A menos que comas las vísceras, microplásticos en el pescado que llega a tu mesa no son un riesgo

Estudios científicos revelan que los microplásticos, incluyendo pellets, ingresan en la cadena alimentaria marina y llegan a nuestra mesa a través del pescado.

Foto EFE

EFE/ La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán.- La crisis que ha generado el vertido de pellets frente a la costa de Portugal y Galicia ha devuelto estos días el foco informativo a uno de los principales problemas ambientales del planeta, el plástico que inunda los océanos. Los peces se lo comen, pero ¿llega al consumidor?

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Recientes estudios científicos demuestran que sí, que con el pescado podemos ingerir partículas de plástico y contaminantes que esos materiales llevan de fábrica y también otros que han adquirido durante su deriva en el mar.

En las revistas científicas hay decenas de artículos que explican cómo los pellets -y el resto de microplásticos y fibras sintéticas presentes en el mar- entran en la cadena trófica, porque varios organismos marinos los ingieren, ya sea por accidente o porque los confunden con el zooplancton del que suelen alimentarse.

En la conocida secuencia "del pez grande se come al chico", esos fragmentos van escalando en la cadena trófica en los océanos, pero ¿llegan a nuestra mesa? ¿los ingerimos, o se quedan confinados en el aparato digestivo del pescado, que normalmente no se consume?

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"Entran por donde entran y salen por donde salen", ha dicho esta semana el conselleiro del Mar de la Xunta de Galicia, Alfonso Villares, tras remarcar que él no come las tripas del pescado y que hablar de un potencial peligro para el consumidor de la basura plástica que tragan los peces hace daño al sector pesquero.

El Instituto de Investigación en Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (Ecoaqua) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) lleva años trabajando en el proyecto "Microtrofic", que le ha convertido en una de las referencias científicas en materia de microplásticos marinos, sus contaminantes y sus potenciales efectos para la fauna y, al final de la cadena, para el hombre.

Y ello porque las Islas Canarias reciben cada año en sus playas toneladas de microplásticos procedentes de todo el mundo, que flotan durante décadas arrastrados por las corrientes y los grandes giros oceánicos hasta que tocan tierra.

En ese trasiego, los plásticos no solo se fragmentan cada vez en trozos más pequeños -y por ello más peligrosos-, sino que además se van cargando de los contaminantes orgánicos persistentes existentes en todos océanos, que literalmente se les pegan y pueden resultar tóxicos a partir de determinados niveles de ingesta y concentración.

En las partículas de ese tipo recogidas en las costas de Canarias -y también en los pellets, que por ejemplo representan un 40 % de la basura plástica de la playa de Famara, en Lanzarote-, Ecoaqua ha encontrado 80 contaminantes diferentes, desde filtros ultravioletas de las cremas solares, hasta restos de pesticidas prohibidos desde hace años pero que siguen en el medioambiente, como el DDT, pasando retardantes de la llama (María Camacho y Alicia Herrera, en Science of The Total Environment, abril de 2019).

Estos últimos, los retardantes, muchos plásticos los llevan ya en su composición original, también los pellets, no hace falta que se les adhieran en el mar.

"Es importante seguir estudiando los microplásticos presentes en el medioambiente para comprender tanto el efecto físico de la ingestión como la transferencia trófica de contaminantes que podrían provocar efectos en la salud a largo plazo. Se necesitan estudios durante períodos de tiempo más largos para evaluar el efecto de la exposición crónica a los microplásticos ambientales en los peces", concluye este último estudio