Agencias/La Voz de MichoacánMéxico. Muchos pacientes con coronavirus parecen mejorar al principio para luego deteriorarse rápidamente y ser invadidos por una respuesta inmunitaria abrumadora que hace que el cuerpo se ataque a sí mismo. Esta “tormenta de citocinas” alguna vez fue un fenómeno arcano conocido casi solo para los reumatólogos que estudian cuándo y cómo fallan las salvaguardias del sistema inmunitario. Sin embargo, en los últimos meses, se ha vuelto cada vez más claro que, al menos en un subconjunto de personas que tienen el virus, calmar esa tormenta es la clave para sobrevivir. Al menos una docena de medicamentos candidatos para tratar el coronavirus se basan en esta premisa. También se están haciendo pruebas con unos cuantos dispositivos que purifican la sangre, como lo hacen las máquinas de diálisis. Un medicamento prometedor fabricado por Roche está analizándose en varios ensayos clínicos, entre ellos un estudio clínico en fase tardía en combinación con el medicamento antiviral remdesivir. Además, un artículo reciente publicado en la revista Science Immunology describió datos preliminares sobre un medicamento que detiene la riada de citocinas desde su origen y parece propiciar una recuperación rápida. Cuando las células inmunitarias se encuentran con un agente patógeno, liberan moléculas llamadas citocinas, o citoquinas, a fin de reclutar aún más células para la batalla. Una vez que el peligro desaparece, el sistema inmunitario suele desactivarse solo. No obstante, hay veces que “no se detiene”, comentó Jose Scher, reumatólogo del Centro Médico Langone Health de la Universidad de Nueva York. “El sistema inmunitario sigue y sigue atacando”. Esta respuesta implacable puede agotar el sistema inmunitario; detener el funcionamiento de los pulmones, los riñones y el hígado; y, a la larga, ser mortal. Puede ser así incluso en personas jóvenes y niños que no tienen ninguna condición subyacente. Este mismo mecanismo se manifiesta, de una forma más leve, en enfermedades autoinmunitarias como el lupus y la artritis reumatoide. La mayoría de los medicamentos que los médicos han probado para tratar el coronavirus, entre ellos esteroides e hidroxicloroquina, son tratamientos para esas enfermedades, lo cual ha alterado su suministro. “Se han apropiado de nuestros medicamentos” afirmó Scher, y agregó que casi siempre se implementan con pocos conocimientos sobre su uso adecuado e inconvenientes. En las primeras etapas de la pandemia, médicos en China e Italia reconocieron las señales delatoras que emite un cuerpo que sufre un choque por citocinas —fiebre, ritmo cardiaco acelerado y presión arterial muy baja— y trataron a los pacientes con el medicamento tocilizumab. Esta medicina la vende Roche como Actemra, y bloquea una citocina llamada interleucina-6 (IL-6). La evidencia anecdótica y las pruebas preliminares pronto confirmaron el presentimiento de los médicos. Desde entonces, varios estudios han mostrado que niveles altos de IL-6 auguran fallas respiratorias y la muerte, y que la Actemra reduce estos riesgos. Otros medicamentos que sofocan la actividad de la IL-6 han dado resultados prometedores, tal es el caso del kineret, un medicamento que somete una citocina diferente llamada IL-1. Los expertos afirmaron que una solución más eficaz que bloquear cada tipo de citocina sería romper el ciclo de inflamación desde su origen. Por ejemplo, los medicamentos para la presión arterial que reprimen las señales químicas que preceden a las citocinas han demostrado algunos beneficios en estudios con ratones y se están poniendo a prueba en personas. En el artículo publicado en Science Immunology, los científicos identificaron que el medicamento Calquence para el cáncer, fabricado por AstraZeneca y también llamado acalabrutinib, puede interrumpir el suministro de citocinas desde su fuente. Tratar a pacientes con medicamentos como el tocilizumab es “como cortar las ramas de un árbol”, explicó Louis Staudt, científico del Instituto Nacional de Cancerología que fue uno de los principales investigadores del estudio. “El acalabrutinib ataca directamente el tronco del árbol”. El equipo identificó a los macrófagos —células “carroñeras” que absorben las bacterias y los virus— como la fuente principal de la ola de citocinas en la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. “Estos pacientes se meten en problemas porque su casa está en llamas en sus pulmones”, explicó Staudt. “Este medicamento puede apagar este fuego inflamatorio al inhabilitar a los macrófagos”. La participación de los macrófagos también podría explicar por qué algunas personas se deterioran de repente, semanas después de contagiarse. Una gran cantidad de células se involucraban hasta después de que el virus había hecho un daño profundo a los pulmones. “Hay un retraso ahí”, afirmó. La gente con diabetes, obesidad e hipertensión tiene una línea base de inflamación más elevada, por lo que, a decir de Staudt, es posible que esto también explique por qué estas personas son más vulnerables a enfermarse de gravedad. AstraZeneca planea poner a prueba el Calquence en estudios a mayor escala. Los conocimientos obtenidos de los estudios en torno a la COVID-19, sobre todo debido a las grandes cantidades de personas afectadas, también podrían permitirles a los investigadores comprender trastornos inflamatorios que han sido un misterio desde hace mucho, afirmó Staudt. La pandemia también ha popularizado un enfoque que es muy común en el tratamiento de ciertas enfermedades, pero que no se ha comprobado en ensayos clínicos que es un remedio para los pacientes con coronavirus. Por ejemplo, la Administración de Medicamentos y Alimentación (FDA, por su sigla en inglés) autorizó el uso de un cartucho que filtra continuamente el exceso de citocinas en la sangre, parecido a como una máquina de diálisis elimina toxinas. La sangre purificada luego se bombea de vuelta al cuerpo. El dispositivo, llamado CytoSorb, es casi del mismo tamaño que un vaso normal y se llena de polímeros gruesos, más o menos del tamaño de un grano de sal. Cada grano, o cuenta, tiene millones de poros y canales que conforman una superficie que equivale aproximadamente a siete campos de futbol americano y extraen moléculas casi del tamaño de citocinas. Un cartucho puede purificar casi 70 veces el volumen sanguíneo de un cuerpo entero en un lapso de 24 horas. Los objetos más grandes como las células rodean las cuentas y no se ven afectados, y las cosas más pequeñas como los electrolitos las atraviesan sin problema, dijo Phillip Chan, director ejecutivo de CytoSorbents Corp., el fabricante del dispositivo. También es posible que CytoSorb elimine algunas proteínas que el cuerpo necesita. Sin embargo, en el caso de “una enfermedad mortal con una tormenta de citocinas”, afirmó Chan, “es como un intercambio entre eliminar lo que podría matarte y la inconveniencia temporal de eliminar cosas que tu cuerpo produce todo el tiempo de todas formas”. En Europa, donde el CytoSorb ha estado disponible en el mercado desde 2013, se ha usado de manera más liberal. Pero en Estados Unidos solo se había permitido el uso del dispositivo para pacientes que habían agotado todas las demás opciones. Incluso ahora, durante la pandemia, su uso solo está autorizado para pacientes con coronavirus que estén gravemente enfermos, con fallas respiratorias inminentes o confirmadas. Hasta ahora, Stephan Ziegeler, director de una unidad especializada de cuidados intensivos pulmonares en un hospital de Ibbenbüren, Alemania, ha atendido a ocho personas con el CytoSorb. (Desde 2018, ha recibido tarifas de parte del fabricante de CytoSorb por hablar del producto, que suman 5000 euros, o unos 5600 dólares). De estas personas, tres han sido dadas de alta, tres ya no necesitan oxigenación y dos han fallecido. Los pacientes con sepsis bacteriana suelen necesitar un máximo de tres cartuchos —uno al día por 1200 dólares— pero los pacientes con coronavirus presentan niveles tan astronómicos de citocinas que algunos han necesitado decenas de ciclos, con dos cartuchos nuevos por día, afirmó Ziegeler. “Parece que la COVID-19 implica una tormenta de citocinas prolongada, un estado inflamatorio prolongado y realmente efectivo comparado con otros estados de sepsis”, comentó. El CytoSorb no es la única estrategia mecánica que está en uso; la FDA también autorizó el uso de otro dispositivo, llamado Oxiris, para los pacientes con coronavirus. Y existen planes para probar el CytoSorb en combinación con el tocilizumab. Scher afirmó que vale la pena explorar todos estos métodos, pero que todos deben ponerse a prueba en estudios clínicos rigurosos con grupos de control adecuados: “Esa será la única manera de saberlo con certeza”. This article originally appeared in The New York Times. © 2020 The New York Times Company