anual en 2 °C en el norte y entre 1 °C y 1.5 °C en el resto del país”.

“De los avances que hemos logrado es la realización, municipio por municipio, de un Atlas de Vulnerabilidad. Es cierto que debe estar en constante revisión y cambio, pero es un gran logro. Además es un instrumento que otros países nos piden compartirlo porque es un conocimiento muy útil”, recalca Amparo Martínez.

El Inecc registra que hay mil 385 municipios vulnerables a los impactos del cambio climático por inundaciones, disminución de precipitación y sequías, entre otros.

“Trabajar en políticas de adaptación también tiene que ver con programas de educación y sensibilización con la gente para que aprendan a identificar sus propias vulnerabilidades y a trabajar en reducirlas. Con el cambio climático uno no se adapta de una vez y para siempre porque las condiciones externas van cambiando y también las internas”, rescata la directora del Inecc.

Para el doctor Polioptro Martínez, estas medidas no son suficientes: “El Programa Especial de Cambio Climático (que estará a cargo de la nueva administración) debe implementar una estrategia más agresiva en términos de adaptación y resiliencia”.

Además destaca que la investigación científica es la mejor herramienta para encarar estos retos: “Sería oportuno que, en el campo de generación de energía renovable, desarrollemos nuestra propia tecnología. El almacenamiento de energía es muy caro, las mejores baterías son Tesla; debemos invertirle a la investigación”, añade.

Donald Trump y los AP. El 1 de junio de 2017, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió retirar a su gobierno de los Acuerdos de París. Uno de los mayores emisores de GEI abandonaba, al menos en el discurso, la voluntad por frenar el calentamiento global.

Para el científico Carlos Gay, la salida de Estados Unidos no implica que estos tratados hayan perdido credibilidad, pero confiesa que “se posterga la oportunidad de poner un límite a fenómenos climáticos que atraviesan umbrales de no retorno”. Recalca que en el país vecino hay varios movimientos como “We are still in”, en el que más de 3 mil 500 organizaciones civiles, empresas, universidades y gobiernos locales decidieron continuar en el cumplimiento de los Acuerdos de París.

El director de la Cátedra Unesco detalla una relación entre el cambio climático y uno de los principales antagonistas de Trump: la migración. “Una parte del flujo de migrantes de Centroamérica son el resultado de una serie de sequías que han golpeado a esa región. Ya hay migración climática. Hemos registrado sequías y huracanes muy intensos”, explica.

En nuestro país, los Acuerdos de París son la ruta del futuro.

“La cuarta revolución industrial está en marcha y lo primero que se tiene que tener claro es que los países de primer mundo se alejan del carbono para darle paso a la economía verde, aquella que no contamina y garantiza la sustentabilidad. Salta a la vista que para allá va el mundo y no podemos quedarnos atrás”, específica el doctor Polioptro Martínez.