TALA, INCENDIOS Y HUERTAS, LOS ROSTROS DE LA AMBICIÓN

Texto: Omar Cuiriz
Fotografía: Christian Hernández, Omar Cuiriz

Bajando del cerro, un domingo a mediodía, Gil Sosa encontró a tres cazadores abriendo la entrada del terreno de uno de sus vecinos. Al verlo, los hombres dieron media vuelta y apretaron el paso, pero fueron alcanzados. “¿Qué hacen aquí?, ¿están cazando venados?”, les preguntó. “No, nada eso, andamos cazando conejos”, contestaron. “¿Y por qué se meten en terrenos privados?, ¿tienen permiso para cazar?”. “No nos metimos en terrenos privados, nosotros llegamos por acá abajo y, sí, tengo permiso para cazar y en todo el terreno de Michoacán”, contestó uno de ellos.

Molestos y algo nerviosos, enseñaron rápidamente un permiso expedido por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Apenas se alcanzó a leer una línea sobre la autorización para la portación de armas. Tras la insistencia de por qué estaban en terrero privado, aseguraron que no habían pasado, que sólo venían por la orilla y retaron a que les “echaran al gobierno o quien quisiera”.

-Cualquier cosa puede pasar en el cerro. Cada que subes, ves a leñeros y cazadores diferentes que vienen de varios lugares. Hay veces que he visto hasta 7 burritos cargados de leña y si esto lo multiplicamos por la cantidad de accesos que hay, es un robo hormiga que poco a poco acabará con el cerro. Lo ideal es que tengas un permiso y que además tengas la obligación de reforestar; si no, ¿qué le regresas al cerro? -, cuenta Gil Sosa, un joven propietario que heredó de su abuelo algunas hectáreas situadas entre los 2 mil y 2 mil 500 metros sobre el nivel de mar, que colindan con la cima del Cerro del Águila.

Entre los mil 500 y los 2 mil metros sobre el nivel del mar comienzan a verse algunos encinos entre el matorral subtropical. El bosque de encino cubre la superficie del Cerro del Águila a partir de los 2 mil 300 msnm y hasta los 2 mil 800. Después de esa altura y hasta la punta del cerro, se forma el bosque pino-encino, una superficie que siempre luce un color verde intenso a causa del follaje del pino.

Alrededor del 70% de la superficie de este cerro se encuentra aún cubierta por vegetación arbórea y/o arbustiva, la cual permite filtración de agua, conservación de medioambiente, el refugio de la fauna y el resguardo de especies endémicas de flora y fauna. Tras varios recorridos se confirmó que la cubierta forestal corre un grave riesgo a causa de distintos intereses de varias dimensiones:

Cada vez las huertas se instalan más arriba y son de nuevos dueños

En los últimos 4 años la plantación de huertas de aguacate aumentó a un ritmo más acelerado, además de que no se están instalando en las faldas como las que tienen años operando, sino que se están dando en la parte media del Cerro del Águila. Se trata de nuevos propietarios que adquirieron terrenos de vecinos de Tacícuaro –de acuerdo con testimonios anónimos-, pero que por necesidad y por la imposibilidad de activar sus tierras de manera sustentable han estado vendiendo numerosas hectáreas, mismas que van cayendo en manos con intereses de este tipo de actividades ilegales.

Un propietario que pidió el anonimato contó que hay aguacateros que operan desde hace años, pero que recientemente nuevos dueños, que no son originarios de ninguna tenencia o localidad colindante con el cerro, han deforestado hectáreas enteras para instalar huertas de aguacate. Incluso algunas son perceptibles desde las faldas del cerro o desde la carretera Morelia-Quiroga.

En el documento “Área Municipal de Protección Hidrológica ‘Cerro del Águila’”, al que tuvo acceso La Voz de Michoacán y que coordina el Instituto Municipal de Planeación (Implan), muestra un mapa que señala los cultivos de aguacate dentro de los límites de la propuesta del área natural, que son 148.15 hectáreas, distribuidas en la ladera norte, sur y este. Si bien el documento alerta que están avanzando hacia la zona de mayor elevación, todavía no muestra las más recientes, siendo que ocupan ya más de 20 hectáreas cercanas al bosque de encino y esto se comprobó sólo en esa parte.

En un recorrido por la parte norte del cerro, sobre un camino de brecha hecho por los mismos propietarios desde Tacícuaro, van apareciendo a los costados los pedazos rasurados que dejaron de ser matorrales subtropicales con encino para dar lugar a arboles jóvenes de aguacate. Las siguientes imágenes muestran las huertas que –se sabe-, tienen años trabajando y señaladas con círculos, los nuevos plantíos:

Una situación similar sucede en la mayoría de accesos al cerro, por lo que urgen acciones que permitan la regulación de estas actividades y se endurezcan las penas a quienes están cometiendo delitos ambientales que aún no son tipificados bajo la etiqueta de “graves”.

Esteban González Luna, director de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Morelia, explicó que este es un asunto de competencia federal que se ve a través de la Semarnat, y que como Ayuntamiento “lo que hacemos es sólo denunciar cuando se incurre en un delito ambiental. En Morelia todas las huertas de aguacate han sido ilegales, porque no hay permisos en el municipio para esta actividad”.

Señaló que cuando se llega a cortar una huerta es bajo la acción de la Procuraduría de Protección al Medio Ambiente de Michoacán (ProAm) de Michoacán y la Semarnat.

Propietarios anónimos del Cerro del Águila, quienes además alertan que la prevención de delitos ambientales y la corrección de estos son medidas inadecuadas, comentaron que “lo único que ha pasado es que vienen, te multan con varios miles y luego el gasto de ese dinero nunca se justifica, se pierde. Nosotros creemos que lo que se debería hacer es que el dinero de las multas sea destinado al cerro para reforestación o para pagar un guardabosque”.

Algunos propietarios señalan que no están en contra del aguacate, porque resulta una fuente que está generando empleo, pero reconocen que debe haber un equilibrio con el cambio de uso de suelo con acciones como la reforestación. Sin embargo, el riesgo de que empresarios sigan adquiriendo grandes extensiones de cerro e instalen huertas es alto, lo que provocaría que se alterara gravemente la cubierta forestal y, por lo tanto, sus procesos biológicos, situación que imposibilitaría que la zona fuera declarada como protegida, pues entre las condiciones o requisitos está que se conserven sus recursos bióticos y ambientales.

El impacto que este monocultivo tiene sobre el ecosistema donde se instala es sumamente negativo, ya que, al eliminarse las especies de flora que ahí viven, aunado al consumo de humedad de las plantas de aguacate, los suelos se ven sumamente degradados. Al degradarse el suelo, pierde nutrientes, lo que va en detrimento de otras plantas, sobre todo las dicotiledóneas (flores), con lo cual se disminuye hasta desaparecer la visita de polinizadores, como colibríes, abejas y demás especies que cumplen esta función para la reproducción de las plantas.

Al estar degradado el suelo, como en cualquier organismo vivo, se pierde eficiencia energética, sobre todo en lo que comprende la fertilización natural y el control de plagas. También, debido al uso de agroquímicos, como fertilizantes y plaguicidas, no sólo se debilita el suelo, sino que el agua que logra llegar a los mantos freáticos llega contaminada.

Pobreza, tala y regresar el favor al cerro

El señor, Agustín Chávez Sosa, del Consejo de Vigilancia del ejido de Tacícuaro, cuenta que “antes todo el pueblo subía a diario por dos viajes de leña cortando pinos y encinos con hacha, para evitar el aceite de la motosierra impida que vuelva a retoñar el árbol”, pero que con la llegada del gas se acabó.

Sin embargo, alerta que como la cima del cerro no es ejido, sino de pequeños propietarios, estos fueron muriendo y las familias empezaron a vender a personas que de otras localidades como Acuitzio y que cuando se adueñaron comenzaron a sacar madera de pino de forma descontrolada.

“El año pasado todavía pasaban hasta 3 viajes diarios durante la madrugada, por ahí por octubre. Bajaban por Iratzio y por Tacícuaro y la llevaban a sus aserraderos”, contó.

-Yo antes iba a la leña diario, era la mantención mía y la de mi padre. Nos íbamos como a las seis de la mañana, tumbábamos un palo, lo rajábamos, cargábamos dos cargas al caballo y lo bajamos a venderla a Tacícuaro y a Capula. Íbamos llegando a las siete de la noche con una bola de masa que mi papá compraba para hacer tortillas. Hacíamos una comida diaria porque era para lo que nos alcanzaba con los 5 que nos daban por carga en aquel tiempo, era una él y otra yo. Yo sí viví el cerro, cuenta el señor Bulfraño Espinoza, de la localidad de Cuanjillo Grande, a 17 kilómetros de la ciudad de Morelia y en las faldas del Cerro del Águila.

Cuanajillo está en medio de San Nicolás Obispo y Tacícuaro, donde se trabaja la piedra volcánica en el primero y la teja en el segundo. Bulfrano, de 57 años de edad, cuenta que, a diferencia de estas dos tenencias vecinas, ahí no había artesanías, por lo que no había otro trabajo más que subir al cerro por madera para vender leña o carbón. Sin embargo, dijo que con el paso de los años los pobladores ya no suben como antes al cerro, pues muchos ya se van a trabajar a Morelia porque el esfuerzo de cortar madera es mucho y se gana poco.

“La gente ya no sube al cerro como antes, sólo los que no tienen trabajo o cuando se les acaba la chamba ellos van por una carga de leña, van a venderla y ya sacan para de pérdida dar de comer ese día, y otro día van y traen otra y nomás para dar de comer, ¿para qué más te alcanzan 150 pesos de la carga?”, dice.

Subir al cerro por este lado es complicado, al no haber brechas como la de Tacícuaro. La subida comienza con un camino de piedras de diversos tamaños, la mayoría volcánica. Mientras más altitud se alcanza, la vegetación se va cerrando hasta que las posibilidades de caminar desaparecen y para avanzar debes abrir camino; sin embargo, aunque pareciera área poco o nada concurrida, en todo el recorrido vas encontrando troncos a la espera de secarse, tocones (parte del tronco de un árbol que queda en el suelo y unida a la raíz) o árboles de más de 10 metros que el viento tumbó.

Cuanajillo es una localidad en pobreza, si bien actualmente la mayoría de la tala de madera es para consumo, con el paso de los años se convierte en una actividad hormiga a la que se suma la ausencia de reforestación. Además de que al cerro suben y talan “propios y extraños”, pues con frecuencia se ve a personas de bajos recursos subir con un burro o a caballo y que vienen de otras partes del municipio, lo que complica el aprovechamiento sustentable de la madera.

Como parte del plan para declararlo Área Natural Protegida, el director de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Morelia dijo a La Voz de Michoacán que se está buscando a los 150 pequeños propietarios y a 19 ejidos –que abarcan más de 6 mil hectáreas- para concientizar y sensibilizar a las personas y en un futuro apoyarlos para que aprovechen mejor sus recursos. Para ello se plantea la instalación de huertos de traspatio y la crianza de aves de corral para que se trabaje con un enfoque orgánico y eso les puede aportar más ganancias. Respecto al adecuado manejo forestal, se busca que el aprovechamiento de la madera sea sustentable, con programas de reforestación.

Esteban González Luna informó además que desde agosto de 2020 hay un convenio firmado con la Comisión Nacional Forestal (Conafor) para proteger 500 hectáreas del Cerro del Águila y, dijo, en Morelia “se están haciendo cosas innovadoras, tales como otorgar el pago de servicios ambientales a tres comunidades para un plan de manejo forestal sustentable, lo que va de la mano con la capacitación en materia de manejo forestal y prevención de incendios”.

Destaca que el plan de proteger al cerro debe ser integral y pensarse desde lo ecológico, pero también en lo social, “ya que en esa zona hay comunidades rurales de muy alta marginación, por lo que el plan tiene como objetivo aprovechar mejor los servicios ecológicos para preservar la vegetación en el cerro”.

Sin embargo, lo anterior representa un reto mayúsculo pues implica, primero, el acercamiento y coordinación con propietarios, pobladores y ejidatarios; las capacitaciones a ellos, así como a personal de seguridad que atiende delitos ambientales, la coordinación bajo un esquema claro y definido de las distintas dependencias y que la burocracia y corrupción no minen la voluntad de los involucrados.

La misma Organización de las Naciones Unidas reconoce que los bosques generan empleo e ingresos en la población de áreas remotas a través de licencias o concesiones, pero que muchas presentan consecuencias negativas, dejando en muchos casos una estela de bosques degradados y conflictos sobre la tenencia. Considera que estas licencias puedan usarse como instrumentos políticos para regular la producción de una manera consistente con la conservación del medio, respetando los derechos de las comunidades locales y contribuyendo al desarrollo rural de forma sostenible.

“Si se gestionan bien, las concesiones forestales pueden tener múltiples beneficios socioeconómicos y ambientales y aumentar el valor de los bosques en pie para las generaciones presentes y futuras. Con todo, pueden mejorar las vidas de las comunidades rurales en algunas de las zonas más pobres y aisladas del mundo”, añadió Eva Muller, directora de la División de Política y Recursos Forestales de la FAO.

El Cerro del Águila es propiedad ejidal o privada y los permisos para el aprovechamiento forestal varían para cada uno; sin embargo, existen diversas razones que pueden conducir a un manejo inadecuado, como señala la ONU: la carencia de habilidades adecuadas para la gestión, una gobernanza débil, reglas y expectativas demasiado complejas o un enfoque en los beneficios a corto plazo. Todo ello conduce a la sobreexplotación, la distribución inadecuada de beneficios, la vulneración y falta de reconocimiento de los derechos de las poblaciones locales y a la falta de rentabilidad económica.

Incendios, calor y sequías más extensas

-Hace como 4 años el cerro se quemó muy feo, lo que provocó que haya zonas sin bosque y que muchos troncos aún se perciban quemados y que haya capas de ceniza en la tierra. En el incendio muchos pinos se debilitaron y se empezaron a crear plagas-, cuenta Gil Sosa.

Subiendo por el lado de Cuanajillo Grande, a partir de los 2 mil metros comienzan a verse troncos gruesos y de más de 10 metros con la base del tronco carbonizado. A primera vista pareciera que fueron quemados recientemente, sin embargo, explican que fue a causa de un gran incendio hace 4 o 5 años y que los árboles más robustos lograron sobrevivir, otros se plagaron y unos murieron.

Bulfrano Espinoza cuenta que antes “había quemazones a cada rato, le prendían fuego, pero la misma gente de aquí lo apagaba”. Comenta que a veces venían los de la “forestal” [Cofom], pero que no siempre lograban apagarlo y que se juntaban varios hombres que duraban toda la madrugada controlando el fuego.

“Antes había un animalero, pero ya no, las quemazones los acaban. Había mariposas y pájaros, pero ahora, ¿dónde están? Ya no hay tantos pájaros, cuando yo era chico había pájaros de todos”.

Es sabido que uno de los métodos preferidos por los aguacateros es provocar incendios para el cambio de uso de suelo. Para atacar esta problemática, el plan de Área Municipal de Protección Hidrológica Cerro del Águila estipula que se requiere coordinación entre la Cofom, la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la Procuraduría de Protección al Medio Ambiente (ProAm) y Semarnat, cada una aportando programas integrales y contemplando otras áreas, recursos y con un sólido plan a futuro, sin que se vea perjudicado con los cambios de las administraciones.

Michoacán, con menos lluvias y un calor histórico

Espinoza recuerda que, cuando era niño, el cerro era muy húmedo y que esa humedad se sentía al subir, pero que ahora el terreno comienza a resecarse.

En febrero de este 2021, la Conafor y Cofom presentaron sus pronósticos para este año, concluyendo que será un año seco, con menos lluvias y se esperan temperaturas muy altas, por encima del promedio de años anteriores. Michoacán ocupó el tercer lugar en incendios en 2020 con 613 siniestros y ocupa el sexto lugar en el número de superficie afectada, con más de 19 mil hectáreas.

El director de la Cofom, Alejandro Ochoa Figueroa, dijo en conferencia de prensa que se trabaja junto a la Conafor y dependencias que conforman el Comité de Incendios como la SSP, la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), la Guardia Nacional y Semaccdet, para articular lo que se va a venir en la temporada de incendios. Señaló que se arrancó con un convenio para realizar brechas cortafuegos, herramienta de la que se usará debido a que es una medida con buenos resultados a nivel nacional.

Sin embargo, para el plan municipal que se tiene para el Cerro de Águila no bastaría con que se hagan brechas para impedir la dispersión de incendios, sino que estos caminos también sean aprovechados como salidas de agua, acceso para el aprovechamiento sostenible de recursos, camino para que guardabosques cuiden el área y como acceso a actividades recreativas ecoturísticas, como contempla el plan. Para lograrlo, se insiste una vez más, se necesita coordinación con las distintas áreas como Desarrollo Rural y Turismo, mismas que, a decir de los propietarios, ponen muchas trabas al momento de solicitar algún servicio y no trabajan en conjunto.

Es importantísimo recalcar que el mayor porcentaje del Cerro del Águila continúa conservando su cubierta forestal y por lo tanto sus procesos evolutivos, por lo que resulta urgente proteger la zona para que no siga perdiendo más extensión.

Estudios recientes del Inirena, dependiente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, revelan que la temperatura en el estado ha aumentado hasta 2 grados centígrados, incluso en zonas que van de 2 mil 66 a 3 mil metros sobre el nivel del mar. Para ponerlo en perspectiva, cabe señalar que los datos hasta el 2017 indicaban una estimación de incremento de apenas 0.8 grados respecto a la media histórica.

En entrevista con el reportero Arturo Molina, de esta casa editorial, el doctor Cuauhtémoc Sáenz, investigador del Instituto de Investigaciones de los Recursos Naturales (Inirena) e integrante del Consejo Consultivo de Cambio Climático en la entidad, señaló que si bien se trata de 2 grados en la temperatura en las regiones más elevadas de todo el estado, esto se puede contextualizar también en zonas bajas, como Tierra Caliente, y centros urbanos, como Morelia, donde las oleadas de calor son cada vez más recurrentes e intensas.

Entre las afectaciones que estas variaciones han causado, se encuentra el que especies forestales del municipio de Morelia, como pin os y encinos, presentan estrés para sobrevivir en zonas de donde son endémicas, y es que cada vez necesitan de más altura para poder adaptarse a los suelos.

Para corroborar esto, el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM Morelia realizó estudios en el Cerro del Punhuato con encinos y demostró que los encinos ya hay que plantarlos a mayor altitud justamente porque en el cerro se combina el cambio climático con el cambio de calor de la ciudad, por el pavimento y los vehículos.

Y es que en Morelia se han registrado incrementos sostenidos en la sensación térmica de los últimos años y periodos cada vez más largos de calor y sequía. Los termómetros en temporada de calor han alcanzado hasta los 33 grados centígrados, superando los récords históricos de calor que eran de entre 30 y 31 grados centígrados.

Esta situación es propiciada por el crecimiento de la mancha urbana, el aumento de automotores y la deforestación, al cambiar zonas forestales por huertas de aguacate, como ha pasado en el Cerro del Águila, o la edificación de fraccionamientos.