El Universal/La Voz de Michoacán México. Tres mexicanos participarán en una expedición científica en la Cuenca de Guaymas, ubicada en el Golfo de California, para extraer, a más de 2 mil metros de profundidad, los “libros” más antiguos del planeta: sedimentos del subsuelo, que permitirán obtener más información sobre la historia de la Tierra y su evolución. Esta mañana, el buque de investigación Joides Resolution del Programa Internacional de Descubrimiento del Océano (IODP, por sus siglas en inglés), zarpó en dirección a este santuario. La expedición está conformada por 33 científicos de nueve países que durante 60 días estudiarán la tectónica, el ciclo de carbono y la vida microscópica de esta cuenca. Los exploradores científicos que representan a México son la maestra Manet Estefanía Peña, de la Universidad Autónoma de Baja California; la doctora Ligia Pérez Cruz, del Instituto de Geofísica de la UNAM, y el doctor Florian Neumann, del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada. “El Golfo de California es la cuenca más joven de todo el planeta, aproximadamente de 5 millones de años, además es una de las más productivas. Aquí, justo en el centro, se ubica la Cuenca de Guaymas, que es un sistema de expansión, donde se separan las placas del Pacífico y América del Norte, y se está generando un nuevo fondo marino; de ahí su importancia de investigar la región”, afirma la doctora Pérez Cruz. Los investigadores buscan descifrar una serie de fenómenos geológicos que danzan en las profundidades. La maestra Manet Peña describe que en el Golfo de California se está rompiendo el subsuelo; la ruptura provoca que salga magma del centro de la Tierra, pero a la hora de su expulsión toca el agua marina y se enfría, lo que provoca que se forme un nuevo piso marino. “Perforar el subsuelo nos permitirá obtener registros geológicos, rocas o sedimentos, que nos hablan de la evolución de nuestro planeta: cómo fueron los climas y cuándo han ocurrido las grandes extensiones. Es como obtener unos libros de hace miles de millones de años, dependiendo el alcance de las perforaciones, que nos cuentan lo que ocurrió en la Tierra”, señala Pérez Cruz. El Joides Resolution tiene una plataforma de torre petrolera porque la técnica para extraer los sedimentos es similar a la que se utiliza para la búsqueda y explotación de hidrocarburos. El buque, de 143 metros de largo, excava hasta 8 mil 235 metros por debajo del mar. La tripulación perforará la Cuenca de Guaymas en seis sitios clave, en sucesiones de sedimentos de diferentes edades y temperaturas para explorar los gradientes físicos y químicos. Ciencia con impacto. Manet Peña explica que la generación de un nuevo fondo marino “nos habla de que nuestra Tierra es dinámica, que tenemos una cuenca tectónicamente activa”. Destaca que parte de estas investigaciones permitirán entender mejor “sobre dónde está situado México, cómo son las placas en las que estamos, esto nos ayudará, en un futuro, a una mejor planeación de nuestras ciudades”. Además, los científicos han identificado que las intrusiones magmáticas en la Cuenca de Guaymas crean grandes gradientes térmicos y químicos en el subsuelo que son ricos en energía. Este fenómeno también libera energía, dióxido de carbono y metano. “Se postula que, probablemente, en los sedimentos del Golfo está contenida una gran cantidad de energía geotérmica, que, en algún momento, se podría utilizar. Este no es el objetivo del proyecto, pero van especialistas que miden el flujo de calor, presiones y temperatura. “Este conocimiento será la base para resolver algunos de los problemas a los que nos vamos a enfrentar en cuestiones de energía”, indica la doctora Ligia Pérez. Antes de zarpar, los investigadores Florian Neumann, Manet Peña y Ligia Pérez. Uno de estos investigadores es el mexicano Florian Neumann, quien durante la expedición se enfocará en el estado térmico de la corteza, medirá el flujo de calor del Golfo y estudiará los rayos gamma. “Me interesan todas las propiedades del sedimento, la densidad y conectividad”, comenta. Recalca que este tipo de investigaciones de ciencia básica también generan un impacto en la sociedad: “Vamos a hacer mapas del flujo de calor y de esta forma se podrá estimar el potencial geotérmico de la zona. Además, trataremos de identificar cuánto contenido de carbono hay en la cuenca. Dejaremos los estudios por si las autoridades del sector energético deciden sacar provecho”. Una mirada al cambio climático. Cada sedimento que los científicos puedan extraer será una pieza más para resolver el complejo rompecabezas de la historia climática de la Tierra. De acuerdo con la IODP, los sedimentos “revelan cuánto hielo existió en el mundo e insinúan los patrones climáticos del pasado. Estos núcleos permitirán vislumbrar las antiguas temperaturas y preservar pequeñas burbujas de atmósfera pasada”. La expedición permitirá recabar evidencia paleoclimática. En 2004, esa organización recuperó muestras del fondo marino del Océano Ártico, las cuales revelaron que hace 55 millones de años tenía un clima subtropical. “Los científicos continúan en el análisis de estos hallazgos para comprender mejor cómo los ecosistemas responderán al calentamiento global futuro”, informa. “A través de paleosensores podremos atar cabos, reconstruir qué sucedía en el continente y su atmósfera. El interés de formar proyectos multinacionales es para que podamos reunir la mayoría de técnicas y capacidades posibles para registrar una historia más completa de la evolución del clima”, describe Ligia Pérez. Para la investigadora de la UNAM, estos datos serán muy valiosos, ya que con ellos se generarían modelos de predicción del clima. El Programa Internacional de Descubrimiento del Océano está financiado, principalmente, por la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, el Ministerio de Educación, Cultura y Ciencia de Japón, así como por el Consorcio Europeo para la Perforación de Investigación Oceánica. Regularmente, en las expediciones sólo participan los países miembros del programa, al cual no pertenece México por un tema económico. Sin embargo, al realizarse en mares mexicanos, los tres investigadores nacionales fueron invitados a esta aventura.