Agencias / La Voz de MichoacánEUA. . Pronto se cumplirán dos años desde el inicio de la crisis sanitaria mundial provocada por el coronavirus, un plazo de tiempo relativamente corto que nos ha servido para comprobar que el actual estado de la ciencia nos puede ofrecer un notable potencial de reacción y, sobre todo, una enorme capacidad para generar conocimiento sobre algo que resultaba nuevo y desconocido. Han bastado poco más de 18 meses para descubrir muchos de los secretos del SARS-CoV-2: hemos descifrado su origen, hemos secuenciado su genoma en tiempo récord, conocemos sus métodos de transmisión, e incluso hemos conseguido desarrollar varias vacunas con una alta eficacia de protección. Sin embargo aún nos quedan importantes cuestiones por desvelar y una de las más urgentes es saber por qué el virus despliega efectos tan diferentes en las personas. Desde aquellos asintomáticos que pasan la enfermedad casi sin darse cuenta hasta los que terminan hospitalizados con complicaciones severas, el amplio rango de consecuencias diferentes que un mismo virus es capaz de desplegar representa una importante laguna que todavía se escapa a nuestra total comprensión. Por supuesto conocemos diferentes factores que aumentan el riesgo de complicaciones en la COVID-19 como la edad, la obesidad, padecer asma o alguna de las diversas enfermedades pulmonares crónicas (EPOC), etcétera. Pero incluso dentro de estos grupos de riesgo, no sabemos las razones por las que unos pacientes desarrollan COVID grave y otros lo pasan sin síntomas. Esta semana se ha publicado un artículo en Cell que afirma que deberíamos buscar la respuesta en la nariz. Al fin y al cabo, el primer encuentro de nuestro cuerpo con el SARS-CoV-2 se produce en el sistema nasofaringe, es decir nariz y garganta. Esa región de nuestro organismo se convierte en el primer campo de batalla donde nuestras defensas despliegan la primera respuesta frente a la nueva amenaza. Este nuevo estudio científico, realizado por investigadores del MIT, en colaboración con el Hospital infantil de Boston y la Universidad de Mississippi, apunta a que las primeras respuestas en este enfrentamiento son determinantes para saber quién desarrollará una enfermedad grave y quién pasará el COVID con síntomas leves. “Desde el principio, saber por qué algunas enferman más que otras es uno de los aspectos más desconcertantes del coronavirus”, explica José Ordovás-Montañés, responsable principal del estudio. “En estudios anteriores se han buscado predictores de COVID grave en la sangre, pero puede que no estemos buscando en el lugar adecuado”. En el estudio presentado, los investigadores recogieron células tomadas de hisopos nasales de pacientes en el momento inicial en que fueron diagnosticados con COVID para comparar los pacientes que desarrollaron la enfermedad de manera leve con aquellos que padecieron la versión más grave del COVID, necesitando incluso asistencia respiratoria. Para entender en detalle qué estaba ocurriendo en la nasofaringe en el mismo momento del diagnóstico, los autores secuenciaron el ARN de cada célula y analizaron una media de 562 células en cada hisopo nasal para determinar qué células estaban presentes, cuáles contenían ya ARN del virus (un indicativo de infección) y qué genes se activaban o desactivaban para responder a la amenaza. Los resultados del estudio son variados e incluyen diferentes descubrimientos. En primer lugar, indican que las células epiteliales que recubren nariz y garganta experimentan importantes cambios en presencia del coronavirus: las células se diversificaron, hubo un aumento en las células secretoras y caliciformes (productoras de moco), pero también se detectó una “sorprendente pérdida de células ciliadas maduras”, que barren las vías respiratorias, junto con un aumento de células ciliadas inmaduras (que quizás estaban tratando de compensar). El hallazgo más decisivo se produjo cuando los investigadores compararon los hisopos de personas con diferentes niveles de gravedad de COVID-19. En personas con COVID leve o moderado, las células epiteliales mostraron una mayor activación de genes involucrados con respuestas antivirales, especialmente genes estimulados por interferón tipo I, una alarma muy temprana que despliega el sistema inmunológico. Por el contrario, en las personas que desarrollaron COVID grave (incluyendo ventilación mecánica) la respuesta antiviral registrada fue significativamente más débil. En particular, las células epiteliales tuvieron una respuesta de interferón tipo I mucho menor, a pesar de albergar grandes cantidades de virus. “Desplegar una correcta cantidad de interferón en los momentos iniciales podría ser la clave para lidiar no solo con el SARS-CoV-2 sino con muchos otros virus”, concluye Ordovás-Montañés. Este estudio es el primer paso para dilucidar los elementos que determinan la gravedad de la enfermedad, pero además es un claro indicativo de hacia dónde podríamos encaminar nuestros esfuerzos para encontrar un tratamiento efectivo contra la COVID.