Agencias / La Voz de MichoacánMéxico. A lo largo de la historia, los seres humanos han coexistido con bacterias y virus. Hemos tenido antibióticos durante casi un siglo y las bacterias han respondido mejorando su resistencia a estos. La batalla es interminable. Pero, ¿qué pasaría si de repente nos exponemos a bacterias y virus mortales que han estado "dormidos" durante miles de años, o que nunca antes hemos conocido? Se derrite el permafrost Podríamos estar a punto de averiguarlo. El cambio climático está derritiendo los suelos del permafrost -la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares-, liberando virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y vuelven a la vida. En agosto de 2016, en un remoto rincón de la tundra siberiana llamada Península de Yamal, en el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos veinte personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por ántrax. Muchos virus y bacterias se conservan perfectamente en el hielo. La teoría es que hace más de 75 años murió un reno infectado con la bacteria y su carcasa congelada quedó atrapada bajo una capa de permafrost. Allí permaneció hasta una ola de calor en el verano de 2016, cuando se descongeló. Esto liberó el ántrax infeccioso en el agua y el suelo cercanos, y luego en la cadena de suministro de alimentos. Más de 2.000 renos se infectaron, lo que condujo a un reducido número de casos en humanos. Pero se teme que este no sea un caso aislado. Todavía más antiguas A medida que la Tierra se calienta, más permafrost se derretirá. Bajo circunstancias normales, las capas superficiales, de unos 50 cm de profundidad, se funden cada verano. Pero ahora el calentamiento global está exponiendo gradualmente las capas más antiguas del permafrost. En Siberia se han encontrado "virus gigantes" -que pueden verse con un microscopio corriente- de enfermedades del siglo XVIII y XIX. La temperatura en el Círculo Polar Ártico está aumentando aproximadamente tres veces más rápido que en el resto del mundo. A medida que el hielo y el permafrost se derriten, pueden liberarse otros agentes infecciosos. "El permafrost es un muy buen conservante de microbios y virus, porque es frío, no contiene oxígeno y es oscuro", explica el biólogo evolutivo Jean-Michel Claverie de la Universidad de Aix-Marseille, en Francia. Los científicos han descubierto fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) del virus de la gripe española de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska. La viruela y la peste bubónica también están probablemente enterradas en Siberia. Enfermedades decimonónicas En un estudio de 2011, Boris Revich y Marina Podolnaya advirtieron: "Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones". Por ejemplo, en la década de 1890 hubo una importante epidemia de viruela en Siberia y una ciudad perdió hasta el 40% de su población. La acción del hombre, a través de la minería y la extracción, podría ayudar a liberar enfermedades. Los cadáveres fueron sepultados bajo la capa superior de permafrost en las riberas del río Kolyma. 120 años después, los desbordamientos del Kolyma han comenzado a erosionar las riberas, y el derretimiento del permafrost ha acelerado este proceso de erosión. En un estudio de 2014, un equipo liderado por Claverie revivió dos virus que habían quedado atrapados en el permafrost siberiano durante 30.000 años. Conocidos como Pithovirus sibericum y Mollivirus sibericum, ambos son "virus gigantes", porque a diferencia de la mayoría, son tan grandes que pueden ser vistos bajo un microscopio regular. Fueron descubiertos a unos 30 metros bajo tierra en la tundra costera. Una vez revividos, se convirtieron rápidamente en infecciosos. Afortunadamente para nosotros, estos virus en particular sólo infectan las amebas unicelulares. Sin embargo, el estudio sugiere que otros, que realmente podrían infectar a los seres humanos, podrían ser revividos de la misma manera. También por la acción del hombre El calentamiento global no tiene que derretir directamente el permafrost para representar una amenaza. En 2016 hubo casos concretos de ántrax que se cree provinieron de bacterias congeladas en la carcasa de un reno infectado, de más de 75 años de antigüedad, que se derritió. Debido a que el hielo marino del Ártico se está derritiendo, la costa norte de Siberia se ha vuelto más fácilmente accesible por mar. Como resultado, la explotación industrial, incluyendo la minería de oro y minerales, y la perforación de petróleo y gas natural, ahora se está volviendo rentable. "Por el momento, estas regiones están desiertas y las capas profundas del permafrost no se ven afectadas", dice Claverie. "Sin embargo, estas capas antiguas podrían verse expuestas por la excavación en la minería y las operaciones de perforación. Si todavía hay allí virus viables, esto podría significar un desastre". Claverie dice que los virus de los primeros seres humanos en poblar el Ártico podrían resurgir, e incluso podíamos ver virus de especies de homínidos extintos como Neandertales y Denisovanos. El equipo de Claverie también ha encontrado algunas secuencias de ADN que parecen venir de virus, incluyendo el herpes. Sin embargo, todavía no ha hallado ningún rastro de viruela. Por razones obvias, no han intentado revivir ninguno de los patógenos. Y en cristales Parece que los patógenos aislados de los seres humanos también surgirán de otros lugares, no sólo el hielo o el permafrost. Los neandertales vivieron también en Siberia. Y sus virus y bacterias quedaron atrapados en el hielo. En febrero de 2017, científicos de la NASA anunciaron que habían encontrado microbios de 10.000 a 50.000 años de antigüedad dentro de cristales en una mina mexicana. Estaban en la Cueva de los Cristales, parte de una mina en Naica, en el norte de México, que contiene muchos cristales de color blanco lechoso de la selenita mineral, formados durante cientos de miles de años. Incluso bacterias más antiguas se han encontrado en la cueva de Lechuguilla en Nuevo México, a 300 metros bajo tierra. Estos microbios no han visto la superficie durante más de 4 millones de años. La cueva nunca ve la luz del sol, y está tan aislada que demora unos 10.000 años que el agua de la superficie entre en la cueva. Resistencia natural A pesar de esto, las bacterias de alguna manera se han vuelto resistentes a 18 tipos de antibióticos, incluyendo fármacos considerados como un "último recurso" para combatir las infecciones. Esto sugiere que la resistencia a los antibióticos ha existido durante millones o incluso miles de millones de años. La razón de esto es que muchos tipos de hongos, e incluso otras bacterias, producen naturalmente antibióticos para ganar una ventaja competitiva sobre otros microbios. Así fue como Fleming descubrió por primera vez la penicilina: las bacterias en una placa de Petri murieron después de que una se contaminó con un moho que excretaba antibióticos. En las cuevas, donde hay poca comida, los organismos deben ser despiadados si quieren sobrevivir. Las bacterias como la Paenibacillus pueden haber tenido que desarrollar resistencia a los antibióticos para evitar ser asesinadas por organismos rivales. Aunque la Paenibacillus en sí no es dañina para los seres humanos, podría en teoría transmitir su resistencia a los antibióticos a otros patógenos. Sin embargo, como está aislada debajo de 400 metros de roca, esto parece improbable. La resistencia natural a los antibióticos es probablemente tan frecuente que muchas de las bacterias que emergen del derretimiento del permafrost ya la tienen. En consonancia con eso, en un estudio de 2011 los científicos extrajeron ADN de bacterias encontradas en el permafrost de 30.000 años de antigüedad en la región de Beringia, entre Rusia y Canadá. Encontraron genes que codifican resistencia a beta-lactama, tetraciclina y antibióticos glicopéptidos. Desconocido ¿Cuánto debemos preocuparnos por todo esto? Un argumento es que el riesgo de los patógenos del permafrost es intrínsecamente desconocido, por lo que no deben preocuparnos abiertamente. En cambio, debemos enfocarnos en amenazas más conocidas provocadas por el cambio climático. Por ejemplo, a medida que la Tierra se calienta, los países septentrionales serán más susceptibles a brotes de enfermedades "meridionales" como la malaria, el cólera y el dengue, ya que estos patógenos prosperan a temperaturas más cálidas. La otra perspectiva es que no debemos ignorar los riesgos sólo porque no podemos cuantificarlos. "Siguiendo nuestro trabajo y el de otros, existe ahora una probabilidad de que los microbios patógenos podrían revivir e infectarnos", dice Claverie. "Es probable que se trate de bacterias curables con antibióticos, bacterias resistentes o virus. Si el patógeno no ha estado en contacto con los seres humanos durante mucho tiempo, el sistema inmunológico no estaría preparado, de modo que sí, eso podría ser peligroso".